Secciones
Servicios
Destacamos
Los lugares que somos orilla de cualquier mar también somos puerto de recreo para el veraneo, tregua distinta al turismo que es visita más provisional. ... Igual que la primavera es destino de golondrinas y margaritas, los veraneantes alegran moradas vacías y alborotan el silencio del invierno.
Cuando los metrobuses futuros eran simples autobuses dobles que conducían al Sardinero llamábamos veraneantes a los turistas. Término del que nos contagiamos definitivamente después. Cuando la vacación ya no se veía económicamente limitada al monótono retorno al recreo de la infancia, a la casa del pueblo. Asomó con más fiebre el turismo, convertido en negocio con múltiples identidades: rural, cultural, gastronómico, termal. Hasta peregrinar es turismo religioso.
Nosotros depositamos toda esperanza de desarrollo en ser un escaparate mayúsculo. La ambición no es mala, pero nunca se ve saciada. Aunque cada vez hay más turistas, cada vez somos más los que aspiramos a vivir de ellos. Vaticinaban que este año, dos jubilosas aperturas -las puertas del perdón y del Centro Botín- desatarían una eclosión turística en Cantabria. Alguna autoridad, enardecida por el acontecimiento, proclamó que el Centro Botín cambiará la historia de Santander. Esperaremos pacientemente el milagro de la multiplicación de los beneficios turísticos.
De momento, este verano, parece ser que nos hemos quedado como estábamos, con las mismas cifras turísticas del año anterior. Afortunadamente ha hecho menos sol y podemos culpar al mal tiempo de las fracasadas expectativas de nuestras autoridades.
En realidad, nunca nos conformamos. Nunca hay suficientes pasajeros en el aeropuerto, ni suficientes trenes, ni suficientes clientes para tantos establecimientos, ni lo suficientemente generosos con la cartera.
Toda religión promete un paraíso. El nuestro parece ser un paroxismo turístico de proporciones descomunales. Pero el milenarismo, que se precipitó a anunciar Arrabal hace tres décadas, puede que ya esté aquí. Un estudio publicado por Science profetiza un cataclismo climático para el 2090. La mitad de la península ibérica se convertirá en desierto y el norte de España será el nuevo mediterráneo. Al fin Cantabria colmará su ambición. En vez de agua lloverán turistas. La oportunidad de no defraudarnos más a nosotros mismos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.