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Iñigo de la Serna bautizó como ‘plataformitis’ aquella oleada de protestas ciudadanas que sobrevoló Santander en los meses previos a las elecciones autonómicas y municipales ... de 2015: el trazado de la senda costera, la reforma del parque de La Marga, los planes urbanísticos de Prado San Roque y Río de la Pila, la expropiación de la finca de Amparo Pérez y su fallecimiento, el impacto del Centro Botín… De la Serna salvó de la debacle popular al gobierno de la capital gracias al apoyo de Ciudadanos en una Corporación muy fragmentada, aunque perdió la holgada mayoría absoluta que había disfrutado en las dos anteriores legislaturas. Por el desplome del PP en toda España, quizá también por el efecto de las múltiples movilizaciones. Pero ninguna de ellas, ni siquiera todas juntas, tuvieron la magnitud ni la repercusión que hoy alcanza el rechazo frontal y generalizado al MetroTUS, una amenaza muy seria para el PP en su único bastión importante de poder a sólo 15 meses de los comicios de mayo de 2019.
El consenso contra el MetroTUS es demoledor. No es fácil contentar a todo el mundo, tampoco lo es tener a todos en contra. No sólo los grupos vecinales de los barrios periféricos, también los usuarios del centro, los empleados del servicio, los taxistas, las asociaciones de consumidores y estudiantes, etc, descalifican desde los primeros días de funcionamiento el sistema de intercambiadores y transbordos, los trayectos confusos, las esperas a la intemperie y las eventuales multas. La descalificación tan plural se convierte en un goloso caldo de cultivo contra el PP gobernante en Santander: para la ‘marea ciudadana’ con la que Podemos y grupos afines se proponen fortalecer su oferta electoral, para la oposición en la calle y en el Ayuntamiento que comandan PSOE y PRC.
Probablemente el PP se confió demasiado en el criterio de los técnicos de la Universidad de Cantabria que diseñaron el MetroTUS, y de los que luego lo han implantado, de que los desajustes y el malestar irían menguando con el discurrir de las primeras semanas hasta alcanzar un buen nivel de funcionamiento y satisfacción a partir del verano.
Cuesta creer que el rechazo ciudadano y la reprobación política vayan a tener tan corto recorrido. De momento, el clamor crítico se ha extendido tanto y tan rápido que al equipo de gobierno popular se le ha metido el miedo en el cuerpo. En medio del ruido, queda tiempo para la autocrítica. Puede que el proyecto del MetroTUS fuese abordado en su momento en el seno del llamado Consejo de Sostenibilidad, pero en el PP se empieza a admitir que le han faltado aplicar altas dosis de pedagogía para familiarizar a los usuarios con los beneficios del sistema y también mecanismos de participación ciudadana para identificar y solucionar o paliar los problemas de forma preventiva. Tampoco la influencia del partido gobernante en el conjunto de las asociaciones vecinales es hoy la que fue en otros tiempos.
No hay soluciones fáciles. Paralizar el MetroTUS como reclaman diversos grupos sería un fracaso sin paliativos después del tiempo y el dinero invertidos. La solución intermedia de modificar algunas líneas no evitará probablemente el agravio comparativo a aquellos usuarios que no vean atendidas sus reivindicaciones.
La tendencia contemporánea hacia el fomento y la fluidez del transporte público impera en ciudades grandes y también medianas con modelos más o menos agresivos, pero entre los santanderinos se extiende la idea de que el Ayuntamiento, al introducir cambios radicales en un servicio hasta ahora bien valorado por los usuarios, ha creado un problema donde no lo había. «Y además en el año anterior a las elecciones», remachan con pesar o con alborozo, según la adscripción política de cada cual.
El MetroTUS es el último episodio, y seguramente el más grave, de un tiempo difícil para el PP y la alcaldesa Gema Igual, después de la anulación del Plan General de Ordenación Urbana, el derrumbe de la calle del Sol, el incendio del Museo de Bellas Artes, entre otros disgustos y resbalones. La regidora intenta apagar todos los fuegos con la ayuda más bien limitada del equipo que heredó de Íñigo de la Serna, donde impera el perfil técnico más que el político que anticipa o atenúa los problemas.
Tanto trajín frente a la adversidad supone un desgaste suplementario para Gema Igual que, sin embargo, como si se creciera ante el castigo, va disipando las dudas y creciendo en ánimos para defender la Alcaldía de Santander en las urnas de mayo de 2019. Sobre todo, si se le presenta la oportunidad de formar tándem electoral con su mentor, Íñigo de la Serna, como candidato autonómico del PP, una posibilidad cada vez más verosímil para la alcaldesa y su entorno. Y en este asunto, por cierto, Gema Igual maneja mejor información que nadie.
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Ana del Castillo
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