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Todos los que han participado en este reportaje sobre el modelo turístico para Cantabria han utilizado un adjetivo. Sostenible. Al preguntarles qué debe hacerse, al ver esa foto reciente del Puntal o aquella otra de los carteles puestos por unos vecinos ante el deterioro del bosque de secuoyas. También al hablar del decreto de pisos turísticos, el riesgo de masificación, las políticas de vivienda o la posibilidad de cobrar una tasa a los turistas. Asuntos que han avivado el debate. El modelo debe ser «sostenible», han dicho todos. Ahora bien, como reflexiona un experto –un técnico, un profesional de la investigación–, «hay muchos intereses contrapuestos al hablar de sostenibilidad turística». La perspectiva de lo sostenible es muy distinta si uno habla con un empresario, un residente, un activista medioambiental, un gestor público o un turista. Y ahí está la clave. «Lo sostenible y lo que es necesario no es lo mismo para todos, pero sí es necesario encontrar un punto en común». Y ojo, porque la sostenibilidad –lo dice el experto– tiene tres patas: medioambiental, sociocultural y económica. «Hay que conservar el patrimonio, preservar los modos de vida y generar economía». Todo ligado. El debate es evidente y este reportaje pone distintas visiones sobre la mesa. Para saber cuál es el modelo turístico –y cuáles son las alternativas– al que se dirige Cantabria. Porque hay otra coincidencia. «Algo hay que hacer».
De entrada, ¿cuál es el modelo por el que apuesta la Consejería? No ayuda que hayan declinado participar en este reportaje. «No vamos a entrar a este debate así. Cuando tengamos cosas que contar, lo haremos», respondieron. Toca entonces acudir a lo dicho en los últimos meses. Por ejemplo, Luis Martínez Abad, director y consejero delegado de Cantur. Al preguntarle este periódico por la continuidad o no del modelo de los últimos años, aseguró que «el objetivo sigue siendo el mismo en el que han trabajado gobiernos anteriores: desestacionalizar, descentralizar para llevar turistas a las comarcas y lograr más visitantes internacionales». Y sobre el riesgo de masificación dijo que «preocupa» y que lo que se busca es «tender a un turismo de calidad y sostenible». La consejera, Eva Guillermina Fernández, ha incidido en este asunto. «Seguir trabajando en lograr no necesariamente más turistas, sino de mayor calidad, que dejen mejores márgenes. Hay que buscar iniciativas que consoliden un modelo de Cantabria turística cuatro estaciones. En verano no necesitamos más turistas, sino el resto del año. La capacidad de carga del territorio es limitada y vamos a encargar un estudio. Cantabria no ha alcanzado ese límite del que se habla en otros sitios donde asoma la turismofobia, pero lo que sí ocurre es que todos los turistas vienen en la misma época. Las políticas deben ir a desestacionalizar y a crear flujos en verano con rutas alternativas y redirigir esos flujos». Dijo eso y –en referencia al Camino Lebaniego, pero también en sentido amplio– que se pretende «reorientar la labor de promoción».
Lo del estudio es importante. La Consejería ya ha iniciado contactos con la Universidad de Cantabria para analizar «la carga turística». Falta información. En eso coinciden muchas opiniones. Además, la proliferación de alojamientos ilegales ha distorsionado los números. Es imposible saber cuántos visitantes recibe Cantabria. «No se puede tomar decisiones sin saberlo, sin conocer el grado real de saturación», indica el catedrático de Marketing Ángel Herrero.
«Tenemos que tomar medidas para evitar un turismo descontrolado y poco sostenible que castigue nuestro territorio»
«No nos sirve de nada trabajar mucho un verano si perdemos calidad. Los más interesados en un desarrollo sostenible somos nosotros»
«Tenemos que decidir un modelo. Hay que darle una vuelta. Seguir con lo mismo nos lleva a más masificación. No puede ser que cuantos más, mejor»
«Rechazamos que las viviendas turísticas sean las causantes de la falta de vivienda. Hay quince veces más viviendas vacías que viviendas turísticas»
«Su plan (del actual gobierno como del anterior) es que no haya plan, dejar al mínimo la ordenación territorial y toda normativa»
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Más allá de eso, Fernández presidió recientemente el Consejo Regional de Turismo, que no se reunía desde 2019. Allí ofreció un «esbozo» de «las líneas de la Consejería». Habló de los planes de sostenibilidad de las distintas comarcas, de proyectos de eficiencia energética y digitalización turística o de economía circular.
De las palabras de la presidenta Buruaga también se pueden extraer conclusiones. De su discurso en el debate sobre el estado de la región. Más allá de celebrar las últimas cifras de pernoctaciones, aseguró que «tenemos que tomar medidas para evitar un turismo descontrolado que castigue nuestro territorio». «En definitiva –dijo–, apostamos por un modelo turístico sostenible y de calidad vinculado a la cultura, el patrimonio y el conocimiento; por la diversificación de la oferta y su descentralización sobre el territorio; por la internacionalización y la desestacionalización, que no es sólo una estrategia económica, sino una manera de garantizar el equilibrio y la cohesión en nuestro entorno».
¿En qué se ha traducido? Buruaga habló del cambio de estrategia con el Camino Lebaniego, de los proyectos culturales acabados o en marcha (Puente Viesgo, Reina Sofía, Faro Santander, el de Prehistoria...) y de un «plan de inversiones sin precedentes». Más de ochenta millones. ¿En qué? En el futuro teleférico del Mirador del Pas, en el entorno del Túnel de la Engaña, en nuevos recintos y un tobogán en Cabárceno, en una telecabina y otras actuaciones en Alto Campoo o en la renovación del Teleférico de Fuente Dé.
Y también en medidas legislativas. Incidió en el futuro decreto de regulación de las autocaravanas y, sobre todo, en el de las viviendas de uso turístico (VUT). De este último, ya se conoce el borrador que, de entrada, deja en manos de los ayuntamientos las principales decisiones. También hay que citar aquí la redacción definitiva de la Ley del Suelo. «Ni va a llenar de cemento Cantabria, ni va a abarrotar de urbanizaciones todos los municipios rurales», defendió hace unos días el consejero Media.
Todo esto –a falta de una respuesta concreta para este reportaje– define el modelo turístico del Gobierno. Toca ver qué dicen otros. El Día de las Instituciones, en torno a quinientas personas mostraron su descontento dentro de la plataforma 'Cantabria para vivir'. «No se si entienden muy bien cuál es el modelo de la Consejería», manifestó Eva Guillermina Fernández en torno a la protesta.
«Su plan (del actual gobierno como del anterior) es que no haya plan, dejar al mínimo la ordenación territorial y toda normativa, para que los cuatro de siempre ganen sin control, pese a los graves perjuicios que esta desregulación tiene para el común», resume su postura Diegu San Gabriel, coportavoz de Cantabria no se Vende (promotora de 'Cantabria para vivir'). A su juicio, lo que se ha promovido desde la Administración es «el turismo de urbanizaciones de residencia esporádica, que, cientos de atentados paisajísticos después, resulta el más insostenible, el que genera menos ingresos, deshace los lazos vecinales y más daña nuestra identidad».
Insoportable para los servicios de los municipios «que multiplican su población», el modelo «dificulta la regulación de visitantes y la compensación con tasas». Ellos defienden, con «urgencia», «un plan de ordenación territorial y arreglar la Ley del Suelo». Y también que hay un «conflicto evidente entre turistificación y acceso a vivienda de los locales», que «no se soluciona urbanizando más».
«El turismo –dice– genera empleo temporal y precario, mientras dispara el precio de todo. Por eso tenemos la juventud con mayor dificultad de emancipación, localidades con la mitad de viviendas de uso esporádico y cada vez es más difícil encontrar un alquiler que no te eche en junio».
Más voces. «No nos sirve de nada trabajar mucho un verano si perdemos calidad, fama o los clientes se van insatisfechos. Los más interesados en un desarrollo sostenible y equilibrado somos nosotros», pone como primera premisa de su análisis el presidente de la Asociación de Hostelería. Para Eduardo Lamadrid no hemos llegado a «la masificación» en términos absolutos, «pero hay que intentar que esa herida no se produzca». «Es básico diversificar para no concentrar la llegada de visitantes en unos pocos puntos, algo que afecta a la calidad de la visita y que hace que los residentes puedan quedarse con lo menos bueno del turismo».
Receta: «Más énfasis en la distribución uniforme por una Cantabria que es realmente infinita», en otros productos turísticos, en la «mejora de infraestructuras» (el tren o del avión) o en el conocimiento de los datos para «saber exactamente la capacidad máxima» de las zonas. «Es difícil que los ayuntamientos puedan planificar los servicios si no saben exactamente cuánta gente reciben».
Ahí entra de lleno en el asunto de los pisos turísticos ilegales y en el necesario «equilibrio entre el desarrollo turístico y el derecho a una vivienda digna». ¿Cómo? «Con una regulación adecuada». «Apoyamos la implementación de medidas para combatir el alquiler ilegal». No es sólo un asunto turístico, es –apunta– «un problema social».
No son partidarios de tasas turísticas. Porque «aún no hay masificación y porque sería contraproducente». Agravaría «la brecha» con los alojamientos ilegales. Y la Hostelería «ya contribuye a la región». «Hay que enfocarse en una mejor gestión sin más cargas para los visitantes».
Tampoco en la Asociación de Turismo Rural son partidarios de las tasas. «Pero, si no hay alternativa y entendiendo que es una decisión mala, no nos oponemos si el dinero va claramente destinado al turismo y a un mejor servicio», sostiene Jesús Blanco. Hace un análisis profundo. Empieza diciendo que el modelo «hasta ahora» ha sido atraer al mayor número de visitantes. Y eso «estaba bien», pero ha pasado el tiempo, han cambiado las circunstancias y han surgido problemas. «Tenemos que decidir un modelo porque seguir con lo mismo nos lleva a más masificación». Aunque ahora sea únicamente «durante un mes y medio» (lo que dura la temporada en Cantabria) y en puntos concretos. «Hay ayuntamientos sobrecargados y otros que no, siendo verdaderas maravillas».
«Lo más sensato –concluye– es que, una vez estemos en temporada baja, se escuche a agentes sociales, políticos, económicos y empresariales. Poner encima de la mesa todos los intereses y sacar conclusiones para adoptar políticas». Blanco aboga por desterrar el cuanto más mejor y sustituirlo por «la promoción de productos turísticos concretos, la apuesta por la calidad de la oferta y la profesionalización del sector». Entiende que es un debate «complejo», «de mucha gente», que no afecta a una única consejería y en la que pide voz para las «pequeñas empresas». «El Gobierno debe apoyar ese tejido, porque es el que más abunda y el que da más empleo».
Producto de cercanía, agroturismo, paquetes en interior... «Darle una vuelta y meter todo eso en la batidora». Y «una política de vivienda clara», con «limitaciones a los pisos turísticos y las exigencias que correspondan». «Para que la gente de aquí pueda vivir y los profesionales que vienen de fuera puedan alquilar un piso. Ya vemos lo que está pasando en otros lugares y eso nos tiene que servir como experiencia». En resumen –afirma– que «para los de aquí y los que vengan sea un buen lugar, que vengan en las condiciones adecuadas».
¿Alusiones a los pisos turísticos? «Rechazamos que las viviendas turísticas sean las causantes del problema de la falta de vivienda. Hay quince veces más viviendas vacías que turísticas, una flagrante escasez de construcción y una Ley de Vivienda y de Arrendamientos que no facilita la disponibilidad de alquileres a largo plazo». Lo dice Jaime Paino, presidente de la joven Asociación de Viviendas de Uso Turístico (Avutcan). De las que están en situación legal, claro.
Son otra pata y están en el centro del debate. «Es importante recordar –dice Paino– que el turismo en Cantabria se concentra en cinco semanas, y muchos dependen de este turismo para vivir el resto del año. Representa el 11% del PIB y el 13% del empleo directo». Dice eso y que la satisfacción del visitante se logra con «experiencias auténticas y servicios para diversos perfiles». «Todos los modelos de alojamiento no solo tienen cabida en Cantabria, sino que son necesarios». Habla de «fomentar la contratación de residentes y apoyar a emprendedores locales en lugar de grandes grupos».
Y de «un modelo fundamentado en el respeto al medio ambiente, el desarrollo económico y social, la preservación del patrimonio cultural y la satisfacción del visitante». O sea, aunque no lo cite expresamente, un modelo sostenible.
Miles de jóvenes abarrotando El Puntal y un escenario desolador –sucio– a la mañana siguiente. Tanto, que el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar pidió ayuda a la Guardia Civil, que acudió con una embarcación el siguiente fin de semana. ¿Masificación? «Los establecimientos de El Puntal son los primeros que están en contra de esto. Es un macrobotellón y muchos de los participantes eran cántabros. Los botellones generan problemas de seguridad, de limpieza y mala imagen. Creemos en campañas de concienciación y en reforzar la vigilancia donde se produce. O lo empezamos a cortar, o crecerá la bola», asegura al respecto el presidente de Hostelería, Eduardo Lamadrid.
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