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El expediente académico es una forma de valorar las capacidades del alumnado en los años de estudio: calificaciones, medias y créditos sirven para validar muchas de sus competencias. La Universidad de Cantabria ha reconocido, un año más, a los mejores expedientes del curso 2018-2019 ... con el Premio Extraordinario Fin de Carrera. «Para mí es un reflejo del trabajo constante de estos cuatro años», resume Francisco Conde Oria, premio en el Grado de Geografía y Ordenación del Territorio, 22 años, natural de Nestares. Y añade: «No son meras notas en un papel», porque en el expediente, piensa este alumno, también hay rastro de su esfuerzo.
El pasado viernes, entre aplausos y vivas, los treinta alumnos que han logrado estos currículos sobresalientes subieron al estrado del Paraninfo de la UC para recoger sus diplomas y el libro 'Los tónicos de la voluntad', de Santiago Ramón y Cajal. «El secreto para llegar [a crear ciencia] es muy sencillo; se reduce a dos palabras: trabajo y perseverancia», escribe el Nobel de Medicina en el prólogo de la segunda edición. Los premiados han puesto en práctica los consejos de Ramón y Cajal. «Tienes que mantenerte constante durante toda la carrera. Al final, todo es el fruto del esfuerzo, de renunciar a ciertas cosas, de esforzarse», trata de resumir María Morante, de Valdáliga, 27 años y mejor expediente del Grado de Ingeniería de Minas que ha cursado en la Escuela Politécnica de Torrelavega. Su expediente cumple con creces los requisitos para resultar premiado -cursar, al menos, el 50% de los créditos en el centro, o una calificación mínima y media de siete puntos de acuerdo con el sistema de ponderación aplicado-. «Para mí, personalmente, es un orgullo y para mi familia también: sé que les ha encantado», revela.
Para María Martínez Matas, mejor expediente en el Grado de Turismo, el premio también es resultado de su constancia. Al poco de graduarse, el pasado junio, comenzó a trabajar en la recepción de la cadena Eurostars Hotel Real. «Me encanta porque puedo estar en contacto con las persona, hablar distintos idiomas, ayudar a los clientes», describe. Cree que el premio, el expediente, empujan la consecución de un empleo, al menos, en la rama del turismo. «Al fin y al cabo abre puertas. En la empresa en la que estoy trabajando, una cadena hotelera española a nivel internacional, que abarca hoteles en todo el mundo, no me hubiesen cogido para hacer las prácticas si no hubiese tenido, por ejemplo, cierto nivel de idiomas o ciertas capacidades. Y no hubiese terminado trabajando donde estoy...», reflexiona.
La UC entrega estos premios como tales -antes eran 'al mejor expediente'- desde 2005. Les dotó de normativa concreta y de cierta proyección. Todos los centros están llamados a concurrir, también el Programa Senior, una iniciativa propia de la Universidad de Cantabria donde se inscriben alumnos por encima de los 50 años. María Esther Fresán de Rodríguez, mejor expediente senior, 65 años, se señala la cabeza: «Lo importante es el hecho de seguir haciendo ejercicio aquí», comenta, «a lo mejor las rodillas ya no resisten un fútbol, pero resisten a las preguntas. Nos encanta la investigación, los trabajos, sacar el jugo de cada uno, investigar historia de España...». La fortaleza de este programa reside, dice esta alumna excelente, en la calidad docente: «La competencia estuvo durísima pues los 'seniors' todavía peleamos. Es un programa bien estrucutrado y con un profesorado de diez».
María Morante coincide: celebra la educación recibida en la Escuela y quiere hacerla valer. Ahora cursa un máster, en el futuro querría trabajar en una mina como directora facutaltiva. «Es una carrerera infravalorada. No creo que se tenga idea de lo que implica. Abarca un amplio abanico de posibilidades. Puedes dedicarte a temas relacionados con la minería, la energía, la obra civil; en la empresa privada o pública... Creo que se le debería de dar más importancia a esta ingeniería», reclama.
Francisco Conde Oria también sabe que el Grado de Geografía y Ordenación tiene luces y sombras laborales. «Es un debate que existe y yo mismo lo tengo. La carrera en sí tiene muchas pequeñas salidas, pero en momentos como el reciente, de crisis, es el perfil del que primero se prescinde», reflexiona. Las salidas que más le convecen son la docencia y la investigación.
Sus compañeros de premio también dan pasos para componer su futuro laboral. Algunos, como Antonio Fernández (Matemáticas) o Pablo García (Ingniería Informática), se aplican ya en sus másteres de especialización; otros realizan prácticas, algunos trabajan. Hay quienes se imaginan en Cantabria, los hay que se ven lejos. Leyre del Carmen Rebollo Blanco y Beatriz Iturbe López, mejores expedientes en Educación Primaria y Educación Infantil respectivamente -ambas en el Grado de Magisterio- se siguen formando vía máster y vislumbran ya los procesos de oposición que enfrentarán. Ambas han optado por la educación con convencimiento. Aunque por su expediente en Bachillerato, Beatriz podría haber elegido cualquier titulación, «tenía muy claro que quería ser maestra y cambiar el mundo desde esa perspectiva. La educación es la clave. Es un motor de cambio social».
Nerea Díaz Ortiz, Premio Extraordinario en Derecho, también aspira a transformarlo. Su familia tuvo que enfrentar un largo proceso legal cuando ella era pequeña. Eso le reveló cuánto influye la ley en las vidas de los ciudadanos. Por eso estudió Derecho. «Quería intentar cambiar el mundo, hacer que la Justicia sea un poco más justa», expone hoy. Estudia un máster de abogacía y no descarta dedicarse la docencia universitaria. Ahora que puede seguir formándose, explica, trata de copar todas las posibilidades. Para estudiar una carrera, para seguir formándose, la red de apoyos familiares y sociales es importante. Blanco Rebollo no lo olvida: «He podido hacer lo que quería -prácticas, un erasmus, etc.- por mi esfuerzo, pero también por los apoyos familiares. Es una mezcla de cosas».
Organización y esfuerzo, insisten estos alumnos. Y alguna renuncia. Los Premios Fin de Carrera se han puesto a prueba en estos años de estudio. Y los terminan, así lo resume María Esther Fresán, «con el privilegio de estar entre los chicos más aplicados de la UC».
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