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Contando por lo bajo, en Cantabria se venden doce palacios. La oferta de este tipo de construcciones, que son patrimonio y testimonio de nuestros ancestros, no deja de crecer en la región y hay dos factores que caracterizan a quienes las compran: son más de fuera que de dentro –de Cantabria– y la mayoría las adquiere para convertirlas en hotel o restaurante. Con frecuencia, ambas cosas. Sobre esta tendencia a enajenar los grandes bienes patrimoniales hay diversidad de opiniones. Están los que lo ven bien, porque de esta manera se restauran edificios enormes con siglos de historia que podrían terminar viniéndose abajo y están los que consideran que debería primar la conservación de estas construcciones, que son señas de identidad y conforman la memoria colectiva de los pueblos.
Los herederos y propietarios muchas veces se debaten entre preservar el legado de sus antepasados –aunque no lo puedan mantener– o deshacerse de lo que puede llegar a ser un lastre. Hay que tener en cuenta que cuidar este tipo de propiedades es caro (muy caro) y restaurarlas también. Si además se producen disyuntivas porque hay diferentes propietarios unidos por el parentesco, la cosa se puede torcer bastante. Por eso, al final, muchos deciden vender. Es lo que sucede últimamente en Cantabria, que se están vendiendo los palacios. O, al menos, poniéndose a la venta, porque no resulta tan sencillo darles salida. «No te voy a engañar, no nos llaman diez personas al año preguntando por este tipo de palacetes. Más bien tres o cuatro. Como máximo, cinco», explica Galia Fuentes, directora comercial de la inmobiliaria Mikeli enSantander. ¿Por qué? «Primero por el precio, que suele ser muy elevado, aunque el enclave en el que esté situado el palacio se haya devaluado con el paso del tiempo».
Hay pueblos que se han terminado convirtiendo en ciudades dormitorio «con obra de nueva construcción, lo que puede restar encanto y privacidad al conjunto histórico en venta». En el precio que establecen los herederos va incluido el apego emocional que tienen a las edificaciones que han construido sus ancestros. Aunque hay propiedades de más de dos –y de tres– millones, el precio medio actual ronda el millón de euros. «Por regla general, se compran cuando bajan los precios después de varios años en venta». ¿Y a qué se destinan? «Suelen convertirse en hotel o boutique o destinarse a la celebración de eventos».
También hay casos en los que el Gobierno de Cantabria ha adquirido los edificios para que no se pierdan, como el Palacio de Chiloeches enSantoña, que está pendiente de rehabilitación, o la Casa Madrazo en Vega de Pas, que se convertirá en un museo sobre la figura del doctor si los descendientes y la Administración logran entenderse y llegar a un acuerdo.
La casa natal del escritor José María de Pereda en Polanco está a la venta por 1.100.000 euros. La propiedad ha pertenecido hasta ahora a los descendientes del literato, que la empleaban como residencia vacacional. La casa palacio consta de más de ochocientos metros cuadrados, distribuidos en nueve habitaciones y cinco baños. El emblemático inmueble, de estilo barroco-montañés, está rodeado de seis mil metros cuadrados de terreno.
Este impresionante palacio del siglo XVIII ubicado en Hoznayo (Entrambasaguas) es propiedad de la Fundación Medinaceli y su esplendor se debe al entusiasmo de los hermanos Diego, que inviertieron dos millones de euros en restaurar el Palacio de los Acevedo y convertirlo en establecimiento de hostelería. Cada estancia cuenta una historia de otro tiempo. Entre ellas, la capilla-panteón de estilo herreriano, de la que recuperaron su aspecto original.
El Palacio de Helguera (Las Presillas), que ahora responde al nombre de Palacio Boutique & Antique, es un hotel de cinco estrellas dentro de un edificio del siglo XVII. Los actuales propietarios le compraron el edificio a Alfonso Aijón, promotor musical y fundador de Ibermúsica. La inversión sobrepasó los dos millones de euros. En sus lujosos pasillos, uno se puede encontrar, entre otros objetos de anticuario, una butaca estilo Luis XV policromada en oro.
Hablando de edificios exóticos, está el Palacio Falla Villa de Cuba, una casa palacio que el indiano Laureano Falla encargó construir al arquitecto Eugenio Fernández Quintanilla en 1920 en la localidad de Anero (Ribamontán al Monte). Actualmente está en manos del biznieto de Falla, Julio Batista, que alquila las dependencias exteriores e interiores para la celebración de eventos. El jardín recibió en 2008 en Premio Nacional del Jardín Botánico de Madrid.
Quien disponga de 995.000 euros puede invertirlos en la compra del Palacio Marqués de Mercadal, ubicado en Alceda, Corvera de Toranzo. La construcción, ubicada junto al Camino Real de Burgos, data de 1737 y ha experimentado varias reformas. Consta de palacio, capilla, socarreña y hasta un pozo, que se extienden sobre seis mil metros cuadrados de terreno. Destaca su porte aristocrático y la delicadeza de sus históricos muros.
La Quinta Labat no es un buen ejemplo de conservación. El Gobierno de Cantabria se la vendió a Oilba Estaciones por 2,4 millones de euros y, desde entonces, no se ha actuado sobre esta finca de 5.000 metros cuadrados. Tampoco sobre el imponente edificio, de más de mil metros cuadrados repartidos en tres plantas y un sótano. Es de un blanco apagado por el paso del tiempo. Su semblante conserva todavía cierto encanto en la ciudad de Santander.
El Palacio Sánchez de Movellán de Roiz, Valdáliga, pertenece al banquero madrileño Ignacio de la Colina. Los herederos de la propiedad vendieron recientemente el fastuoso edificio, que fue levantado por el indiano Juan Vélez de las Cuevas en el siglo XVII y más tarde declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Dispone de nueve dormitorios, cuatro baños, suelos de tarima de roble, frisos policromados, biblioteca y una impresionante capilla propia.
«Se vende palacio indiano en Ampuero». Así reza el anuncio de la inmobiliaria que oferta esta preciosa casa palacio que fue diseñada por el arquitecto Javier González de Riancho (diseñó el Palacio de La Magdalena). Cuesta 645.000 euros y consta de 541 metros cuadrados. Además, posee una finca urbana de 2.672 metros cuadrados. Destacan su solemnidad, elegancia y grandeza. Y, por supuesto, destaca su colorida fachada de tonos dulces.
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