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Cantabria batió el pasado mes de octubre su récord de población al alcanzar los 593.044 habitantes, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta cifra máxima de cántabros parece consolidar la tendencia de crecimiento demográfico en la región del último ... lustro.
Si se observa la evolución de la población cántabra durante las dos últimas décadas, hay una primera fase de crecimiento que culmina en 2012, cuando se alcanzó el anterior máximo al sumar 592.387 habitantes. Tras este pico, el número de cántabros experimenta un descenso que dura un lustro, hasta los 581.421 de 2017. Después de unos años de estancamiento, con una variación mínima, en 2020 comienza a percibirse un incremento más palpable (583.011), que se confirma en el siguiente bienio y se acelera en 2023 (588.529) y 2024, cuando se elevó el listón por encima de los 593.000 cántabros.
No es un secreto que detrás de este cambio de comportamiento de la población de Cantabria se encuentra el fenómeno de la inmigración. La región, al igual que España entera, se encuentra inmersa en un proceso de envejecimiento poblacional, consecuencia, por un lado, de la mayor esperanza de vida de las personas y, por otro, del descenso imparable de la natalidad.
La 'reacción' demográfica de estos últimos años, que aún no ha tocado techo, coincide con un aceleramiento de la llegada de extranjeros a Cantabria. De hecho, la evolución de la colonia extranjera discurre paralela a la de la población regional: también registra una subida más o menos constante entre 2005 y 2012, año este último en que el gráfico dibuja una punta, al llegar a la cifra nunca antes alcanzada de 39.313 personas. Es justamente el ejercicio en que la población total de Cantabria establece su anterior techo.
Los años siguientes trazan un declive, y el grupo de población de otros países residente en la región mengua hasta los 29.457 individuos en 2017, una circunstancia que coincide también con el momento en que Cantabria ve más reducido su número de habitantes. A partir de ahí, el ritmo de llegada de los emigrantes remonta, y empuja hacia arriba las cifras de población. En 2023 y 2024, los de crecimiento más acusado en la Comunidad Autónoma, son los de mayor aumento del número de personas llegadas de otros países: de 2022 a 2023 pasan de 37.203 a 41.711 (4.508 más), y en 2024 son ya 47.575 (5.864 más). Esto quiere decir que en los dos últimos años el total de extranjeros se ha incrementado en más de 10.000.
Desde 2005, el volumen de población extranjera en Cantabria se ha duplicado sobradamente, de las 20.547 personas a 47.575, 27.028 individuos más. En ese mismo tiempo, la población nacional ha experimentado un crecimiento mucho más discreto: 9.989 personas más, desde los 535.480 españoles de 2005 a los 545.469 de 2024.
Los emigrantes constituyen la única esperanza frente a la pérdida de población y ante la realidad de una sociedad cada vez más envejecida. Hay que retroceder hasta 2010 para encontrar un año en que los nacimientos superaran a las defunciones en Cantabria; desde entonces, el saldo vegetativo, es decir, la diferencia entre ambos fenómenos demográficos, ha sido siempre negativo. Frente a un número de fallecimientos con una suave tendencia a crecer, en una línea con altibajos, el de nacimientos refleja una pérdida constante: en 2023 los decesos, 6.032, fueron el doble de los alumbramientos, 2.976.
Con esos datos, el rejuvenecimiento de la población depende casi por completo de la llegada de emigrantes, quienes, se supone, han de ser también quienes se incorporen al mercado laboral y contribuyan al mantenimiento del Estado de bienestar y, en concreto, del sistema de pensiones.
Cantabria, donde los extranjeros suponen un 8,02% de la población, acoge a un porcentaje de extranjeros mucho menor que la media estatal, que alcanza el 13,4. También la población de España alcanzó en 2024 su valor máximo en la serie histórica al totalizar 48.592.909 habitantes, gracias, igualmente, a la emigración.
Esa menor proporción de población extranjera en la región, y su crecimiento más lento, se debe a la menor capacidad de su modelo económico para absorber mano de obra no cualificada, que encuentra mejor acomodo en otras regiones en las que la industria y la agricultura tienen mayor peso. El sector servicios, tan desarrollado en Cantabria, ofrece menos oportunidades para ese perfil de trabajador.
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