Los niños toman las calles de Cantabria tras 42 días de confinamiento

Con patines o bicicletas, con extrañeza en algún caso, los menores de 14 años han vuelto este domingo a las calles condicionados por las normas de protección. En Cantabria, las reglas se han cumplido la mayoría de las veces, pero no siempre. Ha habido momentos en los que no se han respetado las normas de distancia social y se han producido pequeñas aglomeraciones de gente, lo que ha levantado las críticas de otros ciudadanos, que no entienden la irresponsabilidad de algunos sectores de la población y temen que estas acciones puedan provocar un paso atrás y un endurecimiento de las condiciones de confinamiento.

Los niños de Santander han tomado poco a poco las calles, con sus bicis y patinetes, en una algarabía contenida después de 42 días encerrados en sus casas. Aunque algunas puertas se han abierto a las nueve de la mañana, las salidas de este domingo avanzan en calma. No se perciben demasiadas aglomeraciones en las calles del centro -salvo quizás en algunos momentos a lo largo del paseo marítimo- y esta relativa 'desescalada' del confinamiento se está desarrollando con normalidad.

Desde San Fernando a la Plaza del Ayuntamiento, desde el Paseo de Pereda a Puertochico, por las calles secundarias y los barrios... un equipo de este periódico recorre las calles de la ciudad para testar este primer paseo permitido por el Gobierno, con unas normas marcadas que, en general, se están cumpliendo. Un adulto acompaña a cada niño o a grupos de hasta tres, y se nota que la gente está siendo prudente, tanto los mayores como los pequeños, que aun llevando patinetes no se separan de sus padres y circulan despacio por las aceras. «Están muy concienciados», nos cuentan algunos acompañantes.

Buena parte de los niños van con mascarillas y con guantes varias tallas más grandes. Unos llevan las cabezas como bolas de billar, y otros van totalmente desmelenados. Se ve que algunas familias cortaron el pelo a sus hijos durante el confinamiento, y que otras esperarán a que abran las peluquerías.

Se está intentando guardar la distancia de dos metros, aunque en determinados lugares como la plaza Porticada se han formado pequeños grupos, de niños que corretean libres. Los padres, a cada rato, les avisan para que se separen. No es fácil con los más chiquitines. Hemos visto cómo un niño de dos años se abrazaba a las farolas, a los bancos, se revolcaba por el suelo... con la madre detrás para contener tanta alegría. «Nos estamos moviendo por donde lo hemos hecho siempre, en nuestro entorno, donde viven los compañeros de colegio... y está siendo muy difícil controlar que los peques no se lancen a sus amigos en cuanto los ven. Porque estamos viendo a mucha gente conocida», nos decía una madre, agarrando de la mano a su niño después de que se abrazara a un amiguito de su clase, «es que no pueden resistirse, después de tanto tiempo sin verse, por mucho que les digas 'no os toquéis'...».

Por las calles, algunos se han detenido a pie de los balcones de sus amigos. Hay conversaciones de acera a acera, de la ventana a la calle. Los compañeros de clase han vuelto a verse y a hablar, aun con varios metros de por medio. Es lo que se escucha a estas horas: conversaciones de voces infantiles, risas, el sonido de las ruedas por los adoquines...

En la zona de El Sardinero no hay casi nadie. Y aunque está permitido bajar a la playa, siempre y cuando el domicilio esté a menos de un kilómetro, muy pocos niños corretean por la arena este domingo. Hace bastante fresco en esta zona de Santander y tal vez por ello las playas no son las elegidas para dar este primer paseo.