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En San Cándido, al visitante lo reciben dos arbolitos de Navidad hechos a mano cuyos adornos se balancean cuando se abre la puerta automática del centro. Seguir el rastro navideño en esta residencia es sencillo: plantas de Pascua, muñecos de nieve, belenes e inflables ... decoran cada esquina. También se respira ambiente festivo en la cafetería y en los jardines del centro, bastante concurridos esta mañana soleada de enero. En grupo o en pareja, la gente toma el aperitivo o camina por las sendas abiertas entre la hierba. «Este año se ha visto más movimiento, más alegría», comenta una joven que pasea en compañía de su madre. «En Nochebuena, por ejemplo, había grupos amplios, familias completas, muchos niños. Y también gente mayor acompañando a sus mayores, algo que no se vio tanto la pasada Navidad», agrega.
Una rápida ojeada a las zonas comunes lo confirma. «Sí, hemos vuelto a la normalidad», constata además Gema de la Concha, directora de San Cándido y presidenta de Lares, patronal de la dependencia. El día de Navidad, más de 80 comensales, entre residentes, familiares y amigos, compartieron mesa en la cafetería del centro, y los comedores privados han estado también muy demandados durante las fiestas. Se han celebrado talleres de 'patchwork', de dulces y de tarjetones de felicitación, y los escolares del colegio adscrito a la Fundación han participado en muchas más actividades, entre ellas, el festival navideño de San Cándido. Otra tradición recuperada al completo ha sido la merienda a base de chocolate y tostadas -o torrijas-. La normalidad, por tanto, sabe a dulce y es compartida.
Gema de la Concha
Presidenta de Lares
Rubén Otero
Presidente de la FED
Aunque las residencias de personas mayores no dejaron de evocar la Navidad ni siquiera en los tiempos más oscuros de la pandemia, este año han podido hacerlo con más holgura, con las puertas más abiertas. A excepción de las mascarillas que siguen usando trabajadores y visitantes; de los puntos de gel hidroalcohólico repartidos por los pasillos y de la cartelería que recuerda desde las paredes que el covid sigue aquí; a excepción de las medidas preventivas, las residencias han podido recuperar estos días el pulso navideño. Las salidas para comer o cenar en familia están ya normalizadas, lo mismo que las visitas a la residencia. «Esta Navidad, quien ha querido salir lo ha hecho, y los familiares han podido estar en las residencias con libertad», apunta Rubén Otero, al frente de la Federación FED-Cantabria y del grupo Calidad en Dependencia. Sus centros también se han vestido de Navidad, «como todos los años, pero este, quizá, con más desahogo». Atrás ha quedado el «sobresfuerzo» que él y su equipo hicieron para mantener el espíritu navideño en circunstancias adversas. Este año, los coros les han traído villancicos y no han faltado ni el chocolate ni los churros.
La pandemia, para muchos, es hoy un eco lejano. Pero volvamos a finales de 2021, un año que, como el pasado, también se despidió con días soleados, paseos por la orilla del mar y termómetros por encima de los 20 grados. Todo muy brillante. Sin embargo, las noticias sanitarias ensombrecieron el último 'veranillo': «Un contagio por minuto en Cantabria», titulaba El Diario Montañés en portada el jueves 30 de diciembre. Porque hace solo un año, el covid se expandía a la misma velocidad que lo hacían las colas a las puertas de las clínicas para hacerse un test de antígenos. Valdecilla tuvo que redoblar esfuerzos para atender las hospitalizaciones y, ante la situación, el Gobierno decretó una nueva tanda de restricciones. La sexta ola explotó en Navidad.
¿Qué ocurrió en las residencias cántabras? Allí las fiestas estuvieron marcadas por el control de las visitas o la renuncia a parte de las actividades grupales. Lo explicaban, a finales de 2021, De la Concha, Otero y también Carlos Pajares, gerente del Hospital Padre Menni. Volvieron los equipos de trabajo estancos y el uso masivo de test de antígenos. En San Cándido, por ejemplo, los trabajadores se protegieron de nuevo con mascarillas FFP2 y además se decidió mantener las tomas de temperatura y los grupos burbuja en algunas actividades. Es más, quienes optaron por pasar uno o varios días fuera de sus centros pasaron a su vuelta un periodo bajo «vigilancia estrecha».
San Cándido, San Cipriano, Virgen de Valencia o tantas otras residencias cumplían con los protocolos y, al mismo tiempo, buscaban el equilibrio entre la prevención y la salud emocional de los residentes. «Alcanzar la normalidad en su vida cotidiana es, en el sentido más positivo, medicina pura y dura para ellos. Todos los pasos en favor de la normalidad les vienen bien», revela Pajares. De la Concha coincide: el beneficio es «clarísimo». Si se detecta un caso, la residencia adoptará «todas las medidas necesarias» -toda vez que, gracias a la vacunación, los casos covid son más leves-, pero «los residentes tienen que vivir: salir, entrar, estar con sus familias. Qué hay más importante que eso».
La joven que pasea en San Cándido acompañada de su madre también suele hacerlo con su propia hija. Este año, la niña echó su carta a los Reyes en el buzón real de la residencia. Sus deseos viajaron de Cajo a Oriente. Otero tiene claros los suyos. «Sería importante aumentar las percepciones económicas de los trabajadores y hacerlas equiparables en los sectores público y privado. Es preciso pagarles un sueldo acorde a su trabajo», expone. También le pide a 2023 más personal para que el sector pueda trabajar con holgura y una tercera cosa, en la que hace mucho hincapié: «Que, pase lo que pase, nunca más se vuelva a producir un encierro en las habitaciones. Eso fue lo más duro de todo».
De la Concha pide el reconocimiento para el sector de la dependencia: desde la «dignificación» de las personas mayores, que «tienen voz y merecen ser tenidos en cuenta por toda la sociedad», a la de los profesionales, especialmente de las auxiliares, cuyo papel es fundamental en el día a día de las residencias. Por ello, su segundo deseo es que el «Gobierno de Cantabria considere la dependencia como una prioridad», y que eso, entre otras cosas, diluya la idea de que los residentes son un «problema» para la Sanidad. Pajares se muestra crítico y únicamente esperanzado con que la administración financie las plazas en el centro, ya no de forma acorde a las necesidades de pacientes, sino, al menos, acorde a sus propias «pretensiones».
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