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El investigador de la UC Javier Viguri, en una de las salidas para tomar muestras DM
Misión cántabra en la Antártida

Misión cántabra en la Antártida

Javier Viguri, científico de la UC, ha estado un mes en la base Gabriel de Castilla tomando muestras y experimentando al hilo del Proyecto Dichoso para el estudio ambiental del océano austral

Mada Martínez

Santander

Lunes, 11 de marzo 2024, 07:14

Desde su ventana en la base Gabriel de Castilla del Ejército español en la Antártida, Javier Viguri ve cada día una hermosa bahía formada por la caldera de un antiguo volcán. «Al frente, el glaciar negro, que, como una tarta helada, combina el blanco del hielo con el negro de la ceniza volcánica; y al fondo, el Monte Pond, la cota más alta de la isla», describe por correo electrónico este investigador de la Universidad de Cantabria (UC), en misión científica a miles de kilómetros del campus de Las Llamas, donde es miembro del Grupo GER (Green Engineering and Resources).

Viguri está en la Antártida como miembro del Proyecto Dichoso (2022-25), cuya finalidad es evaluar el estado ambiental de una porción del Océano Antártico para identificar así «su grado de afectación» por el cambio climático y «proyectar tendencias futuras», resume la UC en su web. Está financiado por el Plan Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia y tiene naturaleza interdisciplinar, es decir, en él participan científicos de varios campos e instituciones, entre ellas, el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía, el Español de Oceanografía y el de Ciencias del Mar-CSIC. Con el proyecto en plena campaña 2023-24, Viguri hizo nuevamente las maletas hace un mes –la UC ya participó en 2021 en otra fase antártica en la Isla Livingstone– y puso rumbo a Isla Decepción.

Salida en grupo fuera de la base Gabriel de Castilla, en Isla Decepción. DM

Es preciso detenerse en este nombre tan evocador. Isla Decepción, en el archipiélago de las Islas Shetland del Sur, tiene forma de herradura y en sus entrañas encierra esa caldera de un volcán activo que ha formado la increíble bahía que Viguri ve a diario desde su ventana. «Existe cierto consenso en torno a la suposición de que fue el cazador de focas Nathan Palmer quien bautizó la isla como 'Deception Island' tras descubrir que su engañosa apariencia escondía en realidad ese volcán con forma de herradura, una caldera con una bahía en su interior y un estrecho canal por donde circulan vertiginosos el mar y el viento», explica Viguri.

1-4º es la temperatura

a la que se encuentra el habitáculo especialmente habilitado en la base donde Javier Viguri puede trabajar a temperatura ambiente.

La traducción al español sería, en cualquier caso, Isla del Engaño; y bendito engaño en términos científicos. «En este volcán dormido bajo las aguas heladas confluyen fenómenos naturales, como fumarolas hidrotermales, sismicidad, lagunas de diversos colores y deshielo de glaciares, que han dado lugar a una flora y fauna excepcionales», revela el científico. Y en esa isla, que aloja una de las mayores colonias de pingüinos barbijos de la Antártida, está la base Gabriel de Castilla, una de las dos sedes científicas que España tiene en la zona.

Ni la decepción ni el engaño, sino todo lo contrario, condicionan la práctica científica de Viguri. «El trabajo aquí ha supuesto una experiencia única, primero por el interés científico de la misión, pero también por el entorno» humano y natural. «Todo ello hace que el investigador ponga todo lo mejor de su parte en la actividad diaria», admite el científico, que en unos días llegará a Santander tras haber pasado cerca de un mes en tierras heladas.

En esta fase del proyecto, Viguri se ha dedicado a tomar «muestras de suelo y sedimentos a lo largo de diferentes puntos de interés, así como de agua oceánica y agua de glaciar». Ha recogido cenizas de las fumarolas volcánicas y muestras de suelo ornitogénico de las pingüineras. Con ellas «se realiza un primer trabajo en la base antártica durante el mes de estancia. El trabajo es muy intenso, aprovechando las condiciones únicas de la isla para tomar muestras y realizar experimentos. Pero, posteriormente, se completan los experimentos en España a lo largo de todo un año». Con los resultados que se van extrayendo en cada fase del proyecto y con la aportación de cada grupo, se generan conclusiones provechosas.

Imagen principal - Misión cántabra en la Antártida
Imagen secundaria 1 - Misión cántabra en la Antártida
Imagen secundaria 2 - Misión cántabra en la Antártida

En la UC, Viguri y su equipo trabajarán primero con los datos obtenidos en la Antártida. Eso será tras la llegada de las muestras a España en mayo de 2024, transportadas por el buque oceanográfico Hesperides. Luego llegará la siguiente campaña antártica: el proyecto contempla una segunda fase en el verano austral de 2025, en la que la investigadora Gema Ruiz protagonizará la expedición.

Un día en la base

La base Gabriel de Castilla la gestiona el Ejército de Tierra. Con capacidad para 28 personas, en esta campaña se han ampliado los alojamientos para dar cobijo al pico de personal. «Durante mi estancia hemos llegado a estar 40 personas», revela Viguri.

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La vida allí transcurre a golpe de reloj: toque de diana a las 07.00 horas; comida a las 14.30; cena a las 20.30 y silencio dos horas y media después. Y en medio, «trabajo en las dependencias y laboratorios, o salidas al campo a pie, o en una de las seis zodiac de la dotación», enumera el científico. Cada salida de la base se programa en función del tiempo, las necesidades de los investigadores y los recursos. «Pero todo puede cambiar en cuestión de horas debido a la meteorología», dice Viguri, que pone un ejemplo: «El pasado martes, el día comenzó despejado y con sol, a mediodía nos acompañó una fuerte nevada y, por la tarde, el viento levantó fuerte oleaje en la bahía de la isla». Tres en uno.

Los investigadores colaboran en las tareas de limpieza y cocina de la base, así que hay poco tiempo para el esparcimiento, admite Viguri. «Se trata de aprovechar al máximo la estancia para salidas al campo, procesado de muestras y experimentos. El gran esfuerzo realizado por la dotación que apoya a los científicos, la dificultad de llegar hasta la base y los retos científicos hacen que la actividad diaria sea muy intensa», incide Viguri. Eso sí, en las comidas y cenas, los expedicionarios y el personal de la base comparten sus experiencias. «Y después de la cena no puede falta la partida de futbolín».

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