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Los mayores reviven la magia

Los mayores reviven la magia

La generación más golpeada por el covid cuenta al Diario cómo fueron los regalos de su infancia y expresa sus deseos para Melchor, Gaspar y Baltasar

Ana Gil Zaratiegui

Santander

Miércoles, 6 de enero 2021, 07:12

María Ibargüen - 89 años

«Me trajeron castañas para jugar como si fueran canicas»

A María no le gusta demasiado recordar los regalos de su infancia en el día de Reyes. Su madre tuvo 21 hijos, algunos fallecieron, y su familia nunca pudo comprar presentes para estas fechas: «Nada de nada, éramos muy pobres y con el poco jornal de mi padre no podían darnos caprichos», cuenta desde la residencia de Santa Eulalia. Aunque no fuera un regalo de Sus Majestades, le vienen a la cabeza unas alpargatas que le compró su madre.

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Con cierta picardía, confiesa que sentía envidia de los niños y niñas que sí tenían regalos en Cueto, donde vivía con su familia. Al preguntarle por esta tradición se muestra tajante: «Eso de los Reyes Magos es un cuento, el que puede puede y el que no, pues se aguanta».

Piensa que todavía esas desigualdades sociales permanecen y que muchos niños esperarán regalos que no llegarán. Tras unos minutos intentando echar la vista atrás más de ochenta años, le viene un recuerdo. Sí que tuvo un regalo, pero como era «tan poca cosa», no había caído: «Una vez me regalaron castañas para que jugara como si fueran canicas», cuenta con alegría.

Siempre le han gustado mucho estos frutos secos porque le evocan a la Navidad: «Era cuando más comíamos», añade. No está acostumbrada a escribir la carta a Melchor, Gaspar y Baltasar, así que le cuesta pensar en un regalo:«Bueno sí, pediría una chaqueta roja, que es muy navideña», interrumpe risueña.

Pero si tiene que pedir un solo deseo, María, que hace unos meses superó el covid, lo tiene claro: «Que acabe cuanto antes este jaleo y que nos quedemos tranquilos de una vez, sobre todo pido salud para la sociedad».

José Luis Cossío - 87 años

«Pido que en vez de regalos, nos traigan buenos consejos»

Pedir el aguinaldo con sus amigos era una de las tradiciones favoritas de José Luis en la víspera de Reyes. Galletas, naranjas o caramelos eran algunos de los detalles que hacían que se volviesen «locos de felicidad». La noche del 5 de enero era uno de los mejores días del año: «Nos daban un poco de turrón y lo envolvíamos para repartirlo y comerlo en tres o cuatro veces». José Luis Cossío, conocido entre sus compañeros de la residencia como Pepín, recuerda a la perfección sus primeros regalos: «No había muchos medios, así que que mi padre nos hacía unas vacas de cartón, para nosotros era el mejor regalo del mundo». Años más tarde él mismo repetiría esta tradición con sus sobrinos.

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También recuerda con especial ilusión una cazadora marrón que le regalaron a él y a su hermano un 6 de enero: «Siempre llevábamos unos 'jerseisucos' por los que entraba el frío y con esa chaqueta se notaba que era buena, estábamos encantados». Rememora también otros detalles como un coche que debía costar un par de pesetas:«Teníamos suerte, muchos no recibían nada porque eran tiempos de pobreza y a otros un puñado de cacahuetes les parecía un manjar», cuenta con nostalgia. Justo cuando empezaban a llegar los primeros juguetes «decentes», ya perdieron la ilusión: «A mis sobrinos les compraba pistolas de plásticos y coches de hojalata muy guapos, eso era ya otra cosa, pero a los 10 años yo ya no creía», explica entre carcajadas.

Hace unos meses estuvo hospitalizado por covid y aunque se encuentra bien, admite que «no termina de espabilar por el virus». En su carta pide oportunidades para los jóvenes y «que los Reyes no traigan muchos regalos, mejor que nos den buenos consejos para salir de esto».

Mª Ángeles Méndez - 89 años

«Éramos muy pobres y solo tenían regalos los pequeños»

María Ángeles pasó «mucha necesidad» en su infancia. Eran cinco hermanos y su madre y su padre no podían comprarles regalos a todos:«Nos lo dijeron muy pronto y engañábamos a los pequeños diciendo que nosotros éramos ya mayores para regalos, pero la realidad es que no había dinero», cuenta esta palentina afincada en Cantabria desde hace muchos años. A los 14 empezó a servir para una familia adinerada y fue en esa casa donde recibió sus primeros regalos: «Me daban la ropa y las joyas que ya no servían a la señora o a sus hijas, me tenían en palmitas», explica.

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Se casó muy joven y tuvo cuatro hijos en ocho años. Con ellos vivió la misma experiencia y con tristeza cuenta que no podían permitirse hacer regalos con el jornal de albañil de su marido:«Mis hijos lloraban y me preguntaban por qué ellos no tenían regalos como los demás niños si me obedecían y se portaban bien». De repente, le vienen a la memoria las 25.000 pesetas que ganó con el tercer premio de la lotería:«Vi el cielo abierto, por primera vez pude comprarles a mis hijos los trajes de fútbol que siempre pedían e hice ver que eran los Reyes Magos».

Ahora disfruta de la ilusión de sus bisnietos y bromea con que están demasiado «mimados»: «Mis hijos ahora dicen que quieren que sus pequeños tengan todo lo que no han podido disfrutar ellos». Entre risas, explica que tienen demasiados regalos:«Ay Dios mío, menudo vicio tienen esos y ¡me alegro tanto por ellos!». Ángeles es muy golosa y ya lleva varios días pensando en «los rosquitos de Reyes». «Creo que me van a traer una colonia, pero sobre todo pido disfrutar de los míos por lo menos hasta los 100».

Urbana Rodríguez - 96 años

«Los niños de ahora tienen de todo, pero disfrutan menos»

A Urbana le cuesta recordar cómo fueron las noches de Reyes cuando todavía era una niña. Ha pasado mucho tiempo. Ahora tiene 96 años, pero no olvida la alegría de poner «el zapatito» para ver qué dejaban los de Oriente. Ella y sus amigas compartían los presentes con los que se encontraban la mañana del día 6: «En aquellos tiempos nos ponían una naranja, unas manzanas o un poco de chocolate, pero lo disfrutábamos mucho». Todavía tiene en su cabeza la imagen y los nervios de la víspera, cuando bromeaban sobre si les dejarían carbón por portarse mal.

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«Ha cambiado mucho», explica tras pregúntale por las nuevas generaciones. Está segura de que los niños de ahora «no disfrutan tanto» como lo hacían ellos. Cree que los pequeños de ahora «tienen demasiadas cosas, pero no las disfrutan» y que el día de Reyes es casi uno más del calendario para ellos porque «se han acostumbrado y tienen muchísimo juguetes y regalos» durante todo el año. «Han perdido la ilusión de los detalles», opina.

Cuando ella era pequeña no había «todos esos inventos» y se conformaban y disfrutaban con juegos en la calle como el corro. Recuerda también las dificultades por las que pasó su familia: «éramos seis hermanos y cuando tenía tres mi madre falleció». A pesar de las complicaciones, no para de repetir «lo feliz» que ha sido durante toda su vida.

Su primer deseo en la carta a los Reyes es salud porque «es lo que nos hace falta». Urbana superó el covid sin necesidad de ser hospitalizada porque como dice ella, está «perfectamente». También pide «que nos llevemos bien entre todos y que no haya «discordias» con la familia y amigos.

Ramón Martínez - 84 años

«Los curas nos daban dulces, polvorones y almendras»

Ramón abandonó Valdecilla, hace ya nueve meses, cantando una habanera a pleno pulmón para despedir a los sanitarios y celebrar su alta tras superar el covid. Admite que «salió como nuevo» tras su ingreso y que ahora está «perfecto». En su carta a Oriente pide «salud en estos tiempo tan complicados» y que la situación «mejore pronto». No es su único deseo. Le encantaría que su hijo de 40 años encuentre un empleo: «La situación es muy mala, ha echado 200 currículums, pero el pobre no encuentra trabajo», cuenta.

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Hace memoria y recuerda sus Navidades en Comillas: «Nos decían que Sus Majestades venían en barco y nos hacía mucha ilusión». Su padre murió cuando tenía dos años y su madre, con nueve hijos a su cargo, no podía comprar regalos: «Nunca tuvimos juguetes, hacíamos pelotas de trapo y con eso pasábamos el rato. Éramos pobres, pero felices».

Evoca su infancia con cierta tristeza porque «ha pasado mucho tiempo y la cosa está tan mal que a uno le entra pena». Ramón tiene además un vínculo muy especial con los Reyes: «Durante cinco años fui Baltasar en Astillero». A pesar de que Melchor, Gaspar y Baltasar no visitaran su casa, sí que tuvo algún que otro detalle en esos días: «Los curas del Seminario de Comillas nos daban muchos dulces, como polvorones y almendras, y rifaban cajas de membrillo entre los niños».

Ahora disfruta de la ilusión de sus bisnietos por este día tan especial: «Están como locos, es una barbaridad la ilusión que tienen porque llegue esa noche, esperan con ansia el día durante todo el año». Ramón intenta mantener la alegría de los pequeños de la familia con regalos para todos ellos: «Soy pensionista y les echo lo que puedo. Si hace falta me quito de comer para que no les falta a ninguno un detalle».

Mª Dolores Luzuriaga - 72 años

«Era todo muy humilde, pero tuve una infancia mágica»

María Dolores fue la primera persona en recibir la vacuna del covid en Cantabria el pasado 27 de diciembre. Se siente «muy agradecida» y destaca que no tiene «ninguna reacción ni efecto secundario». Este año pide «tranquilidad, paz y mucha salud» a los Reyes Magos. Lo más importante ya lo tiene: «Solo necesito el cariño de los míos, con eso me vale», cuenta desde el Centro de Atención a la Dependencia (CAD) de Cueto.

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Para ella, los días 5 y 6 de enero siempre han sido «llenos de magia». Nació en Puntelarrá, un pueblo muy pequeño de Álava y no conoció los Reyes hasta que su familia fue a vivir cerca de Miranda de Ebro: «Los conocí en la empresa de mi padre y me sorprendió muchísimo la sencillez y alegría porque nunca había visto una cabalgata». Pertenece a una familia humilde y todo era muy sencillo: «Nunca tuve grandes juguetes, pero ellos sabían sacar partido a las cosas simples y yo lo valoraba mucho».

Dejaba su zapatilla por la noche y madrugaba mucho para recoger con ilusión el detalle: «Eran cosas que realmente necesitaba durante el año, como lapiceros cuadernos o algo de ropa, pero a mí esas pequeñas cosas me hacían sentir muy completa».

Recuerda que una vez sorprendió a su madre preparando una muñeca: «Era tan inocente que me dijo que pedíamos otra igual para los Reyes y cuando me la trajeron me volví loca». Dolores ha trasladado esa ilusión a sus sobrinos y ha dado «mucha importancia» a cuidar cada detalle para conservar la magia de los regalos. Este año le traerán una tableta: «Se me dan mal las cosas modernas, pero a ver si me enseñan para conectar con los míos desde la residencia».

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