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El número de cántabros que ha recibido la pauta completa de vacunación ya es superior a la suma de contagios contabilizados por la Consejería de Sanidad: son 29.424 frente a 26.566. Son cifras que, aunque no guarden relación entre ... sí, dan cierta sensación de avance ante la enfermedad. En realidad, el número de personas inmunizadas en la región es bastante mayor, si se incluye a los curados (25.022), y más aún si se suman todos aquellos que pasaron la enfermedad sin saberlo durante la primera ola y no quedaron registrados, otros 12.000 según el estudio de seroprevalencia. Pero, en fin, habría que dar por bueno que todos los que tuvieron contacto con el covid siguen protegidos contra él.
Presentar así los datos es una forma amable de referirse a la campaña de vacunación, cuando la realidad es que a punto de cumplirse tres meses desde su inicio sólo está protegido un 5% de la población de Cantabria, un porcentaje mínimo que supone un enorme fracaso. Por supuesto, nada de esto es achacable a la Sanidad regional, que hace lo que puede con las dosis que le envían.
La crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha supuesto tal vuelco en la vida de los ciudadanos que situaciones antes inconcebibles se han convertido en realidades cotidianas. Dentro de ese conjunto de cuestiones increíbles se encuentra el funcionamiento de las farmacéuticas que proporcionan vacunas contras el covid: es tal la situación de dependencia de los países que transigen con todos sus incumplimientos, apenas justificados. El recuerdo de los primeros momentos de la pandemia, cuando la necesidad de material sanitario ofreció la ocasión perfecta para negociantes sin demasiados escrúpulos, es demasiado reciente como para no temer que ahora esté sucediendo algo parecido con los sueros. Si no, resulta bastante extraño que la producción de unas fábricas esté tan sujeta a las sorpresas que sea imposible hacer previsiones. Lo único que se sabe, y en lo que hay que confiar, es que a partir de abril habrá más dosis, muchas más.
La vacunación en Cantabria, como en el resto de España, se desarrolla en función del paquete de vacunas, de contenido variable, que llega cada semana.
Moderna es, hasta el momento, el laboratorio más rácano con sus envíos, 9.700 dosis según los datos del Ministerio de Sanidad, y también el más irregular. En vista de que resulta impredecible cuándo entregará la siguiente remesa, se hace preciso reservar la mitad de las dosis para asegurar que quien recibió la primera pueda completar la pauta con una segunda inyección en el plazo establecido.
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Lo de AstraZeneca ya es algo excepcional. Aunque sus envíos han sido algo más generosos que los de Moderna –el Ministerio los cifra en 23.600 dosis–, su administración siempre ha supuesto un esfuerzo extra. La limitación de edad para los vacunados, que no pueden ser mayores de 55 años debido a que no se contó con suficientes voluntarios durante la etapa de ensayos, obligó a repensar la estrategia de inmunización, que antes seguía un orden marcado por la vulnerabilidad y la exposición al virus. Hubo que diseñar nuevos grupos y subgrupos, con la inevitable consecuencia de que algunos se sintieran agraviados frente a otros.
Los últimos en alzar la voz han sido los ortopedas cántabros, que se sienten «olvidados» en el proceso de vacunación. Como explican, los técnicos ortoprotésicos «son profesionales sanitarios que atienden a sus pacientes en contacto directo, realizan consultas en las ortopedias, donde tienen que tomarles las medidas para fabricar una prótesis o un corsé y realizan guardias hospitalarias para atender a personas que han sufrido un accidente o una caída, por ejemplo». La Asociación de Ortesistas Protesistas de Cantabria (AOPC), asegura que lleva más de tres meses solicitando la vacunación, hasta ahora sin éxito.
Ahora, cuando todo apuntaba a que la limitación de edad con la vacuna de AstraZeneca sería revisada con un criterio más amplio, facilitando su uso, ha surgido la alarma por posibles reacciones adversas, y desde entonces sus preparados permanecen inmovilizados en los frigoríficos de Sanidad.
En comparación con las anteriores, Pfizer ha resultado mucho más fiable. Aunque también sus entregas hayan estado por debajo de las previstas, las 79.125 dosis entregadas –también según los datos ofrecidos por el Ministerio– han facilitado la planificación de las labores de inmunización. Con ellas se ha vacunado a los usuarios y personal de las residencias de mayores y dependientes, y a la mayor parte de los profesionales sanitarios y sociosanitarios.
Es la que se está empleando en este momento para proteger a los grandes dependientes y a la población con más de 80 años, aunque las cantidades disponibles no permiten grandes avances: los centros de salud se ocupan en inyectar segundas dosis a los ancianos (sólo hay trescientas primeras dosis previstas en los próximos días), una tarea a la que dedicarán la presente semana y la próxima, mientras que la vacunación a domicilio de dependientes no institucionalizados, más compleja, apenas ha comenzado.
En total, estos dos colectivos, que suman unas 34.000 personas, han recibido 26.864 dosis, con 5.743 pautas de vacunación completadas.
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