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JOSÉ CARLOS ROJO
Sábado, 9 de abril 2022, 07:55
Homer no ha jurado bandera, no lleva uniforme ni armas, pero es a día de hoy una pieza clave del cuerpo de la Guardia Civil cántabra. Pese a ser un agente con estos handicaps, tiene sin embargo un talento que nadie puede igualar; al menos ningún humano puede hacerlo. Su olfato afinado, entrenado en la identificación de cocaína, hachís, marihuana... se ha convertido en el mejor detector de sustancias estupefacientes que pueda existir. «Si hay droga en algún lugar, por escondida o enmascarada que esté, la detectará», explica su adiestrador, Luis Iranzo, responsable del Grupo Cinológico de la Benemérita en Cantabria. Así se denomina la división del Cuerpo que trabaja con los cánidos.
El perro tiene un carácter impulsivo y enérgico; pero bajo la tutela de su guía toda esa fuerza se canaliza hacia el trabajo. Día a día explora cada rincón del aeropuerto Seve Ballesteros -la infraestructura principal a la que está destinado-; aunque también acude al Puerto, o incluso acompaña a las personalidades que vienen de visita a la región.
A las 09.30 horas de ayer ya estaba listo para revisar el equipaje del vuelo de Ryanair que llegó de Viena. Para él, es un juego. Corre alrededor de los carros que transportan el equipaje, husmea, huele y busca. Examina cada recodo en busca de ese estímulo que encienda el piloto de alarma en su pituitaria; y cuando ya no queda espacio que investigar, le queda la aprobación de su líder. «Ahora viene a que le dé su recompensa, que es el premio del juego», aclara Iranzo, que extrae de un bolsillo un juguete para perros. «Para ellos esto es lo más importante. Es lo que nos indica si tienen instinto de caza, que es, al final, lo que nos dice si el animal podrá servir para trabajar», revela.
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Como los demás agentes peludos que forman parte del Cuerpo en la región, Homer tuvo que pasar primero un proceso de selección y, más tarde, un tiempo de aprendizaje antes de entrar en servicio. Cada agente perruno se instruye primero en la Escuela del Servicio Cinecológico central, que está en El Prado (Madrid). «Allí se los enseña a buscar todo tipo de cosas. Desde drogas, explosivos, personas, veneno, etc».
En Cantabria hay en total ocho perros dedicados a varias especialidades aunque en el servicio central, en Madrid, es donde cuentan con animales formados para cualquier eventualidad y pueden moverse a cualquier punto de España si surge un caso donde se los necesite. Hay animales entrenados para encontrar cadáveres bajo la nieve e incluso sumergidos en agua.
Pese a su edad temprana -dos años- y a que le queda aún mucho por aprender, Homer es ya uno de los mejores en su especialidad. Se pone a cuatro patas, busca la cabeza de su dueño y lo come a besos, literalmente, hasta que le desplaza la mascarilla de la boca. «Me quiere mucho, demasiado», confiesa el agente. Pero luego el experto en drogas vuelve al trabajo. Los pasajeros de Viena descienden por la escalera del avión y bajan a pista, por donde desfilan hacia la salida. Él los escruta con tiento, sin abrumarlos pero con insistencia, buscando restos olfativos que puedan delatarlos; pero todos están limpios. No hay rastro de sustancias prohibidas.
«Le digo a la gente que no le acaricie, porque hay veces en que está tan concentrado que no le hace ninguna gracia que le distraigan y puede ser hasta peligroso». Podría incluso marcar a quien ose interrumpirle, pero es que conviene recordar que, ante todo, es un perro en el ejercicio de servicio. «Tengo otro, un labrador que se llama Max, y que es mucho más noble en ese sentido. También es verdad que tiene ya siete años y se ha tranquilizado mucho», comenta Iranzo.
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Para este guardia civil, estos animales son más que un perro. «Son compañeros de trabajo. Son incluso como amigos. ¿El perro es el mejor amigo del hombre, no?», recuerda. «Da lo mismo el ánimo con el que lo recibas tú, que él siempre está bien contigo. Siempre está animoso, contento, te recibe con alegría, te quiere y es fiel, pase lo que pase».
El vínculo que se crea entre ambos es tan fuerte que sólo por eso merece la pena estar destinado a este servicio. «Cuando tienes un éxito es muy enriquecedor y motivo de orgullo porque es el resultado de muchos meses de trabajo y entrenamiento». Sucedió en el primer servicio, el pasado 16 de marzo, cuando detectó 250 gramos de hachís en la inspección de un coche particular en Reinosa.
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