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Un informe de ámbito europeo elaborado por el programa Centinelas ha detectado presencia de microplásticos en un 32% de los tramos analizados de la costa de Cantabria. La campaña de inspección se realizó a lo largo de 2017 en el marco del proyecto Coastwatch. ... El mismo trabajo registró botellas de plástico en un 77% de los tramos de costa y bolsas de plástico en un 67%. Además, en el 92% de los tramos analizados se encontraron residuos y la tipología más abundante es la de envases de plástico.
«La cantidad de microplástico es alarmante», destaca la técnico medioambiental Adriana Sanjurjo, una de las coordinadoras del voluntariado del programa Centinelas. «Ahora mismo es el mayor problema medioambiental, ya que por el reducido tamaño del residuo (menos de 0,5 centímetros) es irrecuperable y se adhiere con facilidad al zooplacton, alimento de la fauna marina que, tras su ingesta, llegará a nuestros platos. El microplástico ha entrado en la cadena trófica de la que nosotros somos parte», explicó.
Esta afirmación es una evidencia tras la publicación de un reciente informe de investigadores de Austria presentado en un congreso de gastroenterología, que revela que los microplásticos han llegado al intestino humano. La investigación encontró 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal en personas que residen en diversos países. Muestras de heces de personas de países tan distantes y distintos como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón contenían partículas de policloruro de vinilo (PVC), polipropileno, tereftalato de polietileno (PET) y hasta una decena de plásticos diferentes. Los autores de la investigación destacaron la urgencia de determinar el impacto de estos materiales en la salud humana.
Estudio internacional Investigadores encuentran hasta una decena de tipos de plástico en muestras de heces de seres humanos
FAO Existen 800 especies marinas que han comido plástico: aves, peces, mejillones, mariscos...
«Era cuestión de tiempo que se hiciera ese estudio», sentencia Sanjurjo. «Era previsible que si lo comen los animales, nos iba a llegar a nosotros antes o después. El microplástico es el enemigo invisible de la fauna marina, se lo comen y entra en la cadena trófica. Estas partículas tóxicas no están sólo en los peces, hay estudios que también las han detectado en el agua que bebemos y en la sal», continua.
Estas materias plásticas llegan al ser humano a través de alimentos como moluscos, mejillones, marisco y un variado espectro de especies. Según la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación, existen 800 especies de moluscos, crustáceos y peces que han comido plástico. Más tarde, estos animales fallecerán bien por desnutrición, intoxicados o por obstrucción de los órganos.
Desde el pequeño plancton hasta las gigantescas ballenas, en todos ellos se ha detectado plástico en su organismo. Incluidas las especies que consumimos regularmente como mejillones o marisco. «Un buen aficionado al marisco podría comerse hasta 11.000 partículas de microplástico en un año», cita el informe de la FAO.
Una investigación realizada por la Universidad Johns Hopkins, EE UU, que analizó diferentes tipos de sal con la que cocinamos los alimentos, se registraron hasta 37 partículas de plástico. También el agua que bebemos ha dado positivo en los análisis de rastreo de microplásticos.
El microplástico es la materia prima del plástico, pequeñas bolitas de lo que está compuesto cualquier objeto de plástico. En ocasiones, estas esferas llegan al mar porque se caen accidentalmente de los buques que las transportan. Otras veces, estas partículas se originan tras la erosión del plástico (envases, botellas...) que ha ido a parar al mar. La acción del agua, los microorganismos y la luz solar van degradando el plástico hasta reducirlo a pequeñas partículas de unas pocas micras de longitud (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro).
plásticos
El programa de voluntarios medioambientales de Centinelas ha categorizados en un año más de 100 tipologías de microplásticos, en colaboración con un programa de vigilancia de basuras en las playas del Ministerio de Medio Ambiente. Entre las diferentes tipologías, las más abundante son polietileno (PE), polipropileno (PP) o poliestireno (PET). Aquellas piezas de tamaño igual o inferior a 0,5 centímetro entran dentro del grupo microplásticos.
«Por suerte, cada vez hay más concienciación en la sociedad en este sentido y no se tiran grandes objetos al agua, como se hacía unos años atrás», apuntó Leo del Rincón, director de la empresa de buceo Mourosub, que organiza acciones puntuales de voluntariado para la limpieza de los residuos que se depositan en el fondo de la bahía de Santander. En 2012 realizaron la primer inmersión de voluntarios para retirar basura sumergida, en la que sacaron 10 toneladas de residuos en una mañana. «Había de todo bajo el mar: motos, neumáticos, hasta una lavadora. Sobre todo en las zonas cercanas a los puertos donde batería que se gastaba y sustituida, se tiraba habitualmente al agua». Desde entonces, esta práctica se ha ido controlando, como evidencia la última recogida voluntaria que ha realizado la empresa de buceo en 2018, en la que se recogió una tonelada de basura.
«En la isla de Mouro, los meses de verano, es donde en Mourosub hacemos la mayoría de las inmersiones de buceo. Los residuos que encontramos con más frecuencia son envases. No hay cantidades alarmantes, pero siempre que bajamos recogemos alguna lata o botellas que caen fortuita o voluntariamente de los barcos de recreo. En cambio, la acumulación de residuos en la bahía es más grave, hay grandes cantidades de residuos plásticos, cajas, redes y otros materiales que dejan los barcos pesqueros», apunta Rincón.
Cerca de ocho millones de toneladas de plástico acaban cada año en el mar. Con estos desechos se forman auténticas islas de residuos plásticos que flotan en mitad de los océanos. Los científicos alertan de que de no revertirse la situación, en 2050 habrá más plástico que peces en el mar. «La única solución para frenarlo es no ser tan dependientes del plástico», afirmó Sanjurjo, que opina que «no es tan difícil cambiar hábitos. Más que reciclar lo que hay que hacer es reducir. Primero, reducir; después, reutilizar; y por último, reciclar. Es prioritario dejar de utilizar plástico de un solo uso».
. «Basura recogida en la playa de Langre alrededor de mi toalla. Lo peor, las perlas minúsculas de plástico, casi invisibles, y que son comida para los peces. Qué horror y tristeza, el mar como basurero», escribía el actor Eduardo Noriega en su cuenta de Twitter, tras una jornada de playa este agosto, junto a la imagen adjuntada de su mano con estas esferas diminutas que había recopilado. Cada vez más personas reparan en la existencia de estas pequeñas perlas, también llamadas 'lágrimas de sirena'.
¿Qué son y de dónde salen? «Son 'pellets', la materia prima del plástico. Es lo que se introduce en los moldes para fabricar cualquier artículo de plástico», explica Adriana Sanjurjo, técnico medioambiental. «Llegan a la arena al caer de los buques que las transportan. También, es resultado del plástico que flota por el mar y se parte y se erosiona por la meteorología».
En la actualidad, ninguna playa se libra de estas esferas de color transparente que no superan el medio centímetro. Por su parecido con las huevas de los peces, sirven de alimento de aves que se las dan a sus crías. El resultado es la muerte por desnutrición o la intoxicación.
Un programa del Ministerio de Medio Ambiente de vigilancia de basura en la playa de Los Caballos, en Miengo, detectó, por cada 100 metros cuadrados de arena: 2.749 unidades de poliestireno, un tipo de microplástico; 5.612 unidades de plástico de entre 0,5 y 2,5 centímetros y 3.091 unidades de mayor tamaño. Los datos fueron recogidos en 2018 en cuatro campañas realizadas por el programa Centinelas, a través del Convenio Ospar.
Un equipo de voluntarios del programa Centinelas salió a tamizar algunas capas superficiales de arena, desde la línea de mar, en la Segunda Playa de El Sardinero. «Realizar este trabajo es algo personal. Lo hacemos para lograr un cambio que mejore el estado de nuestro litoral y cuando miramos a los ojos a nuestros hijos, todavía se convierte en algo más personal. Lo hacemos por ellos», explican.
El equipo primero rastrilla una porción de playa y después, con una especie de colador, separa la arena de lo que no lo es. Los residuos que aparecieron por orden de más a menos fueron: bastoncillos de orejas, tapones de botellas, tampones, colillas, microplásticos, plásticos de mayor tamaño, restos de preservativo y lágrimas de sirena. «Todo ello en una cantidad llamativa», denuncian las voluntarias. «Todavía hay mucha gente que considera que el retrete es una papelera mágica donde desaparece todo cuando se tira de la cadena, pero no es así, señores, no desaparece, aparece cuando menos te lo esperas».
de la costa de Cantabria analizada registra microplásticos. El problema de este residuo es que por su tamaño es irrecuperable y pasa a la cadena trófica.
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