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Era un miércoles y Jacobo Vidal no se presentó a su cita en Madrid. Cada cierto tiempo bajaba para repasar las cuentas con sus clientes de la capital. Jacobo siempre traía buenas noticias. Ellos no le dieron mucha importancia. Con tanto lío, se le complicaría el día. El susto llegó cuando la familia vio la noticia que publicó este periódico un par de días después. Investigación de una estafa millonaria con epicentro en la antigua oficina de Novo Banco en Santander. En Madrid, en Burgos y, sobre todo, en Cantabria, a muchos se les atragantó el desayuno. Más de uno se enteró por la prensa y, al llamar al banco, confirmaron lo peor. Para hacerse una idea, de los dos millones de euros que la familia madrileña puso en manos de Vidal –y que aparentemente iban viento en popa en forma de inversiones– quedaban 20.000 euros. Y de los 100.000 de la suegra, mil. «Toda la documentación que me iban dando de mi dinero era mentira», comentaba otro afectado. Un pequeño ahorrador en este caso. Porque el asunto afectó a grandes fortunas, pero también a clientes con menor capacidad económica. Perdieron casi todo y se han visto en serios aprietos. El propio Vidal, posiblemente acorralado, llevó las presuntas irregularidades al juzgado. Empezó una investigación que –muy, muy lentamente– aún sigue. Hace tres años y con mil dudas.
«No os preocupéis. La he cagado, he cometido un error, pero lo voy a arreglar». Después de mensajes y llamadas sin respuesta, una desde otro teléfono permitió a la familia de Madrid tener la última conversación con Jacobo. Muy corta. El principal investigado achacó todo lo sucedido ante el fiscal a «malas inversiones» y aseguró que en Novo Banco sabían lo que estaba pasando. Quedó en libertad con el pasaporte retirado y la obligación de presentarse una vez por semana.
Vidal, sus antiguos compañeros de oficina, sus familiares, el banco... Y, sobre todo, los afectados. Todo empezó a enredarse. En los papeles que puso a disposición de la justicia había 76 nombres. Diez sociedades y 66 clientes particulares. En quince casos, inversiones de más de un millón (uno de los clientes, casi cuatro). De esos papeles se deducía una cantidad total de unos cincuenta millones, aunque el banco siempre ha insistido en que era mucho menos. Dudas. También con los afectados. Esos 76 nombres pueden ser más, según comentan fuentes de la investigación.
«No ha habido cena en Santander este fin de semana en la que no se hablara del tema», se dijo cuando la presunta estafa saltó por los aires. Porque todos confiaban en Vidal. Amigos, padres de los compañeros de colegio o equipo de sus hijos, familiares... Con una palabra clave: «confianza». «¿Cómo no iba a confiar en ellos si llevábamos once años?». Fue un misil en la línea de flotación de la sociedad santanderina que hizo saltar por los aires justo eso, la confianza.
Los afectados claman en el juzgado por una solución que parece muy lejana. Tres años después no ven avances.
De los papeles que Vidal presentó en el juzgado se podía determinar que la suma total comprometida en la presunta estafa asciende a unos cincuenta millones de euros. Novo Banco, ante la jueza y también en declaraciones a este periódico, siempre ha insistido en que esa cifra es «muy inferior». Es una de las grandes dudas. Determinar lo presuntamente estafado. La entidad presentó un informe forensic (una especie de investigación externa), pero, partiendo de las mismas explicaciones, banco y afectados sacan conclusiones distintas en cuanto a las cifras. Se parte de un problema de base. A los clientes les pasaban unos supuestos extractos con lo que se supone que tenían. Falseados. Ellos organizaban su vida y sus gastos en base a esas cantidades. Al dinero que les decían que tenían. Concretar la cifra en cada caso será determinante si llega el momento de fijar indemnizaciones, de recuperar el dinero.
Adía de hoy, el principal investigado –y el primero considerado como tal en el caso por orden cronológico– es Jacobo Vidal. Pero ni mucho menos es el único. La jueza vio indicios para citar posteriormente en esa misma condición de investigado al propio banco (acudió a declarar un alto cargo de la entidad). Y a la lista se han sumado algunos familiares de Vidal (según el informe forensic presentado por Novo Banco, su exempleado pudo utilizar cuentas de familiares para mover fondos y se apunta a la posibilidad de que se falsificaran firmas –la responsabilidad de esas personas, obviamente, está por ver–) y varios excompañeros de la oficina que cerró a finales de 2019 (en los bajos del Club de Regatas). El banco ha pedido que se investigara a estos antiguos trabajadores –que declararon no saber nada del asunto– pero, curiosamente, en esa lista no está por ahora el que fuera director de la oficina.
Vidal achacó lo sucedido a «malas inversiones» y él mismo se presentó en el juzgado para presentar los hechos (posiblemente como estrategia ante una posible condena en el futuro). Es decir, según su relato, que perdió el dinero, pero que no se quedó con él. Las investigaciones desde el juzgado no han encontrado cuentas en el extranjero (el patrimonio que se le ha detectado –y que habría sido objeto de embargo– resulta «insignificante» para las cantidades que se están manejando). Pero un informe de la Agencia Tributaria puso de manifiesto que Vidal y su entorno movieron en inversiones y desinversiones financieras de actividades propias unos 41 millones de euros en doce años. Un volumen de dinero «significativo», aunque no se pudo acreditar si estaba vinculado al objeto de las investigaciones. A esto se suma el alto nivel de vida que muchos testigos le atribuyen en estos años.
Novo Banco siempre se ha presentado como víctima, pero ahora mismo figura como investigado. Es determinante. Sobre todo, si toca pagar. Si la responsabilidad civil fuera finalmente penal, las cifras se multiplicarían. Ellos circunscriben lo sucedido a malas prácticas en su oficina de Santander, reducen las cantidades en juego y cuestionan, de hecho, que se hable de estafa. Sin embargo, la Agencia Tributaria señaló en un informe que todo indica que los controles internos a los que está obligada por ley o no se hicieron correctamente o las anomalías se obviaron. De demostrarse, apuntan en Hacienda, podríamos estar ante un presunto blanqueo de capitales por actuación imprudente. Por otro lado, la entidad ofreció acuerdos a algunos de los afectados inicialmente (cerró al menos cinco), pero no ha seguido por esa línea. Fuentes del caso creen que está 'inundando' el juzgado de documentación para dilatar el proceso.
La jueza que lleva el caso apreció indicios de criminalidad suficientes como para fijar una fianza, un depósito, de algo más de 19 millones de euros en el juzgado. Un dinero al que agarrarse para evitar problemas si llega el caso de que a Novo Banco le toca pagar. Lo pidieron los afectados para asegurarse de que hay fondos y, también, al asistir al proceso de compra por parte de Abanca de la red de Novo Banco. La respuesta de la entidad fue presentar un aval. O sea, un documento avalándose a sí mismos. Eso y recurrir la imposición de esa fianza ante la Audiencia Provincial. Los abogados de los afectados creen que ese aval no es «suficiente», que si la petición era para asegurar un posible pago un aval les deja como estaban. Eso está sin resolver hasta que la Audiencia no resuelva previamente el recurso que presentó Novo Banco. Y la respuesta no acaba de llegar (es uno de los asuntos que se está prolongando).
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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