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Si no surge algún imprevisto, las obras del nuevo Mupac darán comienzo antes de que concluya el presente año. ¿Y por qué tendría que pasar algo?, podría preguntar cualquiera: pues porque ese parece ser el sino de este verdadero Museo Ambulante de Prehistoria, que en ... un siglo de historia no ha terminado de encontrar acomodo por más vueltas que ha dado, hasta hacer de la provisionalidad una de sus señas de identidad. El traslado de su fantástica colección a una nueva sede, que se levantará en el solar que ocupara el antiguo edificio de la Diputación, pretende poner fin a su eterno peregrinar.
La deslumbrante construcción diseñada por el estudio barcelonés Mendoza Partida para albergar sus fondos será el quinto lugar de descanso de sus tesoros prehistóricos y arqueológicos -después de descartar decenas de ubicaciones alternativas-, que se han movido mucho más en los últimos cien años que en los milenios anteriores.
En realidad, los materiales que darían origen al Museo ya habían tenido sus idas y venidas incluso antes de que este se fundara: los hallazgos que proporcionaron las primeras campañas de la delegación provincial de la Real Sociedad Española de Historia Natural, creada en 1909 -con los estudiosos Hermilio Alcalde del Río y Lorenzo Sierra entre sus miembros-, se depositaron en las secciones de Historia Natural y Prehistoria del Museo Municipal de Santander, ubicado entonces en la propia sede consistorial. Otra de sus paradas fue el Palacio de Sobrellano, donde el marqués de Comillas creó su Museo Cantábrico, en el que exponía piezas de diversos enclaves y cronologías que, en su mayor parte, procedían de excavaciones que él mismo promovió y costeó.
Pero habría que esperar hasta el 17 de enero de 1925 para asistir al nacimiento oficial del Museo de Prehistoria como tal, creado por la Diputación. Un año más tarde, el rey Alfonso XIII inauguraba sus primeras instalaciones en el Instituto Nacional de Enseñanza Media, hoy IES Santa Clara.
Al prehistoriador Jesús Carballo se le encomendó la dirección y montaje, y seguiría estando al frente de la institución cuando, una vez finalizada la Guerra Civil, se trasladó a los bajos de la Diputación, en 1941, necesitado de más espacio para dar cabida a sus crecientes depósitos.
Ese fue el emplazamiento más estable del Museo, pues allí permaneció durante casi setenta años, hasta 2008, antes de que la sede del Gobierno regional cayera bajo la piqueta para dejar sitio a un nuevo edificio, vanguardista, diseñado por el arquitecto Rafael Moneo y de uso exclusivo de la Administración autonómica. Como es evidente, ese proyecto, igual que tantos otros, no pasó de la fase de las infografías y jamás se ejecutó. En su lugar, dando testimonio del errático modo de actuar de la Administración regional, quedaron unos tristes aparcamientos.
Para entonces, ya se habían barajado distintas opciones para reubicar el Museo. La más ambiciosa fue, sin duda, la del Museo Cantabria, un complejo de edificios ideado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla en 2004 -tras ganar el concurso de rigor dos años antes-, con un coste cercano a los 40 millones de euros, que se alzaría en la vaguada de Las Llamas, y contaría con un área dedicada al arte contemporáneo y otra a la Prehistoria e Historia de Cantabria. Pero quedó metido en el mismo cajón que el edificio de Moneo.
La siguiente parada de las piezas del Museo de Prehistoria fue un local de la Avenida de los Castros, definido como «almacén visitable», que alojaba el Centro de Investigación del Mupac y un área expositiva. Fue la fórmula ideada para mantenerlo abierto al público a la espera de que se acondicionasen los bajos del Mercado del Este para llevárselo allí. La obra tardó lo suyo en estar lista, y hasta 2013 no se pudo inaugurar la exposición permanente... con la vista puesta en su siguiente destino: la sede santanderina del Banco de España.
Disponer de tan noble construcción respondía por fin a la necesidad de dedicar un edificio en exclusiva a los fondos del Mupac, que bien lo merecían. El problema es que faltaba superficie: el Mercado del Este permitió reunir en 2.000 metros cuadrados más de 2.600 piezas, que representaban, aproximadamente, el 30% de su patrimonio; el Banco de España contaba con 3.500 metros útiles, y se estimaba que harían falta 6.000. Se quedaba pequeño antes de empezar.
La decisión de destinar el inmueble a un centro asociado del Centro de Arte Reina Sofía deshizo el nudo gordiano, aunque a costa de volver a la casilla de salida para iniciar la búsqueda de nuevo. Y aquí es necesario un inciso: se ha hablado mucho del 'efecto Guggenheim', y de cómo la construcción de un museo de arte moderno recuperó una zona degradada de Bilbao e hizo de la ciudad un polo de atracción turística. Salvando las distancias, también podría hablarse de un 'efecto Atapuerca' en el ámbito de la Prehistoria, de cómo un brillante equipo de investigadores, con una acertadísima estrategia de comunicación, hizo posible que ese -rico- yacimiento arqueológico y paleontológico se convirtiese en motor económico de la comarca burgalesa donde está enclavado. ¿No podría Cantabria obtener más rendimiento de su vasto patrimonio prehistórico y de la riqueza de su arte rupestre? ¿No merecía la pena la inversión?
Fue Íñigo de la Serna, en su etapa como alcalde de Santander, quien acuñó el concepto de 'Anillo Cultural', que, además de delimitar un área con diversos equipamientos de este tipo en el centro de la capital, incluía la novedosa propuesta de hacer de la cultura un factor dinamizador del turismo, hasta el momento reservado casi en exclusiva a sus playas.
El futuro Mupac formaba parte de ese ambicioso plan, así que resulta comprensible el enfado de De la Serna cuando, en 2016, el Gobierno regional amagó con llevárselo fuera de Santander, engolosinando a otros municipios, que se lanzaron a ofrecer fincas, palacios, antiguas fábricas y casonas en una puja un tanto disparatada.
La elección del aparcamiento contiguo al Palacio de Festivales como lugar idóneo para erigir el Mupac puso fin a meses de especulaciones y al sufrimiento del Ayuntamiento de Santander. Fue su emplazamiento definitivo... durante año y medio. Si lo habitual es que los proyectos decaigan con el cambio de Gobierno, en esta ocasión solo hizo falta un cambio al frente de la Consejería de Cultura, que dejó Ramón Ruiz en manos de Francisco Fernández Mañanes.
Curiosamente, el Mupac regresaba con este último al mismo lugar del que se fue, pues se decidió que se construiría en Puertochico, exactamente donde estuvo cuando ocupaba los bajos de la Diputación, aunque esta vez sin estrecheces. Desde 2018 no se han producido más cambios: las obras, con un presupuesto de 50 millones, se iniciarán en los próximos meses, y deberían estar concluidas en 2025. Hasta entonces, lo mejor será mantener cruzados los dedos.
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