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Eduardo, Florina, Fernando, Lourdes y Elena. Son solo cinco de los más de 800 pasajeros que ayer, debido a la fuerza del viento en Cantabria, vieron cómo sus vuelos fueron desviados o cancelados en el aeropuerto Seve Ballesteros de Santander.
La región alcanzó en la ... jornada de este martes rachas de hasta 147 kilómetros por hora. Fue en San Roque de Riomiera, a las 23.10 horas. Un vendaval que afectó a toda la comunidad autónoma, aunque a unas zonas más que otras. En el aeropuerto, ese viento huracanado, se tradujo en cancelaciones, aterrizajes abortados, desvíos y trastornos para los pasajeros. El resumen es el siguiente: dos vuelos cancelados (las partidas desde la capital cántabra hacia París y Bucarest) y tres desvíos, los procedentes de Londres, París y Bucarest.
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A partir de ahí, todo depende de la compañía: ¿Ryanair o Wizz Air? Con esta segunda parece que los pasajeros salieron peor parados. «El piloto intentó aterrizar en Santander, pero no pudo, así que nos desviaron a Zaragoza. Nos anunciaron por megafonía que nos llevarían en buses hasta Cantabria, pero una vez en tierra nadie de la compañía nos dio una explicación. Allí se quedaron familias con niños pequeños a pasar la noche», relata Eduardo Arroniz, que optó por descansar en un hotel. Cuando esta mañana ha ido al aeropuerto para encontrar una solución, le han comunicado que el resto del pasaje partió a primera hora en autobús. «A los que no hemos hecho noche allí no nos han dicho nada». Así que de nuevo se ha quedado colgado. Finalmente ha terminado por coger un tren, pero cruzando los dedos para que la catenaria, con los antecedentes que tiene en Cantabria, no falle: «Ya tengo bastantes emociones para unos días».
Eduardo Arroniz
Afectado del vuelo procedente de Bucarest
El avión que debía aterrizar en Santander procedente de Bucarest con Eduardo a bordo tenía que ir de vuelta a Rumanía con Florina Nicolaita y su familia. Partieron de Asturias hacia el aeropuerto de la capital cántabra con la intención de despegar a las 20.55 horas. Facturaron las maletas, pasaron el control de seguridad y cuando llevaban una hora esperando para subir al aparato les comunicaron que se cancelaba. Ahí comenzó su odisea. Era casi la una de la madrugada. «Tuvimos que llamar a Iñaki (responsable del parking Parayas) para que nos dejara sacar el coche, que menos mal que vino para ayudarnos. Nos pusimos rumbo a Madrid, donde llegamos «agotados», con niños, y directos para embarcar en un vuelo nuevo. «Nadie se hizo cargo de nosotros. Nos tuvimos que buscar la vida. Vamos a poner una reclamación», asegura esta vecina de Asturias de camino ya a Bucarest para visitar a su familia.
Florina Nicolaita
Afectada del vuelo con destino Bucarest
Fernando Otamendi, su pareja y su bebé de 15 meses estuvieron a punto de aterrizar en el Seve Ballesteros cuando más soplaba el viento. Procedían de Londres y viajaban con Ryanair. «Había muchas turbulencias y en el ambiente se palpaba el nerviosismo. El piloto intentó aterrizar, pero no pudo, y en la segunda oportunidad para hacerlo decidió abortar y desviar el avión a Madrid», relata este vecino de Pamplona que tenía su coche también aparcado en el parking de Parayas. Viajaron hasta Santander en autobús, pero por las horas y porque viajaban con su pequeña, tuvieron que hacer noche en un hotel. Hace cuentas de lo que ha tenido que gastar de más. «La estancia, la cena, el desayuno... Vamos a reclamarlo todo».
Fernando Otamendi
Afectado del vuelo procedente de Londres
«Ha sido la odisea de mi vida». La frase la suscribe la cántabra Lourdes Martínez después de ver cómo medio pasaje del vuelo procedente de París vomitaba por las turbulencias en los dos intentos de aterrizaje en el Seve Ballesteros. Ella también lo hizo. Perdió la cuenta de cuántas veces. Demasiadas. «Aquello se movía por todos lados. Lo pasamos muy mal, estábamos asustados, mis hijas también, medio avión estaba vomitando, las azafatas no se podían poner de pie para darnos las bolsas...». Elena Roma, que también viajaba en ese vuelo con sus dos pequeñas de 3 y 6 años, describe el mismo escenario. «Olía todo a vómito. Menos mal que con el segundo intento de aterrizaje nos repartieron unas bolsas», señala.
Lourdes Martínez
Afectada del vuelo procedente de París
Al final, el piloto -que según cuentan las pasajeras «era joven y no debía de tener mucha experiencia»- optó por desviar el avión a la capital de España. Allí, en una de las terminales, las subieron a un autobús para transportarlas hasta el aeropuerto. «Y otra vez la gente vomitando, no nos había dado tiempo a recuperar», señala Lourdes.
Varias tripulaciones han decidido desviarse a #Madrid Barajas por problemas de meteo en #Santander. #SafetyFirst pic.twitter.com/KAYoMn0upI
— 😉Controladores Aéreos 🇪🇸 (@controladores) October 17, 2023
Para colmo, Ryanair repartió unos vales a canjear y así poder asentar el estómago, «pero después de media hora esperando en la cola de la cafetería no eran válidos porque habían cambiado de dueños».
Lourdes lo tiene claro: «Se me han quitado las ganas de volver a volar». Y eso que consiguió uno de los cinco coches privados que la aerolínea irlandesa fletó -tras ocupar todos los autobuses con el pasaje de Londres y París- para viajar hasta Santander. La factura costó 560 euros, 152 euros más que sus cuatro billetes de ida y vuelta a París.
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