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En los Juegos olímpicos hay desfile inaugural. Aquí también. Luego viene 'la pasá', pero lo de la mañana tiene mucho encanto. En la avenida de ... Santiago Galas, donde se junta con la de Europa y la de Cantabria, frente al Bazar Llago, se arremolina un grupo a eso de las once. Esperan. No mucho. Pronto, se escuchan campanos en la distancia y unos segundos más tarde asoma un desfile. «¿A que no te lo imaginabas tú esto?», le suelta un abuelo a un chaval que anda alucinado. Los ganaderos marchan por Cabezón de la Sal con tanto orgullo como los legionarios por el centro de Madrid. Veteranos y también chavales (y chavalas). «Esto aquí se vive mucho. Es el día de ponerse las botas nuevas», explica un vecino del pueblo. Es un recibimiento. A ellos y, sobre todo, a sus animales. Ganado tudanco. Las vacas se ponen guapas y cualquiera diría que han ensayado los pasos. Desfilan, como si supieran que es su día y que miles de personas han ido a verlas. Primero un grupo, luego otro, otro más... De camino a la campa de Ontoria. Allí están los corrales, el bullicio, el concurso y el mercadillo. La fiesta. Sí, con menos vacas que otros años porque la enfermedad hemorrágica epizoótica o la lengua azul están en la mente de todos. Trece ganaderías y unas seiscientas cabezas. Menos que otras veces. Todo el mundo lo dice. Pero también que ha salido un día redondo y que hay mucha gente. La Olimpiada del Tudanco es una pasada. Y una 'pasá' –la de la tarde– también. Medalla de oro y orgullo de raza.
«Hoy están que no paran, ¿no las ves?», comentan dos veteranos echando un ojo a las que ya están en los corrales, que andan revueltas. Vienen de Villanueva de Labarces, de Tama, de Novales, de Liérganes, de La Hayuela... Las de Morante, una de las cabañas, llegan al ritmo del pito y el tambor. A esa hora, sobre las doce, el bar que han plantado en la explanada empieza a animarse. Hace calor y eso ayuda. Unos ponen el codo en la valla del corral para ver las vacas y otros en la barra para pedirse una cerveza.
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Como en los Juegos, aquí también hay palmarés. Al lado del templete en el que Nacho Barquín, micro en mano, va contando todo lo que ocurre, hay un panel con las fotos de las Campeonas nacionales. El año pasado, 'La Leona', de Molleda. El anterior, 'La Artillera', de Cieza... Mirando las imágenes, la que más sale es 'La Chata', con más oros que Carl Lewis. Barquín explica, precisamente, que pronto empezará «el juzgamiento de las solistas». La elegida en cada ganadería, la 'mimada'. Hay muchos premios que repartir.
Es tiempo de corros, de charlas. De comentar. «El día, muy bien. Hay menos vacas porque hay que sanear y los que las tienen en los montes es un problema tener que hacerlo y arriesgarse a tener que estabular tres meses antes. Es eso y la enfermedad del mosquito, que también frena. Y tenerlas un tiempo con repelentes e higienizándolas, que no cojan la lengua azul tampoco...», explica Diego Martínez, de la ganadería Carolina Diego (su mujer). De La Hayuela. «Lo que frena son las enfermedades y sanear. Pero es muy bonito, aunque haya poco ganado. Tal vez hay que darle una vuelta para volver a juntar 1.000 o 1.500», resume. Y en eso coincide con Ana Herrero, de la ganadería de Camilo Herrero, de Carrejo. «Hay mucho menos ganado que otras veces. De buena calidad, con mucho público y buen ambiente –explica–, pero menos ganado. Ni el mosquito ni el saneamiento ayudan, pero no es sólo eso».
El año pasado la recomendación de la Consejería era, de hecho, no ir. Esta vez, no. Precaución, pedían, eso sí. «Hay que hacer las cosas bien. Desinfectar y desinfectar para que los mosquitos tengan poco trabajo. Lo que no era normal era lo del año pasado». Eso lo dice Lorenzo González, como ganadero y como presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Vacuno de Raza Tudanca. Como el resto, reconoce que hay pocas. «El tema del mosquito afecta». Hasta el punto de que algún caso positivo impidió una mayor asistencia a última hora.
La nueva consejera de Ganadería, María Jesús Susinos, se centraba, precisamente, en «agradecer el sobreesfuerzo de los ganaderos, porque gracias a ellos se llevan a cabo estas ferias». Al «esfuerzo y la valentía» por el «plus» que conlleva la enfermedad y «todas las medidas de seguridad que –decía– sé que han tomado». Eso permite mantener la posibilidad de «socializar» y el «impacto económico».
Mantener, por ejemplo, el lleno en el mercado. Productos típicos, artesanía, menaje, ropa... Allí andaba un año más (y van treinta), María Teresa Vázquez (Hermanos Saez, con quesos y panes en el puesto). «A primera hora parecía flojo, pero se ha animado mucho». O Sara Agüero, que se estrenaba con sus tarros de miel (La mielería de Sara). «Nosotras estamos muy contentas». De lo mejor, la charla del fabricante de cuévanos con un matrimonio portugués. «Estos eran para meter el verde...».
Hora de comer (bocatas de panceta del tamaño de un brazo). Y a coger sitio. Porque quedaba el plato fuerte. 'La pasá'. El desfile oficial de las olímpicas tudancas. Todas juntas y en unas calles (la avenida de Cantabria, José Hierro, Virgen del Campo...) abarrotadas. Una estampa de aquí. Tudancas y asfalto, vacas por Cabezón. Y, entre ellas, 'La Chata', de San Felices (otra Chata, no la que ganó otras veces). La nueva campeona olímpica.
El que fuera alcalde de Cabezón de la Sal, Santiago Ruiz de la Riva, no se refiere a la cita ganadera como Olimpiada del Tudanco. Ruiz de la Riva –Tayo– habla de «la exposición de ganado de raza tudanca» de la que fue fundador en 1978 y en la que estaría al frente hasta el 2006. «Empezó como una reunión de ganaderos con el objetivo de poner en valor la carne de vaca tudanca, que entonces estaba muy denostada y desprestigiada». El primer año la exhibición se celebró en una parcela de Carrejo y, a lo largo de las siguientes ediciones, se fue cambiando de ubicación, pasando por el Concejero, los exteriores del CEIP Ramón Laza y Berracabras. «Estaba subvencionada por el Ministerio de Agricultura», dice. Recuerda Tayo que la primera feria costó 200.000 pesetas. Una comisión de ganaderos escogía las mejores tudancas que podían participar.
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