Mujeres de uniforme en las aulas cántabras

Hay en torno a un 12% de mujeres en las Fuerzas Armadas, aunque en ramas como la del Ejército del Aire y el Espacio su presencia es menor, avanzó desde el escenario la sargento primero del Ejército de Tierra Susana Martín, que condujo esta actividad apoyada por la Asociación Retógenes Amigos de la Historia Militar y la Delegación de Defensa en Cantabria. La situación, no obstante, «ha cambiado», según evocó Sánchez Pandal que, cuando inició su formación, recién estrenada la década de 1990, apenas si se cruzó con más compañeras. Práctico del puerto militar de Ferrol, Sánchez ha ido tejiendo una carrera más que meritoria en sus «32 años de servicio», y de ella dio cuenta ante el auditorio escolar. Contó cómo maneja fragatas y cómo dirige las maniobras de salida o entrada a puerto de embarcaciones de gran envergadura. Para los interesados en hacer carrera militar, habló de la «mejor experiencia» de su vida: el crucero en el Juan Sebastián Elcano, el «barco más antiguo» de la Armada.

Que la princesa Leonor esté en plena fase formativa por las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas le sirvió de percha a la capitana-enfermera Cristina Vinué para hablar de su capacitación como miembro de los cuerpos comunes, quizá uno de los más «desconocidos». Enfermera por vocación, buena deportista –para estar en las Fuerzas Armadas «hay que estar en forma», insistieron las cinco– y en el Ejército «de forma más circunstancial», Vinué habló de su periplo profesional y de su destino actual: la Unidad Militar de Emergencias (UME). Ha participado en varias misiones internacionales –Afganistán o Nepal–, si bien su trabajo también supone acompañar al personal en las maniobras, vacunar y hacer reconocimientos médicos, o intervenir con la UME en incendios, inundaciones y otras catástrofes.

A su lado, la teniente Marta Blanco, piloto de helicóptero de solo 24 años, detalló los itinerarios de acceso a un puesto en el que la presencia de las mujeres es escasa. El hecho de que no haya muchos puestos disponibles por ninguna de las vías de entrada –PAU, carrera universitaria, itinerario dentro del Ejército– significa que hay que emplearse a fondo. Ella lo tenía claro desde bien pequeña y las fotos de su infancia que mostró a los alumnos del Pereda así lo atestiguaron. Está destinada en Canarias prestando apoyo a Salvamento Marítimo. Le encanta manejar helicópteros. «Los puedes usar en cualquier lugar».

«En el Ejército hay que estudiar», dijo para cerrar la soldado Ana Pinedo, perteneciente al Regimiento de Transmisiones 21, y con una historia singular. Bailarina de ballet –cumplió su «sueño» de bailar en una compañía londinense– y estudiante de Química, llegó un momento en el que quiso regresar a España y tener un trabajo que le permitiese acabar la carrera. «Y entonces conocí una profesión que es una forma de vida». Ingresó en las Fuerzas Armadas –Tierra– en 2018 y no las abandonó cuando logró su título universitario. En el vídeo del ejército que proyectó en el salón de actos del IES Pereda estaban todas sus razones.

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