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En Molleda (Val de San Vicente) se respiraba esta mañana una calma contenida porque el río Deva ha vuelto a su cauce, pero los vecinos afectados por las inundaciones, en cuyas viviendas el agua llegó a ocupar más de un metro de altura, continúan ... fregando y haciendo balance de daños. Los vecinos de este pueblo están acostumbrados a que el agua entre en sus casas-hubo dos inundaciones similares en el año 1982 y en 2010- y que el agua ocupe también la Nacional-621 cada vez que llueve mucho. «Aquí confluyen el río Deva y el río Cares y cuando hay mareas grandes se desbordan», explicaba Manuel Fernández, que ha pasado las últimas 12 horas sin luz. En el bar El Llarau no entró el agua, «se quedó al lado de la raya continua de la nacional», decía el dueño. «Si subes un poco más arriba verás las casas más afectadas», indicaba. Casas y cuadras, como la de Manuel Fernández, que tuvo que llevar su ganado a una viejo inmueble abandonado porque su cuadra se inundaba. Perdió una vaca por el camino.
A las once de la mañana, el joven Pedro Pérez limpiaba su garaje. «El agua llegó a ocupar un metro y seis centímetros», aseguraba como si lo hubiese medido. Tiene la lección aprendida de otras veces, «por eso cuando vi subir el río cambié de sitio la lavadora», pero ha perdido la caldera. «¿Esta planta no se veía eh?» y señala un tiesto con la escoba situado a medio metro de altura. ¿Y ahora qué? «pues achicar y esperar que no venga otra igual». Miedo no pasan nunca, «porque estamos acostumbrados», repiten todos. También hartos.
Mercedes Táramo limpiaba la portalada de la casa de su madre, en el número 76 del barrio La Fuente. Se les inundó el bajo «pero mi madre dijo que no salía de su casa» y estuvo en la segunda planta mientras el agua anegaba su vivienda, con 88 años. «Ha pasado más veces, pero uno se disgusta y también nos ponemos nerviosos, porque nunca sabes hasta dónde va a llegar». Además, «la humedad no se va nunca». A Mercedes, más que las casas, le preocupaban los destrozos en las fincas, «con toda la leña que había ahí» para aguantar el invierno. Pérdidas y más pérdidas. Como las de María José Vega, que ha tenido que poner los sofás sobre una mesa. «Sabemos lo que hay, por eso ya el miércoles subimos la lavadora al segundo piso», pero se les inundó la cocina y el salón. «Hemos perdido el horno». Su madre tampoco quiso salir de casa. «Lo peor es que la humedad tarda meses en irse y la pared no vuelve a ser la misma por mucho que pintemos», decía con los guantes puestos. «Además el agua sube mucho más rápido de lo que baja, aunque nunca piensas que va a llegar tan alto». Pero llega.
En la casa de al lado, Chema Fernández tenía puesta la música mientras achicaba. «¿Qué vamos a hacer? Hay que tomárselo lo mejor posible». No es su residencia habitual la casa de Molleda donde el agua llegó a ocupar casi un metro de altura. Se ha visto afectada la nevera, la cocina y el baño. «Al parecer esto es algo habitual, aunque yo creo que no a este nivel».
Mal parado salió también Óscar Vega, que tiene una estabulación con setenta animales. «Tuvimos que soltarnos y llevarlos a una finca de un vecino», relataba. Ha perdido 140 toneladas de maíz, «la comida de los animales de todo el invierno, que además produzco yo mismo». Ayer le ayudaban a limpiar la estabulación algunos vecinos y sus suegros. «Lo llevamos de otra manera porque sabemos que pasa y en otros lugares quizá no son tan habituales las inundaciones, pero a esto uno no se acostumbra nunca. Tengo 42 años y yo no había visto entrar el agua como ayer». «Llevamos desde las cinco de la mañana limpiando y aún nos quedan unas horas», explicaba mientras hacía números. «Los daños económicos pueden llegar a ser de 7.700 euros».
El alcalde, Roberto Escobedo, se pasó la mañana visitando a los vecinos afectados en Molleda. «Tenemos parte de la cuadrilla municipal realizando labores de limpieza y ayudando a aquellos que lo requieran». En Unquera, «está la otra parte de la cuadrilla de obras limpiando parques y jardines». Además, «hemos desplegado un dispositivo en coordinación con el 112 en el barrio de El Llanucu, que ayer se quedó sin luz y donde se inundaron los garajes». Por suerte, concretó, «ya han bajado los niveles, pero ahora quedan las labores de limpieza». También se inundó parte de la casa de la cultura y del auditorio de Unquera, «pero vamos a dar prioridad a los vecinos afectados», aseguró Escobedo. «Estamos avanzando y espero que para hoy tengamos solucionado el día después y a partir del fin de semana ir retomando la vida diaria».
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