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«Miedo y preocupación» en Camargo
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La alcaldesa atribuye la transmisión del virus, la mayor de Cantabria entre los núcleos de más de 10.000 habitantes, a la relajación en reuniones con amigos y familiaresSara García, vecina de Maliaño (Camargo), encarna a los vecinos que «cumplen las medidas» y que tienen que resignarse a ver cómo «los demás se ... las saltan continuamente». Por eso, y preguntada por la incidencia del covid en los últimos días en las calles del municipio, se quejaba: «Hay gente haciendo lo que le da la gana, jóvenes y no jóvenes. Así es normal que haya brotes en Camargo y en cualquier sitio. No puede ser». A su lado, sentada en la terraza de una cafetería, una resignada Luz del Mar Calleja ya se situaba en el siguiente escenario: «El confinamiento sería muy duro para todo el municipio, pero, visto lo visto, es posible que no quede otro remedio».
Camargo es el municipio de más de 10.000 habitantes con mayor número de casos por coronavirus -seguido de Laredo, Castro y de Santander- con una incidencia acumulada de 548 casos por cada 100.000 personas. Y los síntomas de esa deriva, los nervios, la preocupación y «el miedo» se sienten en las calles. Se manifiestan en el centro de salud José Barros, en Muriedas, donde la administrativa Rosa Sánchez percibe ya desde hace días los «nervios» y la «irritabilidad» de los visitantes que acuden a su ventanilla; también en el volumen «creciente» de las compras en la caja del Día, como asegura la empleada Patricia Martín.
¿A qué se debe tal incidencia? Por lo pronto, la alcaldesa, Esther Bolado, asegura que «los casos se están produciendo en los ámbitos en los que la gente se relaja, como son las reuniones entre familiares y amigos». De hecho, y para frenar esta deriva, envía un mensaje muy claro: «Es importante que por un tiempo no nos reunamos y evitemos las relaciones sociales».
La sombra de un posible endurecimiento de las restricciones genera un «desasosiego» entre los «cumplidores», como María, vecina y «hasta las narices del virus», pero sobre todo entre los propietarios y empleados del tejido empresarial del municipio, que coinciden en una palabra: «Incertidumbre».
Que se lo digan a Isaac Prado, dueño del Café Velarde, resignado ya ante el dominio del «día a día» y la «inseguridad» de no saber si podrá abrir a la mañana siguiente. La misma sensación de «inquietud» comparte Natalia Zarzuelo, de Mercería Nayda, otra empresaria que encarna la preocupación de los comerciantes del centro. «Está siendo muy difícil. Al final, vamos a ser otra vez los mayores perjudicados. La salud es lo primero, pero lo económico también nos afecta», ponderaba, antes de agradecer a los vecinos su «solidaridad» tras el confinamiento.
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