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Se consideran los «eternos damnificados» de la pandemia. Quienes «han cargado con la culpa de los contagios desde el principio» y en el peor de los casos, el de las discotecas, acumulan más de 22 semanas con las persianas bajadas -desde que el ... pasado 17 de agosto se obligara su cierre-. «Somos bastante pesimistas y no es para menos. Cuando lleguemos a marzo, podremos hacer balance del año y nos daremos cuenta de que las discotecas apenas han podido abrir poco más de un mes. Calculamos que un 30% de los locales ya está en quiebra», advierte Ángel Suárez, presidente de la Asociación de Empresas de Ocio Nocturno de Cantabria.
Dentro del sector hostelero, este colectivo ha cargado con las restricciones más duras desde el primer momento y ahora, con meses de cortapisas a las espaldas, muchos empresarios ya no son capaces de ver la luz al final del túnel. «Nos cerraron en agosto pero para aquel entonces ya sólo nos dejaban trabajar con el aforo reducido, sin pista de baile y con mesas en el interior», protesta Gregorio del Amo, propietario de tres famosas salas santanderinas: Queen, Sümmum y Rocambole.
Mantiene en ERTE a 40 personas «y luego están los proveedores y demás. El daño económico es ingente y las ayudas no le llegan a nadie. Porque no conozco a nadie que las haya cobrado. Y todo esto se alarga en el tiempo sin que nadie nos dé una solución», aclara.
Ángel Suárez - Representante del ocio nocturno
Ángel Marina - Propietario de la Rana Verde
Así las cosas, el panorama es desolador. «Van a desaparecer más y más locales. Lo que no sabemos es cuánto podrán aguantar los que están ahora con el agua al cuello si esto se prolonga mucho más en el tiempo», lamenta Suárez.
Quienes han podido trabajar algo han sido los establecimientos con terrazas, o los que han recibido permiso del Ayuntamiento para montarlas en las aceras los viernes, sábados y domingos. «Pero no nos engañemos, nos sirve para poder seguir trabajando, pero no nos llega ni para cubrir gastos», protesta Ángel Marina, propietario de la Rana Verde y el pub Dr. Jekyll.
Han sacado mesas a las aceras en Río de la Pila, calle del Sol, Daoiz y Velarde y pasadizo de Zorrilla. «Está bien, hay que agradecerle la ayuda al Ayuntamiento de Santander, pero no terminamos de levantar cabeza ni con esas. Hay que pensar que es una cosa que sólo podemos hacer viernes, sábado y domingo. Que somos muchos negocios y al final sólo podemos sacar unas pocas cada uno. Pero los impuestos siguen viniendo igual: el agua, las basuras... y eso es lo que nos está haciendo trizas también porque no tiene sentido que se siga pagando todo eso cuando la actividad se ha reducido a la mínima expresión», argumenta Marina.
Algunos están tratando de traspasar el negocio, pero no hay quién quiera adquirirlo con la que está cayendo, y al final la situación empeora hasta no encontrar solución posible a la encrucijada. «Nosotros podemos estar haciendo un 10% de la facturación que tuvimos el pasado año en estos meses», confiesa Nacho Giner, al frente del local Mala Vida, en Río la Pila. «Hace semanas teníamos licencia de posavasos en el exterior, con lo cual poníamos unas baldas donde los clientes podían consumir en el exterior durante todos los días de la semana; pero finalmente la quitaron para todo el mundo. Ahora sólo se puede consumir sentados». Él tampoco ha cobrado las ayudas. «Y lo peor es que la gente cree que estamos cobrándolas», lamenta. «No sé cuánto aguantaremos».
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