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Mara Dierssen (Santander, 1961) creció en un ambiente en el que la ciencia y la cultura iban de la mano. Así, de la manera más natural, despertó su pensamiento crítico y curioso. «Desde bien pequeña me he preguntado sobre el origen de las cosas. Cuando ... crecemos, dejamos de hacernos este tipo de preguntas, pensamos que todo viene dado. Los niños son los mejores científicos». Sigue cultivando el conocimiento sobre la ciencia, lo que le ha llevado a ser una neurocientífica de reputación mundial, y la cultura. La música está muy presente en su vida, por lo que montó un grupo de rock con amigos y dos de sus hijos. El pasado fin de semana vino a Santander a presentar su último libro: 'El cerebro del artista. La creatividad vista desde la neurociencia'.
-¿Se puede mejorar un cerebro adulto?
-Por supuesto. La plasticidad cerebral, la propiedad de nuestro cerebro de modificar su funcionalidad y también sus propiedades estructurales, son la base del aprendizaje, la memoria y, por tanto, definen esa mejora cerebral. La capacidad plástica es mayor durante el desarrollo. Aun así, en los adultos, la plasticidad sigue siendo una propiedad fundamental. Lo que sucede es que el envejecimiento normal parece estar acompañado de deterioros cognitivos en áreas como la velocidad de procesamiento o tiempo de reacción a estímulos externos e internos, la memoria de trabajo y, a largo plazo, la atención. Se sugiere que la causa orgánica que subyace a estos deterioros en el envejecimiento fisiológico es un deterioro de esa plasticidad. ¡Eso no significa que no se pueda mejorar!
-La alimentación también puede influir. ¿De qué manera?
-Sigue siendo un campo incipiente en la investigación neurocientífica y aún no se han hecho estudios que prueben que determinados alimentos produzcan un efecto beneficioso. Sí que se ha puesto de relieve el papel bidireccional de la microbiota, es decir, el conjunto de millones de microorganismos que conviven de manera simbiótica en nuestro organismo. El eje del tracto digestivo y el del sistema nervioso central parecen estar conectadas. Es el eje intestino-cerebro. Aunque aún hay muchas incógnitas, este eje podría estar implicado en trastornos neurológicos como la enfermedad de Alzhéimer, de Parkinson o la esclerosis múltiple. Se están haciendo estudios para evaluar el impacto de los probióticos sobre estas enfermedades.
-¿Cómo afecta el abuso de las nuevas tecnologías al cerebro? ¿Son las culpables de que no lo ejercitemos lo suficiente?
-Es evidente que los avances tecnológicos (yo ya no los llamaría 'nuevas') están modificando nuestra manera de interactuar con el mundo que nos rodea. Ya no tiene mucho sentido memorizar números de teléfono. O las direcciones, que están en Google Maps. Sin embargo, a pesar de los artículos que hemos leído con títulos más o menos sensacionalistas, la investigación en este campo aún no está lo suficientemente avanzada como para dar respuestas con poder predictivo de cómo nos afectarán a largo plazo los avances tecnológicos. Algunos estudios sugieren que el uso excesivo de los teléfonos móviles hace que aprendamos y recordemos peor nuestras experiencias. Aún así, simultáneamente, estarían influyendo de manera positiva al fomentar el autoaprendizaje y el desarrollo de la memoria visual, al favorecer el acceso a casi cualquier información que se desee. Recomiendo restringir el tiempo de uso y no manejar las redes como sustituto del «tú a tú».
-De sus padres aprendió la creatividad y la pasión por el conocimiento. Usted y su marido han educado a sus cuatro hijos siguiendo este modelo. ¿Nunca se es demasiado pequeño para aprender o ir al teatro?
-Yo tuve el privilegio de criarme en un ambiente donde el arte y ciencia iban de la mano. Ello me permitió desarrollar un pensamiento crítico y creativo y me abrió infinitas posibilidades. Por eso, cuando me casé y tuve mis propios hijos, mi marido y yo teníamos muy claro que ese era el camino. Les dimos a los niños desde muy pequeños la oportunidad de acercarse a la cultura, al arte y a la ciencia. Lógicamente, adaptándole la experiencia para que fuera divertida y significativa para ellos. Mi hijo el mayor tenía dos años cuando fue por primera vez al teatro y nuestra especialidad era pasar por los museos con carrito de bebe. ¡El secreto es que lo que te resulta interesante a ti, lo será también para ellos! Por supuesto, lo mismo aplica para la educación en valores, que considero fundamental.
-Ha formado un grupo de rock, 'From lost to the river' (de perdidos, al río), donde también participan dos de sus hijos. Detrás, además de la pasión por la música, hay un proyecto de apoyo a las personas con discapacidad intelectual.
-Sí, se trata de un proyecto que de nuevo une arte, ciencia y el convencimiento de que debemos romper barreras, porque cuando conoces a personas que parecen diferentes, te das cuenta que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Por eso el grupo es una fantástica herramienta para cultivar los valores que nos hacen humanos. Y de hecho, el año que viene publicaremos nuestro segundo disco, con letras escritas por personas con diferentes patologías.
-Usted ha denunciado en más de una ocasión que la investigación contra el Síndrome de Down está en tierra de nadie y que el problema va más allá de España. ¿Por qué se da esta situación?
-El problema de investigar esta patología es que no se considera un área prioritaria. No está al nivel de las enfermedades cardiovasculares o el cáncer, ni es una enfermedad rara, para las que en este momento hay un gran apoyo. Ello hace que esté, por así decirlo, en tierra de nadie.
-Entre sus grandes logros y el de su equipo está el haber encontrado el gen del cromosoma 21, relacionado con la memoria y el aprendizaje. ¿Qué ha supuesto?
-De entrada ha supuesto un conocimiento de las bases moleculares de la discapacidad intelectual, que en este momento es objeto de investigación por numerosos laboratorios mundiales, lo que nos enorgullece mucho. Por otra parte, ha abierto la posibilidades, hasta ahora impensable, de establecer posibles tratamientos farmacológicos que mejoren la cognición de estas personas, y posiblemente de otras patologías que pueden tener mecanismos comunes, como el alzhéimer.
-También encontraron un tratamiento donde el té verde es el protagonista, que supuso una gran lucha para su financiación. ¿Qué beneficios tiene? ¿Sigue la sanidad pública sin subvencionarlo?
-Es un estudio con extractos de té verde, que contienen una catequiza, la epigalocatequina galayo, que mostró una cierta mejoría cognitiva, que se acompañaba de una mejora de la conectividad funcional del cerebro de estas personas. La verdad es que el estudio, muy exitoso y publicado en prestigiosas revistas, ha recibido poco apoyo público y ha sido financiado en su mayor parte por entidades privadas como la Fundación Jerome Lejeune, de Francia, y la Fundación Mutua Madrileña.
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