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Mientras la mayor parte de los restaurantes de la región volvía a preparar las mesas de dentro para dar de comer a su clientela, en La Finca, en Puente San Miguel, Raúl Pérez trataba de que la ventolera no se llevase los manteles de su ... terraza: según el nuevo semáforo covid que regula las restricciones en los municipios, en el suyo, Reocín, los interiores de la hostelería siguen vetados.
Dice que no le convence el nuevo sistema que Sanidad emplea para aplicar restricciones. Como él, otros hosteleros, comerciantes y alcaldes de los ayuntamientos pintados en rojo –y magenta– en el mapa de la pandemia en Cantabria a partir del semáforo covid, rechazan el cambio de criterio de la Consejería, aunque también hay excepciones.
«Ahora que hay movilidad, restringir los espacios no tiene ningún sentido», razona Pérez, y lo explica con un ejemplo: «En Puente San Miguel se van a limitar las actividades deportivas en pabellones, así que diez personas pueden echar una pachanga en Polanco, pero no en Reocín, con lo que se clausura el recinto, pero las personas pueden moverse libremente. Con los restaurantes sucede igual: como no se puede comer dentro y anuncian mal tiempo para el fin de semana, la gente está anulando las reservas para ir a otros con los interiores abiertos y que están al lado. Mi local está restringido para dar comidas en el interior, pero las personas de Reocín se pueden ir a otro sitio. Y las personas de Torrelavega, aunque allí tienen baja incidencia, no pueden comer dentro de mi local».
Para este hostelero, estas novedades en la gestión de la pandemia por parte del Gobierno constituyen «un parche para no reconocer su error: el cierre de interiores no ha dado resultado, y reconocerlo ahora sería abrir la puerta a posibles demandas».
Javier Incera, alcalde de Colindres, confiesa que le alarmó comprobar que su municipio se encontraba en riesgo extremo cuando 48 horas antes su situación era estable. Y se preocupó mucho. Después, al traducir las tasas a casos, volvió a sorprenderse: los 129 casos por 100.000 habitantes a siete días en mayores de 65 años corresponden a... dos vecinos. Si sigue echando cuentas ve que si no se diagnostican más positivos en el municipio, en un par de días podría bajar otros tantos niveles el riesgo, y tampoco le encuentra lógica: en su opinión, los indicadores que se utilizan penalizan a los municipios de menos de 10.000 habitantes.
«Las decisiones de Sanidad son completamente arbitrarias, desiguales y nada equitativas entre unos y otros, como se pone en evidencia. El cambio de criterio genera en incertidumbre, inseguridad y miedo en los ciudadanos. Hoy, los vecinos de Colindres creen, por la información de la Consejería, que se encuentran en riesgo extremo, cuando la realidad de los datos no dice eso. El consejero ha infundido miedo a los ciudadanos, y el miedo no es buen compañero de viaje en ninguna situación, y menos en esta. Él mismo ha declarado que este sistema es una experiencia, un ensayo, pero los vecinos y vecinas de Colindres no están para ensayos».
La presidenta del Partido Popular, María José Sáenz de Buruaga, ha reclamado al Gobierno un plan de transición a la normalidad «verdadero» y vinculado al avance de la vacunación, frente a un modelo de semáforo covid «que consolida las restricciones y el cerrojazo económico y deja a Cantabria en vilo». «No puede ser que nadie en la región sepa qué va a ser de su vida, de su negocio y de su empleo dentro de siete días porque tenemos un Gobierno incapaz de anticiparse y de planificar», censuró la presidenta del PP.
La regidora de Castro Urdiales, Susana Herrán, no comparte en cambio el análisis de su colega: opina que el semáforo covid está diseñado por expertos y que a los demás les toca acatar y tratar de mejorar la situación sanitaria. «Estamos resignados: a nadie nos gusta este nivel, y preferiríamos, a ser posible, no tener ninguno, y que la hostelería y el comercio pudiesen trabajar de la manera más normalizada. Pero somos responsables, y aunque estemos esta semana en esta situación, todos confiamos en que mejore. Hay que dar prioridad a la salud antes que a otras cosas, y hay que esperar a que mejoren los datos y baje el nivel de riesgo. Mirar a los municipios de al lado tampoco nos va a llevar a nada, poco consuelo da. De lo que se trata es de que todos los municipios, y no solo Castro, tengamos los mejores datos para desarrollar nuestro día a día de la mejor manera posible y cumpliendo las indicaciones de Sanidad».
En Santa María de Cayón, Francisco Viar, su alcalde en funciones, lamenta la incapacidad para encontrar un equilibrio entre salud y actividad económica. «Todos los vecinos me trasladan lo mismo: inquietud, desilusión... no entienden este mensaje. No se encuentra justificación a que con veinte casos de covid nos mantengan en el nivel cuatro». «El semáforo es un protocolo que no entra al detalle de los diferentes ayuntamientos, y pienso que se debería evaluar con más precisión», concluye.
La hostelería «está que fuma en pipa» en Los Corrales, afirma Salvador Victorino, presidente de la Asociación de Comerciantes y empresarios del Valle de Buelna. «En el comercio seguimos manteniendo un tercio de la afluencia así que no cambia nada, pero para los hosteleros sí: ahora viene mal tiempo y no pueden abrir el interior, y les está afectando aunque el Ayuntamiento les ha dejado ampliar terrazas e incluso no ha cobrado la ocupación».
«Tenemos el hándicap de que hemos sido ninguneados por Sanidad, que ha venido registrando unos datos superiores a los que indicaba el centro de salud», advierte. «Creo que la gente ya pasa un poquitín de ello, no tiene conciencia de si está en grado dos o grado tres y toma las mismas precauciones: antes de entrar pregunta si se puede por si está limitado el aforo».
En el municipio de al lado, San Felices, José Ramón Mier, en el café-bar Ansorena, dice que todo esto le recuerda el follón de la desescalada del año pasado, cuando nadie sabía a ciencia cierta qué se podía hacer y qué no. «Yo estoy confuso, creo que como la mayoría: no es que me guste o no me guste el semáforo, es que veo que lo que están haciendo es liarnos más, y como todo cambia de una semana a otra, nos tienen a todos en vilo».
«Mi opinión es que si se abre, se abre para todos, que las precauciones ya las tomamos nosotros. Solo sé que aquí está lloviendo a jarros y con viento y que yo tengo una terraza; las máquinas tragaperras están dentro, apagadas, y este mes toca sacar de los ahorros para pagar. Hay veces que no sé cómo estar en mi negocio, porque lo cambian todo de un día para otro: es como que tengo que estudiar otra vez».
Francisco Perojo, al frente de Muebles Perojo, en Solares, describe también una situación deprimente. «La hostelería está prácticamente cerrada; muchos de los bares que pueden poner terraza tampoco trabajan porque un día están abriendo y al otro cerrando. En los comercios hay intranquilidad, porque no hay una gran afluencia de clientes por miedo a lo que ocurre y con unas noticias que no son nunca claras. Esto de que cada ayuntamiento tenga un criterio provoca mucho desconcierto, la gente está descolocada por la falta de una norma común: pedimos al Gobierno de España que tenga un criterio y ahora resulta que aquí lo hacemos todavía peor».
Perojo resume cómo se viven las nuevas restricciones en Medio Cudeyo: «El comercio espera con resignación, y la hostelería, con una decepción terrible. No es solo la hostelería de bar y restaurante: yo tengo una vivienda rural y la gente no quiere venir. Tienen miedo de hacer una reserva y que dentro de quince días les digan que no pueden ir al sitio elegido».
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