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Los adolescentes aprovechan los descansos del recreo para tomar lápiz y papel, bajar al patio y apuntar los datos de temperatura y precipitaciones registradas cada jornada en la estación meteorológica. Es una rutina científica que ha desplazado en los tiempos de asueto al balón de fútbol, la consulta de las redes sociales y las conversaciones de corrillo en el colegio Miguel Bravo La Salle de Santander. Algo parecido ha sucedido en los otros 37 centros que participan a día de hoy en el programa Meteoescuela, promovido desde hace cuatro años por la Agencia Estatal de Meteorología en Cantabria para hacer divulgación científica.
«Es que se habla de cambio climático y eso tiene que ver con ciencias sociales. También de temperatura y humedad, que se ve en biología y geología. En todo esto hay también matemáticas y física, con tablas de medidas y estadísticas», explica Elisa Pineda, una de las profesoras que en el centro ejercen de tutoras de la actividad.
Los chavales observan el termómetro, apuntan la temperatura máxima y mínima de cada jornada. Después desmontan el pluviómetro y registran las precipitaciones, si es que ha habido. Hace dos años que el centro Miguel Bravo del Barrio Pesquero se sumó al proyecto y son decenas de chavales los que han aprendido las nociones básicas de la observación del clima.
«Es un proyecto pionero en España, que pusimos en marcha hace cuatro años y que tiene una finalidad divulgativa», explica José Luis Arteche, máximo responsable de Aemet en Cantabria. «Hace más de 30 años que intentamos fomentar el interés de la gente por la meteorología y la climatología». «Por eso, entre otras cosas, organizamos las visitas regulares al centro meteorológico de Santander», razona Arteche.
En el Barrio Pesquero eran asiduos a esas visitas y una vez puesto en marcha Meteoescuela, no pensaron dos veces participar. «Nos vale para varias cosas importantes. Por un lado estimulas el interés de los estudiantes por la ciencia y la rutina científica, que es necesaria por la observación diaria», afirma el director del centro, Wenceslao Martín. «Todo lo que tiene que ver con la meteorología mezcla varias ciencias, con lo que nos ayuda a ver las aplicaciones prácticas de todo lo que aprenden en los libros. Y luego está el trabajo en grupo, que es esencial porque necesitan coordinarse entre ellos para subir los datos registrados a la web».
El objetivo es crear una red de centros escolares que observen la meteorología y compartan los datos en la red. Cada centro instala una estación meteorológica y mide con carácter diario o semanal los datos de temperatura máxima, mínima y precipitaciones. Está dirigido al alumnado de quinto y sexto de Educación Primaria y de todos los cursos de Educación Secundaria. El plan, que se puso en marcha de manera pionera en España en el curso académico 2015-2016 y en la actualidad cuenta con la participación de 38 centros escolares de toda Cantabria, tiene vocación de continuidad para incrementar el número de colegios participantes. La idea pretende completar la actividad divulgativa que se realiza con las visitas regulares al centro meteorológico de Santander, fomentar la cultura científica entre los jóvenes y quizá «despertar alguna vocación de meteorólogo», afirma el máximo responsable de Aemet en Cantabria, José Luis Arteche. Los jóvenes deben subir todos los registros a una web habilitada por Aemet Cantabria donde se almacenarán los datos de todos los centros que participan del programa para dibujar un mapa del tiempo en el área de alcance de los centros.
Algunos centros contaban ya con estación meteorológica. Incluso los hay que desempolvaron los instrumentos que estaban olvidados en algún rincón de los trasteros. Pero en el caso del colegio del Barrio Pesquero el proyecto ha partido de cero. «Aprovechamos la asignatura de tecnología para ponernos manos a la obra y construir toda la estación», explican los profesores, implicados desde el primer minuto en el proyecto.
José Luis Arteche | Delegado de Aemet en Cantabria
«A veces los chavales tienen la suerte de coincidir con profesores como estos, que son apasionados de su trabajo y están deseando hacer cosas. Así es todo mucho más fácil», exclama Arteche sobre un plan que no elude el interés por dar continuidad a una profesión que demanda cada vez más profesionales. «Quién sabe, tal vez algún día alguien se decante por esta vocación gracias a que en el instituto tuvo contacto con este proyecto», remata el responsable de Aemet.
Por lo pronto, las reacciones de los estudiantes son más que entusiastas. «Es muy divertido bajar al huerto del patio en el recreo y medir la temperatura y las precipitaciones. Se aprende mucho de estadística», cuenta Pablo García, que con 15 años es uno de los jóvenes que mantienen en pie el proyecto. «Apuntamos todo en una hoja y en el segundo recreo subimos a la sala de ordenadores para registrar los datos en la página web de Meteoescuela, donde otros colegios hacen lo mismo. Así podemos comparar por zonas de Cantabria cómo ha sido la meteorología», concreta Irene Martín, que también cumple 15 años a finales de mes.
Para Yegor Radchenko (15 años), lo importante es la interpretación de los resultados. «Nos estamos dando cuenta de que las temperaturas están siendo mucho más altas de lo que era normal en esta época del año. Hemos tenido días con máximas de 20 grados. Y las precipitaciones son muy escasas también», subraya el joven. El cambio climático es algo que están acreditando con las observaciones diarias. «Eso es muy bueno porque se dan cuenta de que está sucediendo y lo están viendo con sus propios ojos, sin fiarse de lo que les digan por ninguna otra vía. Esto es clave porque aprenden a tener espíritu crítico y a buscar respuestas independientemente de lo que les cuenten», enfatiza Elisa Pineda.
Wenceslao Martín | Director del colegio Miguel Bravo
Todo lo que aprenden sirve de apoyo también al resto de cursos, porque la idea de los profesores es que los estudiantes más mayores acudan a las aulas de los pequeños para que cuenten lo que aprenden con los registros y mediciones. «Es muy divertido cuando bajas a una clase de más pequeños que están estudiando el ciclo del agua, por ejemplo, y les explicas lo que has aprendido con la estación meteorológica», completa Ángela Calvo (15 años), también alumna del centro. Así se cierra el círculo y se garantiza la continuidad, generación tras generación, del proyecto Meteoescuela.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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