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Inmaculada Ortiz (Bilbao, 1958) ha recibido el Premio a la Trayectoria en Ingeniería Química de la Real Sociedad Española de Química. Suma cuarenta años de ... experiencia, otro puñado de galardones -el Burdinola, el Premio Profesor Martínez Moreno o el Cidetec-, un sillón en la Academia de las Ciencias y lidera un grupo de investigación de la Universidad de Cantabria (UC) especializado, entre otros asuntos, en energías renovables. En la conexión de la industria y la ciencia, y en la transferencia aplicada de sus investigaciones emplea sus esfuerzos. Sin conocimiento, incide, no hay progreso.
-El premio se le otorga, en parte, por su capacidad para liderar. ¿Qué es el liderazgo?
-Asociaría el liderazgo a la responsabilidad de dirigir el trabajo con más personas: supervisar la calidad del trabajo de quienes realizan una tesis doctoral; coordinar a personas que trabajan con distintos objetivos, mantener la motivación... Todo eso forma parte de las labores del liderazgo, y en eso he tenido mucha suerte. Mi carrera investigadora empieza en el País Vasco, allí me inicié con un pequeño grupo, pero la mayor expresión profesional ha sido en la UC. Es aquí, en los primeros años de la década de 1990, donde poco a poco se fue creando un grupo de investigación que he tenido la fortuna de liderar y coordinar.
-Es el grupo Procesos Avanzados de Separación de la UC, que tiene una línea de investigación dedicada a la energía renovable. En pleno proceso de cambio climático esto es una urgencia científica.
-Me formé en un centro de excelencia, el Imperial College de Londres, después de realizar la tesis doctoral, y ahí me familiaricé con la tecnología de membranas. Inicialmente empezamos con muchas aplicaciones medioambientales para el tratamiento de efluentes, de residuos, etc., y, poco a poco, hemos ido adaptando nuestro conocimiento a los retos de la sociedad. Ahora estamos frente a la emergencia del cambio climático y podemos aportar conocimiento al desarrollo de fuentes renovables de energía. Por un lado, desarrollamos y aplicamos nuevas membranas para crear sistemas de almacenamiento de energía más eficaces. Las fuentes mayoritarias de energía renovable son la solar y la eólica, pero no son continuas -puede ocurrir que la mayor generación de viento sea de noche y que la demanda de energía sea mayor de día-. Por eso necesitamos almacenar la energía y la tecnología de membranas es esencial.
Por otro, hemos comenzando proyectos, en los que tenemos bastante esperanza, para el uso de la energía de gradiente salino, que se da cuando se pone en contacto agua de salinidad, como la del mar, con una de menor salinidad, como puede ser el efluente de una depuradora. De esas fuentes de agua, sin modificar su calidad, podemos recuperar energía. La tecnología de membranas es clave. Trabajamos en colaboración con organismos de la comunidad y con empresas de fuera.
-Establecer conexión entre la ciencia y la empresa le resulta esencial. ¿Qué horizontes o aplicaciones se han marcado conjuntamente?
-En investigación, hay dos aspectos importantes: la generación de nuevo conocimiento y su transferencia. El primero es fundamental, porque si queremos que la sociedad avance, que Cantabria avance, necesitamos abordar la transición de un sector industrial convencional a uno más especializado. Y que esto se base en el conocimiento es fundamental. Y es importante transferirlo, y colaborar con el sector que va a ser usuario. En el aprovechamiento de la energía de gradiente salino, colaboramos con la empresa pública MARE, y con desaladoras (la desalación, en la zona mediterránea, se está imponiendo como una de las principales fuentes de suministro de agua cuando los recursos son escasos). Ahora estamos esperanzados con un proyecto en el campo del gradiente salino, donde colaboramos con distintas empresas. Y hay otro proyecto, en el marco 'Interreg Sudoe', en el que participan Francia, Portugal y España. Se dirige al suministro y autoabastecimiento de necesidades energéticas mediante energía renovable. Uno de los resultados que esperamos ofrecer en dos años es una vivienda -colabora también la Dirección general del Gobierno de Cantabria- que esté abastecida al 100% con renovables.
-¿Por qué es necesaria una estrategia nacional para la ciencia?
-Hace falta una estrategia; una apuesta clara para soportar la generación de conocimiento, fundamental para cualquier sociedad, sobre todo, para aquellas inmersas en algún cambio, como es el caso de Europa, España, Cantabria. Y es fundamental transferirlo, porque, si no, no se ven los resultados, su aplicación. Hace falta una estrategia que aborde ambos objetivos, que se consolide en el tiempo, que no esté sujeta a vaivenes. Hay que dar un impulso importante a la ciencia. Estamos en Europa, donde la investigación de excelencia está cubierta, y habrá que promover la participación en la misma. En transferencia estamos en un nivel más retrasado que en generación de conocimiento. Somos muy deficitarios en ese aspecto. Hay otros países europeos en los que el carácter emprendedor está más consolidado, los jóvenes tienen menos miedo, o quizá el riesgo está más protegido, pero donde la transferencia y la conexión con el usuario son más fáciles. Es un camino que necesitamos recorrer.
-En Cantabria, la UC es uno de los principales motores de generación y transferencia. ¿A qué nivel?
-Cantabria es un ejemplo más en el contexto nacional. Hay una cosa importante aquí: hacemos frente a la transición de la industria convencional a una más especializada, con pequeñas y medianas empresas cuyo papel debería de ser importante, con capacidad de crear productos de valor añadido y que eso cree empleo. Para eso es fundamental que las empresas usen el conocimiento. La transferencia, por tanto, es importante. Cantabria tiene muchas oportunidades, pero tiene que hacer un esfuerzo para usar su potencial, y que eso le dé relevancia.
-Modificación genética, inteligencia artificial... ¿El desarrollo científico va parejo al desarrollo ético?
-Todo está interconectado. En ciencia debe de haber una estrategia, y es importante tener presentes los retos de la sociedad. Hay que poner la ciencia a su servicio y, si tenemos bien definidos esos retos, tendremos bien definidas las necesidades; y la respuesta nos vendrá de ahí. La ciencia -la inteligencia artificial, la modificación genética- ha de ser un instrumento, no puede ser un fin. Y eso tiene que venir definido por una estrategia, por los retos de la sociedad. Hay que tener claro para que usarán los instrumentos, y fuera de ese uso, hay que tener un control importante.
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