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Despunta un verano extraño, excitado por la inusitada efervescencia de un paisaje político en ebullición. Sólo un hombre parece estar de vacaciones en medio ... del caos provocado por su propia regencia. Recuperada su hibernada plaza de registrador en Santa Pola, Mariano se permitirá el sosiego de la hamaca de espaldas a las agitadas corrientes migratorias del Mediterráneo, con la misma indiferencia que cuando fue presidente. Su primer día llegó cincuenta minutos tarde a trabajar; peor fue el último de presidente, cuando ni siquiera apareció. El predicador de la estabilidad lo ha puesto todo patas arriba.
Confluyen el Mundial, el rutilante Gobierno Sánchez, el desconcierto de Ciudadanos, el estupor de Podemos y la desorientación del Partido Popular, sacudido por una anarquía interna similar al conciliábulo de Vistalegre.
Recuperamos la sanidad universal, fuera concertinas y copagos, arriba pensiones y salario mínimo, abajo el muro de hielo con Cataluña. Incluso en Santander donde –según el exalcalde De la Serna– no hay desahucios, se ha paralizado uno. Ver lo que no es, es peor que estar ciego. Pero todavía hay demasiado silencio. El muro de Hungría, la incapacidad de Europa ante Siria y los puertos mediterráneos cerrados. No hicimos nada. Ahora la Italia de Salvini pretende censar a los gitanos. La Hungría de Orban castigará con cárcel a quienes ayuden a inmigrantes irregulares. La América de Trump mete en jaulas a los niños separados de sus padres. El día que se desveló este despropósito nuestro jefe de Estado, el señor Borbón, le estrechó la mano con impertérrita naturalidad por un puñado de aceitunas. Sin reproche alguno. Cerró los ojos, como habitualmente hace con Arabia Saudí a cambio de contratos y dinero. Desobedeciendo a Europa, los dos últimos años hemos multiplicado la exportación de armamento a Riad, sabiendo que pueden acabar en manos terroristas y que se utilizan para bombardear a la población en Yemen.
Aquí no suenan las balas, solo el silencio. La oscuridad moral de este naufragio es la ausencia de luz. Que alguien encienda los focos y desnude tanta hipocresía. Si fingimos que no pasa nada, mañana sea peor.
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