Medialectos y democracia
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«El político más poderoso del mundo llegó a su despacho actual a golpe de tuit y soltando bravatas en televisión»Todas y cada una de las palabras que utilizamos cotidianamente fueron en su día rarezas de friki, invención calenturienta de alguien, esnobismo puro, experimentalismo de ... poetas enajenados, o importaciones chapuceras de voces foráneas. Todo hábito fue en su día innovación y estreno. Y por eso tratar de forzar un poco el español a la busca del neologismo es una actitud legítima, pues con la palabra se amplía el mundo del sentido y la comprensión de la realidad.
No he inventado «medialecto»: lo escuché en una conferencia internacional de semiótica en la que participé en junio. Y me gustó. Los «medialectos» son las jergas especiales que se hacen para adaptar la lengua a los diferentes canales de comunicación. Por ejemplo, cuando escribes para un mensaje de WhatsApp, o en Twitter.
Cada canal y medio de transmisión requiere sus propias formas expresivas. Nunca se ha escrito igual una noticia de periódico que una pieza para un informativo de radio, pero ahora coexisten muchos medios y la diversidad de expresiones crece.
El político más poderoso del mundo llegó a su despacho actual a golpe de tuit y soltando bravatas en televisión. Como no parece caritativo pensar que su electorado era tan simple (¿tan listos nos creemos nosotros como para juzgarlos?), hay que presuponer que andaba más que necesitado de simplicidades. Y había varios medialectos disponibles para atender esas urgencias cognitivas y emocionales. Desde luego, los rusos que parece que intervinieron en esas conversaciones masivas se sabían bien los códigos.
Cantabria no es ajena a tales evoluciones de la comunicación. Pero debemos prestar atención a tres problemas. El primero es la 'fake news': hay ciertos medialectos propensos a difundir patrañas, como aquel que avisaba de un radar de Tráfico cerca del túnel de La Albericia.
El segundo es la agresividad poco cívica, que ciertos medialectos, llenos de juicios sumarísimos, favorecen. Y el tercero consiste en que los formatos más directos ocultan que las realidades son complejas y las soluciones, también.
Lo mismo que para desarrollar la filosofía y las matemáticas hubo que abandonar la escritura jeroglífica, también para analizar los desafíos de nuestro siglo y proponer remedios hay que elegir los medialectos más apropiados.
Porque, a golpe de «simplicismos» (otra palabra que asoma, como variante para «simplicidades ideológicas»), Europa está tomando una senda peligrosa y, al menos en lo que localmente nos toca en Cantabria, deberíamos evitarla.
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Ana del Castillo
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