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La mascarilla pierde fuerza: «Cada vez la lleva menos gente»
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La estampa en Santander y en los centros comerciales es similar: la gran mayoría no la utilizaSe cumplen dos meses desde que se eliminó la obligación de llevar la mascarilla en interiores, a excepción de centros sanitarios, residencias y medios de transporte, y su uso actualmente es casi residual. Y más con la llegada del calor. Las calles del centro de Santander y los centros comerciales y supermercados presentan una estampa similar: la gran mayoría de las personas prescinde del tapabocas, a excepción, generalmente, de gente de avanzada edad. «Todavía me da mucho respeto. Tengo unos años y prefiero no arriesgarme. No me cuesta nada», cuenta María Jesús Gómez, que pasea por Hernán Cortes junto a su marido. «De momento, aunque sea en exteriores, la vamos la seguir llevando. Y me da la sensación de que va a ir para largo», explica.
En el centro comercial Valle Real, en Maliaño, a las 12.30 horas se podían contar con los dedos de la manos las personas que la utilizaban. Agueda Albajara era una de ellas. «Procuro utilizarla en interiores. Sinceramente, después de casi dos años y medio estoy acostumbrada y trabajando de cara al público me quedo más tranquila». Y añade: «Cuando estoy sola en el trabajo no la llevo, pero cuando entra gente sí. Por dos motivos: el primero, por respeto a los clientes. Y el segundo, por mí misma, que viene mucha gente y yo no tengo ni idea de lo que puede traer cada uno».
Usua Román, dependienta de una zapatería de Valle Real, percibe que los clientes «más mayores» se resisten a quitársela. «Son la minoría. Por lo general ya nadie entra a la tienda con la mascarilla. Es cierto que por las tardes, que hay más afluencia de gente, noto que la usan más personas. Lo que me han comentado algunos clientes es que se trata de un sitio pequeño y les da más miedo».
Agueda Albajara | Charcutera
«Al principio sí que la llevaba porque reconozco que me parecía pronto, pero creo que ha pasado tiempo suficiente. Todos sabemos cuándo debemos o no utilizarla», asegura Mónica García antes de entrar a una tienda de ropa, también en Valle Real. Eso sí, ella siempre guarda una en el bolso antes de salir de casa. «La llevo por si acaso. Ya me he acostumbrado. Y como hay días que voy a trabajar en bus, tengo que llevarla sí o sí».
En la misma línea se encuentra Javier Díaz, que ayer se acercó al Mercadona de Bahía Real, en Maliaño, para hacer la compra. «Solo me pongo la mascarilla en los sitios obligatorios. Por norma general no la llevo y no creo que sea ninguna locura. Que cada uno haga lo que quiera, eso está claro. Es verdad que cada vez la lleva menos gente, pero también es lógico. La mayoría de la población está vacunada y la situación no tiene nada que ver con la de antes. El virus se ha normalizado y nosotros deberíamos hacer lo mismo».
Usua Román | Dependienta en Valle Real
Cristina Herrera era de las pocas personas que paseaba por El Corte Inglés con la mascarilla. «Estoy embarazada de cinco meses y por eso no he dejado de utilizarla en ningún momento. Ahora mismo mi bebé es mi prioridad. Si solo me afectase a mí, creo que me relajaría un poco más. Incluso en exteriores trato de cuidarme mucho. También he limitado mi vida social. Habrá a quien le parezca desmesurado pero yo prefiero no arriesgarme. Y mi pareja, igual», reflexiona.
La llegada del buen tiempo y la ola de calor que asoló la semana pasada Cantabria también han propiciado su desuso. «Mira que he tenido siempre mucho cuidado, pero el viernes, que fue el peor día, no aguantaba más. Sudaba y me ahogaba. Fue horroroso. Esta semana la he vuelto a usar. Pero si en verano vuelven a subir tanto las temperaturas, no me quedará otra que quitármela. No entiendo cómo pudimos aguantar el verano pasado con ella todo el día», señala María Ángeles Ramírez, una clienta habitual del supermercado de El Corte Inglés.
María Jesús Gómez | Pensionista
Lo mismo le ocurrió a María José Velázquez, que trabaja en una joyería en Valle Real. «Hasta la semana pasada la he usado para trabajar porque a lo largo del día estoy con mucha gente. Pero con el calor que hizo, decidí que podía permitirme no usarla, sobre todo de cara a los meses de verano. Mi tienda se encuentra justo a la entrada y me daba todo el sol de pleno. Era insoportable. Aguanté solo un par de horas con ella puesta», se queja la dependienta.
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