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Ignacio Ríos es el primero en llegar a la cita con El Diario Montañés. Poco antes de las diez de la mañana aparca su coche en el mismo lugar donde el pasado 5 de septiembre, tras dos décadas dándole vueltas al asunto, comenzaron las obras ... para levantar el centro logístico de La Pasiega. Con él y con la ya extinta cooperativa láctea SAM arrancó la historia del proyecto. La historia de cómo este llano atravesado por una carretera nacional y el ferrocarril que acogía un puñado de casas y ganaderías se convertirá –si se cubren las muchas expectativas generadas a su alrededor– en el principal motor industrial de la comunidad autónoma.
Ríos coge la máquina del tiempo y viaja hasta 2003. Concretamente, hasta el despacho del entonces consejero de Economía, Ángel Agudo. Al día concreto en que ambos participaban junto a otros responsables del sector en una reunión en la que los cooperativistas fueron con un proyecto bajo el brazo: Mercadona, una cadena de alimentación aún desconocida entonces para la mayoría de los cántabros, quería poner en sus lineales la leche de la región, lo que implicaba ampliar y mejorar la fábrica de Renedo.
«Iba a ser un fabricón enorme, de lo más moderno que había entonces con capacidad para producir 400 millones de litros al año. Vamos, todo lo que se genera en Cantabria», recuerda Ríos, que reconoce que encontró todas las facilidades en aquel Ejecutivo regional. Apoyo para esa idea de asociarse con Mercadona y también para impulsar la marca Leche Altamira a partir de la integración de todas las cooperativas de los valles cántabros en Iparlat, una sociedad empresarial que unía a productores del norte de España y Cataluña. Tanta fue la implicación que Sodercan aceptó la petición del sector ganadero de entrar con capital público en Iparlat. «Estos tíos tuvieron una sensibilidad... Fueron hipersensibles, les ilusionó lo que teníamos entre manos y aceptaron ayudarnos para entrar en Iparlat», insiste Ríos. Una vez desligado del sector lechero, mira con nostalgia aquella época y la ilusión que generó Leche Altamira, que como el proyecto de la nueva fábrica también quedó en parte por el camino.
Cuando dice «esos tíos» se refiere al equipo del exconsejero de Economía, que llega justo en ese momento a la cita en La Pasiega. Son las diez en punto y justo detrás se aproxima el coche de Miguel Ángel Pesquera, exconsejero de Industria, el tercer protagonista de la historia. «No teníamos ni idea de este sector, pero el plan era muy bueno y nos encontramos con una gente con las cosas muy claras y que sabía perfectamente de lo que hablaba», rememora Agudo, que reconoce que llegaba con ciertos prejuicios sobre la capacidad innovadora de las cooperativas lecheras. En ese mismo momento rectificó.
Las frases
Ángel Agudo-Exconsejero de Economía «El proyecto era potentísimo, pero tenía sus riesgos y, sobre todo, sus tiempos. No salió, pero sirvió para llegar a esto»
Ignacio Ríos-Exdirector de la cooperativa SAM «Era un fabricón capaz de captar toda la leche que se producía en Cantabria. Estuvimos muy cerca, pero al final se fue a León»
Miguel Ángel Pesquera-Exconsejero de Industria «Desde el principio ya pensamos que tenía que ser un centro intermodal, un puerto seco asociado a un corredor industrial»
Con Mercadona como socio y ese escenario por delante ya se sabía que había que crear una nueva fábrica, pero aún no se hablaba de ubicarla en La Pasiega. Los niveles de producción que exigía el gigante alimentario obligaban a tener un complejo industrial de más tamaño, con mejores condiciones y unas posibilidades logísticas mayores. Un complejo de esas dimensiones –180.000 metros cuadrados y una fábrica de piensos asociada con una inversión total de 80 millones de euros– no cabía dentro del pueblo de Renedo, donde estaba SAM, ahora reconvertida en Andía Lácteos. Había que sacarla del casco urbano. Economía y los cooperativistas incorporaron a la Consejería de Industria y decidieron que tenía que ser en Parbayón. En este mismo llano, por los mismos motivos –el espacio disponible y su posición estratégica– que ahora da el Gobierno de Cantabria para garantizar el éxito de La Pasiega.
Pesquera añade que esa iniciativa de la fábrica sirvió para dar forma a un proyecto más ambicioso. De centro logístico con estación intermodal incluido –estaba pensada desde el inicio, entre otras cosas para traer grano para el ganado desde Castilla por ferrocarril– dentro de un gran corredor industrial que iba desde el polígono de Solares hasta Reocín.
«Pero no salió como queríamos. Por lo menos en aquel intento inicial», lamenta Agudo. ¿Qué pasó para que aquella fábrica nunca se construyera? Pues fueron varias cosas. Algunas diferencias entre las cooperativas cántabras, la llegada de la crisis, que los plazos se alargaban, algunas trabas políticas... «Si la administración es lenta de por sí, si no hay un impulso político constante detrás mucho más», valora Pesquera, que subraya que todo eso provocó la pérdida de interés de Mercadona y su apuesta por León.
«El proyecto tenía sus riesgos y sus tiempos. Pero era un proyecto potentísimo», añade Agudo. Esa era su opinión y la de alguno de sus compañeros. Otros tenían más dudas. Porque en aquel Consejo de Gobierno del primer bipartito había voces regionalistas que decían que aquel era un lugar magnífico para que las vacas pastaran, no para producir leche. Algo que también defendía el consejero de Industria del segundo bipartito, Javier del Olmo, y que se sumó a esa «reducción del impulso político» porque todo el esfuerzo estaba en cuadrar las cuentas. El Gobierno de Ignacio Diego «tampoco remó a favor». «Incluso sacó a Sodercan de Iperlat», recuerda Ríos, que considera que eso fue la puntilla de la marca Leche Altamira, «una historia muy bonita, pero que no acabó tan bien como podía haber acabado».
Los exconsejeros reconocen que Revilla, aunque no fuera entonces tan entusiasta como años después, no puso pegas. Y también valoran muy positivamente el trabajo de los consejeros Francisco Martín y Javier López Marcano desde 2015 hasta ahora para sacar adelante un Plan Singular de Interés Regional (PSIR) que multiplica por diez la extensión que preveía aquella fábrica de leche y que se inició, con borradores y estudios, muchos años antes.
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