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Para hacer la foto que ilustra esta entrevista, Ramón Díaz (Torrelavega, 1970) entra en uno de los laboratorios de la policía científica de Santander. La habitación oscura, de unos 20 metros cuadrados, está escondida al final de un pasillo en las dependencias de la Jefatura ... Superior de La Albericia y es lo más parecido a un museo de objetos raros. Una botella de licor, una lata de refresco, un casco de moto... todos con un punto en común: las marcas donde se señala la presencia de huellas dactilares. «Aunque parezca mentira, aún es el sistema más utilizado para esclarecer muchos sucesos. Todos estos que tenemos aquí han servido para identificar al delincuente», concreta el inspector jefe, en el cargo desde el pasado 1 de julio. En el 25 aniversario de la creación de esta división de los cuerpos de seguridad del Estado elogia la labor de una división que a veces desde un segundo plano ha logrado dar solución a algunos de los casos más complicados. «Hay un lema que dice algo así como que siempre todo ladrón se lleva algo; pero también siempre deja algo», remarca. Y ahí están ellos para encontrarlo.
–Y eso pese a que Cantabria es una región relativamente tranquila, sin muchos delitos en comparación con la media nacional.
–Tenemos esa suerte, aunque nosotros siempre estamos ocupados y, lamentablemente, la criminalidad está creciendo, como indica también la media de todo el país.
–Usted puede hacer balance de las dos últimas décadas.
–Llevo en el cuerpo 26 años. He estado en Madrid, en el País Vasco, en Cataluña... Por eso asumir esta jefatura era un reto importante tanto a nivel profesional como personal. Los delitos han evolucionado mucho, pero nosotros también lo hemos hecho.
–Es lo más parecido a una carrera armamentística.
–En la que ellos siempre van por delante.
–¿Siempre? Pero terminan por identificarlos la mayor parte de las veces.
–Pero los buenos profesionales siempre inventan un atajo para eludir las medidas de seguridad que desarrollamos. Es ley de vida.
–¿El terrorismo de ETA ha convertido a la Policía Nacional en referente europeo en la lucha antiterrorista?
–Haber tenido este terrorismo obligó a hacer una inversión muy potente en personal y medios. Por eso, cuando comenzaron a suceder los atentados islamistas en varias ciudades europeas, siempre nos preguntaron a nosotros. Luego sucede que, por ejemplo, tras el atentado de trenes del 11-M de Madrid, a los tres días teníamos identificadas a todas las víctimas. Es lo que sucede cuando se tienen protocolos y gente formada para este tipo de sucesos.
–¿Qué pueden hacer exactamente en la brigada de Santander?
–Hemos puesto en funcionamiento este año los servicios de informática forense y de grafoscopía, que se ocupa de descifrar los fraudes documentales, sobre todo con las firmas. Luego está el equipo de balística, que analiza sobre todo las armas y los casquillos. También hacemos revelado químico de huellas en objetos; inspecciones oculares, que son básicas en los lugares del suceso. Y es importantísima la labor de reseña de detenidos que se hace con fotografías y con la toma de las huellas dactilares y palmares.
–¿Y ADN?
–Aquí hacemos captación de muestras y archivo, pero los procesados se mandan a Madrid.
–Es fundamental para la resolución de casos, ¿cierto?
–Es lo que ha supuesto un salto cualitativo en el esclarecimiento de multitud de sucesos, sí. Y lo más importante es lo que va a seguir evolucionando.
–Lo idóneo para ustedes es que hubiera una base de datos con las huellas y el ADN de cada ciudadano.
–Pero existe un debate muy candente en torno a la seguridad que esto supondría, pero que iría en detrimento de la intimidad.
–¿Sobre todo por el ADN?
–Por todo, pero sí. Imaginemos que conocemos la marca genética de un individuo que nos dice que puede ser más violento. ¿Qué haríamos, vigilarlo más? O lo que se ha hablado muchas veces, ¿podría un seguro cobrar más a una persona cuyo ADN dice que es más propenso a morir joven? ¿O sería discriminación? Es muy complicado.
–Incluso pese a todos estos avances, hay casos que aún se les atragantan...
–Hay sucesos no tan graves, como pequeños hurtos en vehículos, o en viviendas, que son muy complicados de resolver. En el caso de los robos en hogares, que afortunadamente siempre se producen sin violencia porque los ladrones siempre entran cuando la casa está deshabitada, es muy complicado seguir a ciertos grupos itinerantes y muy profesionalizados.
–Sucede como en el caso de los delitos por internet.
–Pero que no se equivoque la gente porque por la red siempre se deja un rastro. No es un paraíso tan idóneo para desaparecer como muchos creen.
–¿Es un aviso a navegantes?
–Es que desde la Policía estamos intentando invertir mucho esfuerzo en formación. Necesitamos disuadir a los que van a cometer el delito y también a las potenciales víctimas para que tomen medidas antes de que sufran el atropello.
–Las personas, a veces, somos muy imprudentes.
–Es fundamental que se tenga un poco de sentido común. Están proliferando mucho las estafas porque la gente aún sigue creyendo que hay quien da duros a cuatro pesetas, y no puede ser. En los últimos días estamos viendo que se incrementan las denuncias de personas que caen en una estafa vieja que tiene que ver con la venta de seguros falsos. Los delincuentes son profesionales que se aprovechan de la gente que se encuentra en situación más desfavorecida porque es un perfil más vulnerable a la hora del engaño. También estamos haciendo un gran esfuerzo en los centros educativos con los más jóvenes, sobre todo con lo que tiene que ver con internet. Es fundamental que padres e hijos estén al tanto de cuales son los peligros que se ocultan tras los ordenadores y los dispositivos móviles y que conviene conocer para no caer en la trampa. Hablamos del llamado «sexting», incitación a que la víctima envíe fotografías o vídeos de contenido sexual; bulling y otra serie de delitos donde los más jóvenes muchas veces encuentran desprotegidos.
–Para abarcar tal panorama de delincuencia harán falta muchos medios. ¿Ustedes están bien en ese sentido?
–Estamos bien pero obviamente siempre estaría bien mejorar. Sobre todo porque la nuestra es una dedicación que requiere de una formación continua muy intensa, con gente que va y viene a formaciones a Madrid que duran semanas y que nos dejan sin ese efectivo. Pero también entiendo que la Policía no es sólo la científica y que quizá esos medios hacen falta más en la calle, por ejemplo, para poner otra patrulla más.
–Alguna vez han hablado de esos casos no resueltos a los que regresan cuando hay tiempo.
–En nuestro caso hay dos muy llamativos. Uno de ellos es el de la conocida como La dama de El Camello. El 29 de junio de 2001, una mujer aparecía ahogada, sin signos de violencia y sin documentación alguna, en la playa de El Camello (Santander) inició una de las investigaciones más interesantes de la policía en esta ciudad. Tenemos toda la documentación, hemos revisado cien veces todo y lo hemos cotejado con los resultados e investigaciones que han hecho los compañeros de Madrid...
–¿Y nada?
–Pues de momento no lo hemos conseguido. Pero no vamos a parar porque ya es casi un reto personal y profesional. Hay que resolverlo. El segundo caso que se me ocurre, con características similares, es el de la mujer que fue asesinada en Reina Victoria. El crimen de la profesora madrileña, muerta a puñaladas cuando salía del Tenis, se convirtió en uno de los más investigados de España. Pues aún estamos en ello.
–¿Se llega a abandonar algún día una investigación de estas características?
–Nunca. Se supone que a los 20 años el crimen más duro prescribe en términos jurídicos, pero nosotros nunca nos olvidamos. Hace bien poco unos compañeros de Madrid han llamado a una familia santanderina porque aún están tras la pista de una persona que desapareció en 1910. Obviamente estará muerta; pero para nosotros es crucial cerrar el expediente.
–La imagen del cuerpo de Policía ha cambiado en las dos últimas décadas. Antes un agente era el enemigo... y ahora es casi el amigo al que pedir ayuda cuando las cosas se complican.
–La percepción ha mejorado mucho. Se ha trabajado en hacer más y mejor comunicación para que la gente comprenda todo lo que hacemos. Al fin y al cabo es lo que le debemos por estar pagados con dinero público. Yo he estado trabajando en País Vasco y en Cataluña, donde tantas veces se nos ha criticado y también tengo que decir que he vivido muchas experiencias donde se nos ha reconocido el trabajo y se nos ha elogiado. Eso es muy bonito.
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