la moto

El Partido Popular utilizó su propio acto de celebración de 40 años de democracia para arremeter contra Revilla. Desprecio al contrario que desmerece el espíritu de esta conmemoración. Se podría malpensar que allí el PP enunció ‘la democracia soy yo’, parafraseando a Luis –el rey Sol, no Bárcenas- y que todo adversario político está fuera de su órbita.

Para regocijo del respetable, en un lapsus Maroto reconoció que nuestro presidente es de esos políticos que solo tienen sentido si existen otros que roban. Es decir, que ellos mismos, los enésimos casos aislados del PP, se atribuyen su creación. Pero Revilla ya existía antes que Maroto o la propia Buruaga que, en excitada oratoria, le llamó «mentiroso, frentista e irresponsable». Menos mal que se sublevó contra Diego para tender puentes con los regionalistas. Menos mal que era un acto de exaltación de la democracia.

Decía Chomsky que si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada. Tenemos la tentación de considerar antidemocrático, con precipitada ligereza, todo aquello con lo que no comulgamos.Incluso en asuntos cotidianos se aplican calibres desconcertantes.

El equipo de gobierno de Santander quiere prohibir que la concejala Tatiana repita cada mes las mismas iniciativas, «para que no se devalúe el Pleno». A renglón seguido, también quieren prohibir que pasen por dicho órgano sus facturas sin regularizar, para evitar rendir cuentas. Al parecer –pasmosa incongruencia– según nuestra autoridad municipal quitar competencias al Pleno no lo devalúa. Es más transparente cocinar en la intimidad de la junta de gobierno local, donde solo votan ellos.

El filósofo Manuel Cruz dice que los políticos, como los futbolistas, deberían mirar más el campo y menos la pelota. Nosotros como espectadores, también.