«Los mayores sufren un durísimo castigo»

Hasta allí, hasta un entorno que considera un privilegio dada la circunstancia actual, el diputado regional ha trasladado todo cuanto necesita para continuar su actividad laboral, que no es poca considerando que además de parlamentario también es abogado.

«Los constantes cambios legislativos que se vienen produciendo estas últimas semanas a consecuencia de la pandemianos están colocando a los juristas frente a escenarios distintos prácticamente a diario», explica a este respecto Palacio, que, como letrado, está disfrutando de la sobrecarga de trabajo que esto le genera.

Esa es, dice, la única novedad manifiesta en su agenda, que abre a las ocho de la mañana y cierra a las ocho de la tarde haciendo las pausas justas que le marcan el almuerzo y un paseo vespertino por el perímetro interior de su finca para desentumecer las piernas y oxigenar la mente.

Por medio, doce horas de reloj que el diputado regional devora turnando ordenadamente sus deberes como político y sus tareas como abogado con un ojo puesto en la actualidad informativa.

«Me preocupa mucho el agujero que esta crisis sanitaria vaya a producir en nuestro tejido empresarial», dice Palacio, que está releyendo la biografía de Churchill.

Le preocupa eso y la crueldad del virus con los mayores. Con todos en general pero con uno en particular. Su padre. «Si le coge le va a costar mucho superarlo». Intranquilo por él, un hombre de edad muy avanzada del que se hace cargo su hermana, el parlamentario medita a menudo sobre los efectos devastadores del Covid-19 en tan delicado arco vital.

Sin ignorar la conveniencia de un parapeto contra la bacteria, Palacio cree que el confinamiento, ya largo, está arrebatando a las personas mayores su gran nutriente existencial. «Cuando a una persona que tiene 80 años le quitas su paseo, le quitas su partida en el bar, le quitas la visita de sus nietos, cuando le quitas esas cosas, la estás infligiendo un durísimo castigo», afirma Palacio, que entiende que para mantenerla viva, además de aislarla, «hay que alimentarla afectivamente». De lo contrario, su vida, la vida de las personas mayores, la vida de su propio padre, «se convierte en una experiencia muy dolorosa».

Ya quisiera él que sus hijos, un chico de 15 años y una chica de 17 que tuvieron que regresar de Japón e Inglaterra para encerrarse en Polanco, pudieran ir a hacerle una visita al hombre. Pero tendrán que esperar. Para poder ver a su abuelo y para poder festejar como habían planeado el 50 cumpleaños de sus padres.

«Habíamos pensado hacer un viaje al Perú los cuatro juntos en verano», explica Palacio, que ya había recopilado información en Fitur. Ahí la tiene, guardada para mejor ocasión, junto a las recetas de postres con las que el diputado regional sacia de cuando en cuando su escasa afición por la cocina, a la que procura asomarse lo menos posible. Por desinterés y por imagen personal. Su aversión por las maquinillas eléctricas de cortar el pelo es tal que antes de acabar cortándose la cabeza ha preferido recuperar su antiguo look.