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nacho g. ucelay
Santander
Martes, 25 de septiembre 2018, 08:02
En el año 2003 alumbró 'Diario de un guardia civil', un libro en el que volcó su agridulce experiencia en la Benemérita, donde sus ímpetus ... reivindicativos le costaron un verano en prisión. Cosas de la vida, su carcelero ayer es enlace sindical del Cuerpo hoy. Luego, en 2008 y 2013, concibió 'Anecdotario de un guardia civil' y '120 relatos de la Guardia Civil', dos publicaciones más desenfadadas, más amables, más cercanas, a las que José Manuel León Sán- chez (Logroño, 1959) acaba de incorporar, sin el ánimo de ofender, '175 aniversario de la Guardia Civil. Anécdotas por tierra mar y aire'.
–Usted ingresó en la Guardia Civil en el año 1982.
–Sí.
–Y nueve años después, en 1991, le enchironaron por sindicalista.
–Acusado de un presunto delito de sedición militar por realizar actividades sindicales, sí.
–En 1994 le reincorporaron al servicio y, finalmente, en 1996, un tribunal dictaminó su pase a situación de retiro por pérdida de aptitud psicofísica.
–Así es.
–Más psico que física, supongo.
–Cuando me reincorporé al servicio, algunos mandos de mi cuartel no encajaron nada bien mi llegada. Yo empecé a sentirme perseguido. Tanto es así que estaba de centinela en una garita y en lugar de vigilar mirando para afuera vigilaba mirando para adentro, porque sabía que mi enemigo no estaba afuera sino dentro.
–¿Lleva quince años vengándose de aquello?
–¿Lo dice por los libros?
–Por los libros lo digo, sí.
–No, no, para nada. Puede creerme. No tengo ningún ánimo revanchista, de verdad. No le voy a negar que en el primero conté algunas cosas que no le gustaron a la institución, pero eso no fue ninguna venganza. No le guardo ningún rencor a la Guardia Civil.
–¿Qué diferencia a este cuarto de los tres anteriores?
–Si le comparamos con el primero, la diferencia es realmente abismal porque, como le he dicho, en aquel contaba mi experiencia personal recogida a lo largo de catorce años. Y, claro, no era tan desenfadado. Y si le comparamos con los otros dos, la diferencia principal radica en que en el segundo y en el tercero recogía anécdotas contadas en su mayoría por los propios guardias civiles, mientras que en este cuarto libro he incorporado las contadas por los ciudadanos de a pie.
–¿Qué proceso ha seguido para recopilar las anécdotas?
–Me he pasado cinco años contactando con antiguos compañeros que han ido enviándome las suyas y preguntando a aquellas personas que he conocido en todo este tiempo si, por casualidad, ellos tenían alguna anécdota que contar.
–O sea, que a usted le han presentado a un señor y en cuanto ha tenido la mínima ocasión le ha preguntado si le ha ocurrido algo con la Guardia Civil.
–En cuanto he ganado un poco de confianza. Sí.
–Ya ¿y una vez recopiladas?
–Pues una vez recopiladas he seleccionado de entre todas las mejores desechando las que me han parecido que no eran veraces.
–¿Cuántas ha descartado porque le parecían inverosímiles?
–Una veintena.
–¿Recuerda alguna especialmente difícil de creer?
–Pues... Mire, no, ahora no caigo.
–Galizano, Viveda, Reocín, Gornazo, Mazcuerras, Ontón... Tiene usted una curiosa manera de camuflar las identidades de los protagonistas de sus libros.
–Garantizo el anonimato a cualquiera que quiera contarme una anécdota relacionada con la Guardia Civil, lo cual me obliga a cambiar los nombres reales por nombres ficticios. Ponerles los de localidades de Cantabria, La Rioja o Castilla y León, comunidades con las que tengo estrechos vínculos, me pareció la manera más original, y personal, de salvar ese detalle.
–¿Entonces, todos los nombres que aparecen en el libro son ficticios?
–Todos excepto dos.
–¿Que son?
–Los de dos guardias civiles ya fallecidos. Sus hijos me contaron sendas anécdotas y me pidieron que figuraran sus nombres reales a modo de pequeño homenaje.
–¿Cómo puede un guardia civil confundir una bola de mocos con una bola de hachís?
–No lo sé. Nunca he visto una bola de hachís.
–¿14 años en la Guardia Civil y nunca ha visto una bola de hachís?
–Pues no.
–Leyendo algunas de las anécdotas, esa por ejemplo, da la impresión de que algunos no tengan nada debajo del tricornio.
–La Guardia Civil, por suerte, ha evolucionado mucho en ese aspecto. No es lo mismo un guardia civil que llegó al Cuerpo en los años sesenta, que apenas sabía leer y escribir...
–...Un desertor del arado, le llamaban usted...
–...Sí, gente que no quería trabajar en el campo y que al final acababa enrolándose en la Guardia Civil... Pues eso, no es lo mismo ese perfil que el del que se incorpora ahora, que entra con una muy buena formación cultural.
–Entiendo.
–Si se fija no sólo en los contenidos sino también en las fechas en las que las anécdotas están datadas podrá observar cómo la Guardia Civil ha crecido en este aspecto.
–Al final, aireando su cara amable, usted sigue prestando un servicio a la Guardia Civil.
–De eso se trata. De hecho, este libro es, en parte, mi contribución a su 175 aniversario.
–Claro que también sigue beneficiándose económicamente de ella.
–Bueno, a ver. Ya sé que mi editor me va a regañar por contarle esto, pero los libros me los pago yo y a lo único a lo que aspiro es a recuperar lo invertido.
–¿Cuál es la tirada?
–800 ejemplares.
–¿Y qué cuesta echarse unas risas beneméritas?
–10 euros.
–¿Para cuando el quinto?
–Vamos a ver qué resultados da el cuarto.
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