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La Real Academia de la Lengua España recoge dos acepciones para la palabra 'emoción'. La primera: «Interés, generalmente expectante, con que se participa en algo ... que está ocurriendo». La segunda: «Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática». Ayer, en la tercera y última de las tres sesiones del pleno de investidura, hubo muy poca emoción de la primera y mucha emoción de la segunda. Que María José Sáenz de Buruaga iba a salir elegida presidenta de Cantabria y convertirse así en la primera mujer en ocupar este cargo era evidente. Ninguna sorpresa. Así que lo más emocionante de la tarde –lo más emocionante, en el sentido de inesperado– fue casi el sorteo para ver cuál de los 35 diputados daba inicio a la votación. Como en el juego de la quina, en un saco había una bola con un número asociado a cada escaño y la suerte quiso que la primera en tomar la palabra –todos los diputados rasos se pusieron de pie y cogieron el micrófono, menos Revilla, que se pronunció sentado y a viva voz– fue la regionalista Rosa Díaz.
«Abstención», dijo la también alcaldesa de Polanco. Todos votaron lo que se preveía. Y como se preveía que Cantabria iba a ser ayer la tercera comunidad autónoma en tener jefe del Ejecutivo tras las elecciones del pasado 28M tras Madrid y La Rioja, la tribuna de prensa del Parlamento, poco acostumbrada a recibir como ayer a medios y televisiones nacionales, se quedó pequeña.
La otra emoción, la de la «alteración intensa del ánimo», la pusieron Buruaga y Revilla. El cénit de esa «conmoción somática»llegó cuando la presidenta de la Cámara, María José González Revuelta, leyó el resultado de la votación, pero ya durante las intervenciones los protagonistas hicieron sus pinitos. Primero la popular, que optó por dar una cálida despedida –casi un homenaje a su figura, no a sus políticas– al presidente saliente. Revilla no se inmutó con los piropos. No levantó la cabeza en los ocho minutos que habló Buruaga y no dejaba de tomar notas. Incluso parecía que no estaba escuchando a su sucesora, pero se ve que sí a la vista de su réplica, que también tuvo un tono emotivo.
Bastante más que el abrazo entre ambos al finalizar la sesión. Buruaga iba directamente a darle un abrazo –como ya había hecho antes con el portavoz de su grupo, Íñigo Fernández, que al estar escaño con escaño fue el primero en felicitar–, pero Revilla se apresuró a estrechar la mano mientras la mayoría de los diputados seguían aplaudiendo. Todos los del PP aplaudieron en pie, los de Vox sin levantarse, alguno del PRC y ninguno del PSOE.
El líder regionalista fue el único que dio la mano en lo que se puede calificar como 'la tarde de los abrazos'. Media hora estuvo la presidenta electa recibiéndolos. Primero dentro del hemiciclo a propios y extraños y después fuera a los alcaldes, compañeros de partido y miembros de Nuevas Generaciones que se acercaron a seguir la sesión desde la tribuna de invitados. Muy cariñoso el de Pablo Zuloaga (PSOE), que aunque no aplaudió y avisó de que haría una oposición sin cuartel, ayer fue algo más comedido en las críticas y contenido en el tono. También cariñoso el que se dio con Leticia Díaz (Vox). «Te lo mereces», le dijo. Y dejó a los diputados populares para el final. Isabel Urrutia con los ojos vidriosos, Alejandro Liz, María Jesús Susinos... También el diputado de Vox Armando Blanco, que no pudo felicitar antes a la protagonista de la jornada y pedía perdón por colarse en la 'fiesta popular'. Buruaga aguantó las lágrimas hasta llegar a González Revuelta, la persona que ha sido su mano derecha durante los seis años de travesía por el desierto y convertida ahora en la segunda autoridad de Cantabria por expreso deseo de su jefa de filas. Tras media hora de abrazos, el último fue casi eterno.
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Ana del Castillo
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