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nacho g. ucelay
Santander
Lunes, 19 de octubre 2020, 07:04
La buena temperatura, espléndida para decir más, y el hartazgo de los ciudadanos, que ya saben lo que es permanecer encerrados en sus casas por obligación durante varios meses, hizo naufragar ayer la recomendación que el Gobierno regional realizó el día anterior a los cántabros ... para que se sometan a un autoconfinamiento voluntario ante el preocupante empeoramiento de la situación sanitaria que en los últimos días se ha observado en la región.
Tentados por una mañana primaveral ya en el otoño, miles de santanderinos se congregaron al sol de los paseos, parques y playas de la ciudad -también de las terrazas a la hora sagrada del aperitivo-, la gran mayoría desconcertados porque no entienden muy bien cómo es posible que de un domingo para el siguiente las autoridades sanitarias hayan pasado de animarles a que salgan y disfruten a rogarles encarecidamente que se queden en casa.
Ni eso, ni que en el mismo día en el que se les pide tal sacrificio se permita -por parte de las mismas autoridades- que casi 7.000 personas acudan al estadio municipal para ver un partido de fútbol. «Eso no tiene ninguna lógica», decían dos mujeres de paseo por la Avenida de la Reina Victoria, por la que, desde luego, no caminaban solas. En ese trayecto debieron cruzarse con dos chicas que desconocían las recomendaciones de Salud Pública. «No teníamos ni idea, no. Es que hoy no hemos visto las noticias. ¿Y dice que es un consejo? Ah, bueno. Pues cuando terminemos de dar el paseo igual nos vamos a casa», sugería una mirando a la otra.
Y también debieron encontrarse con un hombre nada conforme con las recomendaciones. «No, no había escuchado nada. Pero en cualquier caso yo no tengo previsto seguir ese consejo. No, porque no creo que dar un paseo con este día sea malo para la salud, la verdad».
Esa fue, curiosamente, la explicación mayoritaria que dieron los paseantes de mayor edad. Los beneficios que les produce su caminata diaria. «Nosotros ya estuvimos encerrados tres meses y no vea lo mal que lo pasamos sin poder salir, así que mientras no nos obliguen a quedarnos otra vez en casa nosotros vamos a seguir saliendo a caminar porque lo necesitamos. El cuerpo y la mente lo necesitan», aseguraba un matrimonio de paso ligero.
Irrenunciable, su paseo rutinario se ha convertido, eso sí, en toda una aventura anti-covid. «Llevamos mascarilla y geles y procuramos caminar lo más lejos posible del resto de la gente», medidas que los más mayores están teniendo muy en cuenta, particularmente en días de tanto tránsito de peatones en la zona como el de ayer.
Si los más mayores se aferraron a las ventajas físicas y mentales que les produce salir de casa para desoír las recomendaciones de las autoridades sanitarias, los niños -sus padres, más bien- se agarraron a los beneficios que una visita al parque les produce en su proceso de socialización, hoy restringido en los colegios como consecuencia de las meticulosas medidas de seguridad implantadas.
Punto de encuentro dominical de familias con hijos pequeños, los Jardines de Pereda presentaban ayer el mismo aspecto que el de otro domingo soleado cualquiera. «El mismo», decía la responsable de taquilla del tiovivo, que no apreciaba a su alrededor una merma de visitantes inducida por las recomendaciones de Salud Pública.
Ni ella ni el gerente de la cafetería desde la que padres y abuelos (y madres y abuelas) vigilan a sus niños tomando el vermú. «Cuando hace bueno, como hoy, la gente aprovecha para salir y lo hace a lugares abiertos como este. No, por lo que estoy viendo, no hay ninguna diferencia con respecto al domingo pasado. Ahora, si me pregunta con respecto al año anterior...».
«A los niños no les puedes tener todo el día en casa. Ya estuvieron encerrados mucho tiempo en su momento, ¿no cree?», pregunta un padre sin apartar la vista de sus hijos. «Yo, por mí, sí. Seguiría esa recomendación, sí. Pero por ellos, no puedo», puntualiza el hombre.
Su opinión es la generalizada al mismo borde de los columpios, donde los niños corretean ajenos a las conversaciones de los adultos, todas en torno a la pandemia y a sus futuras consecuencias. «Los niños tienen que airearse. Necesitan salir, jugar, desfogarse, socializar con otros niños...», explica una madre que no piensa seguir las recomendaciones. «No, claro que no. Mientras el encierro no sea obligatorio no voy a permitir que mi hijo se pase la vida en casa».
«Es difícil decidir qué hacer cuando hace una semana nos estaban diciendo que la situación era muy buena, de las mejores, y hoy, apenas siete días después, que la situación es horrible y que nos tenemos que autoconfinar», reflexiona una madre muy joven que, como las demás, ha llevado a su hijo a los Jardines porque «es importante que socialice». También como ellas, la chica confía en que la situación mejore porque si se produce otro encierro «a mí me da algo».
Como paseos, parques y playas, donde gentes de todas las edades mostraron con su presencia sus reticencias a seguir las recomendaciones que se les hacen, las terrazas presentaban ayer un aspecto mucho más del gusto de los hosteleros que de las autoridades sanitarias.
No había colas para sentarse. Pero tampoco abundaban las mesas libres. Al menos en el Sardinero, donde los bares y restaurantes trabajaron, la mayoría, como otro domingo cualquiera en el que luce el sol a estas alturas del año.
En La Cañía, «más o menos la misma gente»; en Dondenando, «la misma gente» ni más ni menos; en el Costa 43, «los clientes hoy no se han quedado en casa»; y en La Bodega, «al contrario, hay más gente que otros domingos». Según él, «deben estar despidiéndose antes de que nos confinen a todos otra vez».
Esto, al borde mismo del mar. Tierra adentro, en la calle Tetuán, donde apenas se asomaba el Sol, la afluencia de gente quizá sí era algo menor de la habitual, lo mismo que en la calle Peña Herbosa, repleta de bares y restaurantes cerrados porque, en su caso, lo suyo es el trabajo en interior, lo cual supone un verdadero hándicap a la hora de atraer clientes que si algo buscan no es precisamente espacios cerrados sino más bien lo contrario.
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