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La sala del 112, en Santander, está en una nave industrial de la calle César Llamazares, junto a la avenida de Parayas; por eso cuando la lluvia arrecia y golpea el techo con fuerza, suena como un traqueteo que opaca otros muchos sonidos. Si a ... eso se le unen las fuertes rachas de viento de estos días en la capital, el concierto parece una suerte de partitura para percusión que avanza que el teléfono va a sonar más de lo habitual. Es la alerta que pone en acción a los trabajadores que sostienen este servicio, donde recalan todos los avisos mandados por los ciudadanos para advertir sobre accidentes, incidencias y demás problemas que se dan en el día a día y que se multiplican cuando los temporales arrecian. «Estamos gestionándolo muy bien porque lo habíamos previsto, pero el incremento de llamadas es significativo», concreta Samuel Ruiz, director del servicio.
Si en una jornada normal la media de avisos ronda las 800 llamadas, en días de temporal, «sobre todo cuando tenemos algún aviso por fenómenos adversos, crecen hasta las 1.200 o las 1.500», señala Ruiz. Precisamente, en previsión de este crecimiento se planificó a principios de semana un incremento del número de efectivos en sala. «Tenemos un agente más al teléfono y ya sumamos cinco porque a las llamadas ordinarias que tenemos siempre cuando alguien tiene un accidente, un infarto o lo que sea, hay que añadir todas las que llegan por árboles caídos, por incidencias en carretera, en la costa, etc», concreta el director del servicio.
Tan pronto como el temporal se recrudece afuera –porque a lo largo de la jornada de ayer lo hizo por rachas–, los teléfonos comienzan a sonar con mayor insistencia. Los agentes tienen una diadema con un solo casco, lo que les permite tener el otro oído disponible para hablar con el compañero. Está todo pensado. Si en un accidente son varios los avisos que llegan, estos trabajadores deben tener comunicación entre ellos para completar la información que recaban unos y otros, incluso para discernir cuál es la mejor fuente.
«En ocasiones nos llaman personas en un estado muy alterado y es complicado entenderlos, por eso desde que funciona el sistema de Localización Móvil Avanzada (AMD), nos resulta mucho más fácil acudir a las coordenadas exactas donde ha sucedido todo. En casos de rescates es fundamental», informan en el 112.
En las pantallas de los agentes al teléfono –tienen varias–, se monitorizan los datos de la llamada, las condiciones del tiempo en la zona donde se ha producido el incidente y el mismo programa propone la movilización de efectivos disponibles. Bomberos, policía, servicios sanitarios, Guardia Civil... Normalmente la solución a estos eventos es tan sencilla, porque está muy protocolorizada, que no tiene mayores complicaciones. Es cuando las cosas se complican, cuando hay que recurrir al jefe de sala.
Hoy esa responsabilidad recae sobre Maite Álvarez, que no aparta la vista de las pantallas –tiene cuatro–. «Pese a lo fuerte que está soplando el viento y los intensos aguaceros, no estamos teniendo tantas incidencias. Es bueno y significa que la gente está siendo prudente y ha hecho caso a los avisos que hicimos», cuenta.
Le entra una llamada y hace una pausa en esta entrevista. La situación se está recrudeciendo. No son incidencias mayores, pero sí son muy numerosas y obligan a movilizar a todos los bomberos de los seis parques de que dispone el 112 en Cantabria. Estos efectivos son los que alargan más el turno. Están 24 horas. En sala, los agentes cumplen turnos de 8 horas y los jefes suben algo más hasta las 12. «Lo importante es mantener bien el servicio las 24 horas del día y durante todos los días del año», informa Álvarez, que avanza un fin de semana ajetreado. «Vamos a tener trabajo porque todavía hay avisos, al menos durante el sábado. De momento se está gestionando muy bien pero en los casos contados en que ha habido que priorizar llamadas, siempre buscamos preservar la seguridad de las personas».
Ella pide que cese, sobre todo, la lluvia. «Provoca muchos accidentes de tráfico y son muy peligrosos en algunos casos». En este sentido, hace un llamamiento a la responsabilidad de los conductores. «Es imprescindible que seamos conscientes de que conducimos en circunstancias adversas y que hay que tener cuidado. Y también debemos prestar más atención y distraernos menos. Muchos de los accidentes que suceden con lluvia es por conductores que se detienen a observar otros siniestros que ya han sucedido en carretera», justifica.
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