El número de incineraciones supera ya al de los entierros tradicionales

«La gente cada vez opta más por la incineración –explica Jesús Ruiz Calzada, director económico de la Funeraria Nereo–; actualmente suponen entre el 50% y el 60% de los servicios que realizamos». En su opinión, la explicación a este fenómeno es el «cambio de costumbres» que ha experimentado la sociedad, que también ha transformado la relación de los vivos con los muertos. «Hoy en día lo que se está detectando es que mucha gente no quiere estar tan pendiente de dónde están enterrados sus familiares o sus seres queridos, tener que ir a verlo, atenderlo y todo lo demás». De lo que está seguro es de que detrás del incremento de incineraciones no se encuentra la cuestión económica: «Prácticamente es la misma cuantía, no es que la inhumación sea mucho más cara, sino que el gasto resulta muy parecido».

Suele decirse que morirse es caro, algo que corrobora el último estudio publicado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), según el cual Santander se encontraría entre las ciudades en que más gravoso resulta, con un gasto superior a los 5.000 euros por entierro o cremación, frente a otras como Logroño o Zaragoza, donde el servicio no llega a los 3.000.

Aquí, para rebajar el servicio a esas cantidades habría que prescindir de todo aquello que se contrata habitualmente, como el tanatorio, la esquela o las flores. En cambio, casi se puede decir que no hay un límite si lo que se quiere es una despedida a lo grande, y la factura puede ascender a los 15.000 euros si se incluye un féretro más lujoso, la preparación del cadáver mientras esté expuesto, personal, coronas, albañil, vehículos de acompañamiento para familiares, etc.

En el cementerio de Ciriego, en Santander, se prestan cada año unos 1.500 servicios, según detalla su directora, María Bolado: son, aproximadamente, 750 incineraciones y 800 inhumaciones, tanto de cadáveres como de cenizas. «Aquí sí estamos notando una gran diferencia, y es que la inhumación de cenizas está aumentando considerablemente: en 2017, de 727 inhumaciones que realizamos, 706 fueron de cuerpos y 21 de cenizas; en 2022, de 720, 478 correspondieron a cadáveres y 242 a cenizas. Está subiendo muchísimo tanto la incineración como la inhumación de cenizas, sin perder esa media anual».

¿Qué hace la gente con las cenizas de los difuntos? «Nosotros no influimos en esa decisión –señala Ruiz Calzada–; sí detectamos que bastantes optan por inhumar las cenizas junto a algún otro familiar fallecido anteriormente. Tienen otras opciones, como utilizar los columbarios o bien depositarlas en el Jardín de las Cenizas del Cementerio».

Hay también quien prefiere esparcir las cenizas al aire libre, o en algún lugar que tenga un especial significado para el finado; otros, eligen conservarlas y guardarlas en casa. Contra esas nuevas costumbres se ha manifestado la Iglesia, con el fin de evitar cualquier «malentendido panteísta, naturalista o nihilista», como publicó en el documento redactado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y firmado por el papa Francisco, titulado 'Ad resurgendum cum Christo'. Insiste en que «no se permite la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos». Tampoco consiente guardarlas en casa ni repartirlas entre los familiares. De este modo, «se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas».

Sigue el canal de El Diario Montañés en WhatsApp, donde encontrarás todas las claves informativas del día.