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César Fernández, el vecino de 45 años de Rionansa que el pasado martes cogió una escopeta de caza para «intimidar» a cuatro jóvenes que se acercaron a su finca ganadera «con amenazas e insultos», ha explicado a este periódico que «no va matando a ... la gente por ahí». Dice que actuó en defensa propia, disparando al aire para ahuyentar al grupo de cuatro hombres que minutos antes le había llamado por teléfono para decirle «que iban a venir en dos coches a por mí».
César Fernández, el vecino de 45 años de Rionansa que el pasado martes cogió una escopeta de caza «para intimidar» a cuatro jóvenes que se acercaron a su finca ganadera «con amenazas e insultos», ha explicado a este periódico que «no va matando a la gente por ahí». Dice que actuó en defensa propia, disparando al aire para ahuyentar al grupo de cuatro hombres que minutos antes le había llamado por teléfono para decirle «que iban a venir en dos coches».
César Fernández
Ganadero y panadero
En un audio, que como el vídeo también se ha hecho viral, se escucha a los jóvenes solicitando el pago de una deuda –4.000 euros según los demandantes y 1.500 según el ganadero–, mientras que Fernández explica que «cuando se pueda se pagará, ¡qué más quisiera yo que pagar las bolas!».
Se refiere a bolas de silo, forraje para ovejas, que adquirió al padre de uno de los varones que subió con colegas hasta el puerto de montaña del collado de Ozalba, entre Puentenansa y Lamasón, donde César tiene un terreno con animales, para cobrar parte de ese dinero. «Adquirí unas ovejas que, por el clima tan húmedo en Cantabria, no se adaptaron al terreno. Me costaron caras, no producían y se fueron muriendo. No quería dejarlas morir de hambre, iba alimentándolas. El negocio me salió mal y así se generó mi deuda», explica a este periódico el ganadero, que también trabaja de noche en una panadería «para poder atender a mi hija de cuatro años durante el día, porque mi mujer tiene una discapacidad y camina con tacatá».
Entonces llegó el momento en el que los protagonistas de la acalorada conversación telefónica se vieron las caras. «A uno de ellos, el que se bajó del coche con una mano en el bolsillo –creí que llevaba una pistola o una navaja–, no le había visto en mi vida», relata Fernández. Comprobando que la amenaza de visita se materializó, que eran cuatro y «aún quedaba otro coche por llegar», el ganadero se puso nervioso, «me sentí acorralado», y cogió una escopeta de caza, la cargó con cartuchos de postas (pequeños proyectiles esféricos) y comenzó a disparar. «Decidí romper por ahí porque me sentí muy presionado. Tenía miedo. No soy ningún delincuente, no voy matando a la gente. Entré, cogí la escopeta y disparé al aire, en ningún momento quise dañar a nadie. Y no apunté a su vehículo como se ha dicho. Fue parte del cartucho que explotó en el aire lo que acabó impactando en la carrocería», se defiende Fernández.
Cuando el ganadero decidió apretar el gatillo, dentro del vehículo, una Pick Up de color azul, uno de los ocupantes grababa la escena entre risas, sin tomar muy en serio la situación, a pesar de que el colega que merodeaba por los exteriores de la propiedad corrió para alejarse de la finca por temor a ser alcanzado por alguno de los disparos. «¿Pero qué corre?», comentan quienes se encuentran en el habitáculo, como si todos supieran que nada de lo que estaba pasando fuera a terminar en accidente.
Los hechos ocurrieron el pasado martes, 2 de abril, y el ganadero, al que no constan antecedentes, fue detenido en torno a la una de la madrugada por la Guardia Civil. Fueron los propios jóvenes quienes pusieron en conocimiento de las autoridades lo ocurrido en el puerto de montaña, además de difundir tanto el audio extraído de la conversación telefónica como el vídeo del arriesgado encuentro.
Fernández, que tiene licencia de armas, pero sin renovar, pasó la noche en dependencias policiales, mientras que el juzgado de primera instancia de San Vicente de la Barquera ha incoado diligencias por daños, lesiones y amenazas. Además, se le ha prohibido la tenencia de armas. «La escopeta con la que disparé el otro día la encontré medio rota y vieja en el monte, tenía intención de entregarla, pero al día siguiente me pasó esto y lo primero que hice al verme acorralado fue cogerla», señala.
«Nunca ha tenido un problema, es un hombre luchador y muy trabajador al que no le han salido las cosas bien». Es la descripción «imparcial» que hace el alcalde de Rionansa, José Luis Herrero, que a su vez es pediatra de la hija de cuatro años de este ganadero del collado Ozabal.
José Luis Herrero
Alcalde de Rionansa
El regidor reconoce que «se le fue la cabeza»: «No se debe hacer, pero en las imágenes y en lo publicado parece un terrorista y sin embargo es una persona normal que se ve en unas circunstancias complicadas y que trabaja para cuidar a su familia».
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