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El Museo del Ferrocarril, ubicado en un antiguo taller de Adif al que se accede a través del aparcamiento de las Estaciones, al fondo de una calleja, no cesa en su labor de restauración, conservación y difusión de la historia del ferrocarril y su influencia ... en el desarrollo de Santander.
En Navidades, el museo registró 400 visitas en sólo una semana y durante el curso reciben a numerosos grupos escolares de distintos centros educativos. Pero la de ayer fue muy distinta a cualquier otra, al tratarse de una recreación histórica con trajes de época confeccionados por los alumnos de la academia de corte y confección María José Mínguez.
«Todos los trajes los hacemos en base a libros antiguos, copiando los patrones y buscando telas y adornos de la época. Es nuestra gran afición», explica Mínguez, la directora.
«En el museo siempre estamos abiertos a nuevas iniciativas para compartir las piezas que conservamos y reparamos», destaca por su parte Pablo Cantero, vicepresidente de la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril, que hace frente al alquiler del local y al resto de gastos de su bolsillo. Este colectivo -que lleva años solicitando una nueva sede ante el deterioro que sufre la actual- continúa comprometido con su labor. «El Museo del Ferrocarril es de todos, aunque seamos unos 'chalados' los que sentimos una afición latente y dedicamos nuestro tiempo a cuidarlo para que no se pierda», asegura Juan González, hijo de ferroviario.
Del centro destaca una locomotora de vapor de 1912, una máquina minera de 1906 y uno de los primeros trenes eléctricos de España, conocido como 'Chispas'.
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