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La despedida del año –nos dicen– ha sido ‘tranquila’. Sólo aconteció el botellón masivo en Cañadío, un clásico que no contabiliza ya como excepción. Actuó hasta un improvisado funambulista que, por cierto, es el único a quien busca la autoridad. El resto, los que dejaron allí kilos de basura, no merecen, al parecer, sanción alguna. Hubo más intoxicados por alcohol y drogas, pelea con navajas, disparos al aire en La Albericia, y un atraco en la gasolinera de Parbayón. Dentro de la normalidad, se incendiaron un piso en Isaac Peral y la relación entre empresarios y gobierno por la sugerencia del presidente de la CEOE de convocar elecciones.
Vidal de la Peña va a elaborar su propio plan de desarrollo –programa electoral, sospechan algunos– para Cantabria. Desconcertados –eso sí– por la incógnita equipación del hipotético fichaje, de quien se ignora incluso en qué extremo juega.
Esta visto que por más aceleradores de empresas, mesas del Besaya, sodercanes, clusters, foros, starups y programas de emprendimiento que se suceden sin desaliento, ni los empresarios ni la recuperación económica se dan por satisfechos. Conviene considerar que las iniciativas de desarrollo gubernamentales –Gobernanzas, mesas del Besaya e Invercantabrias– tampoco han sembrado más que quiebra –GFB, Ecomasa– e indiferencia.
El Papa Francisco ha empezado el año advirtiendo sobre la ruidosa confusión de la publicidad y la abundancia de palabras vacías. Concertación social ha podido ser una de ellas, porque a menudo hemos sentido que el diálogo social quedaba satisfecho con un concierto económico.
Desde que las vacas son más flacas resucitan las críticas y las mareas. Las últimas del año se llevaron la playa de la Magdalena, otro clásico del invierno como el colapso de urgencias. Mayor que el habitual. El gerente de Atención Primaria, a última hora, tuvo que quitarse la corbata para pasar consulta en Nochevieja. No hubo sorpresa porque ocurre todos los años. Fue una normal anormalidad. La culpa fue de la gripe, del puente de Año Nuevo y de los desamparados como nosotros que abusamos de urgencias. El colapso ya tiene explicación. Lo que no tiene es remedio.
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