Más de 600 viajeros sufrieron los desvíos de aviones por la niebla en el Seve esta mañana

El vuelo Roma-Santander con llegada prevista a las 8.30 horas no pudo tomar tierra y fue desviado a Madrid-Barajas. Venía con solo 48 pasajeros a bordo. Por megafonía se informó de que, como pronto, el de vuelta Santander-Roma saldría para las 11.00 horas y, este sí habían vendido muchos asientos: 134. Poco después, tampoco aterrizó el procedente de Barcelona (con capacidad para 180 pasajeros y que tenía que haber llegado a las 08.55). Este se desvió al aeropuerto de Oviedo tras haber intentado el piloto durante una hora quedarse en Parayas. Finalmente, el trayecto previsto Santander-Barcelona no llegó a salir. Según confirmó Aena a última hora de la mañana, esta salida se canceló.

El tercer avión desviado venía de Edimburgo con 173 viajeros. Al pasaje de este se lo llevaron a Santiago de Compostela, donde estaba previsto repartirlo en autobuses y traerlos a Santander por carretera. Les esperaba, como mínimo, un trayecto de cinco horas.

Después el avión de Ryanair procedente de Edimburgo llegará vacío al Seve para hacer el viaje de vuelta «cuando se pueda». Así que quienes estaban a la espera para este destino (y estaban ya en la zona de embarque) salieron de ese área de acceso restringido para tener más libertad de movimientos. Eran un total de 186 viajeros. En ese vuelo tenían asiento un buen número de aficionados del Atletic de Bilbao, que disputará un partido en Glasgow. El mismo problema se encontaron decenas de atléticos en el aeropuerto vizcaíno de Loiu, donde la niebla también ha provocado retrasos y cancelaciones en los primeros compases de la mañana.

Esta mañana de miércoles se ha repetido lo vivido ayer, porque este martes el Seve también vivió una mañana complicada. Durante seis horas no pudo aterrizar ningún avión. La actividad estuvo prácticamente paralizada, hasta que a mediodía se despejó la niebla y se recobró totalmente la normalidad. Hoy, a las 08.00 horas la visibilidad parecía algo mejor que la de ayer, pero no fue suficiente. En la terminal, todos los que aspiraban a viajar miraban a las pantallas con la esperanza de que sus vuelos salieran... Pero habrían de pasar tres horas hasta empezar a ver que se movían los aviones en las pistas.

La cara generalizada era de resignación. Pocos protestaron en los mostradores de las aerolíneas, porque si miraban hacia afuera entendían el problema con claridad meridiana. Ni siquiera los taxistas expresaron queja alguna. Un par de ellos dijeron con casi un suspiro de paciencia: «Cuando hay niebla, ya se intuye lo que va a pasar. Venimos a cubrir el servicio, pero sabemos que estaremos parados hasta que levanta».