Paqui Ayllón era una joven que tenía su vida encarrilada cuando le dijeron que se iba a quedar ciega. Tras superar la depresión en la que la hundió la pérdida de la vista, esta enfermera granadina afincada en Cádiz tuvo que aprender a leer sin ... visión y acabó convirtiendo la lectura en una labor de voluntariado que realiza para niños enfermos, ancianos y pacientes psiquiátricos. Cuenta su experiencia en el libro 'La lectora ciega', que presenta hoy, jueves, en el Ateneo de Santander, a las 19.30 horas.
-¿Cuándo le dijeron que iba a perder la visión?
-Tenía 23 años cuando me diagnosticaron retinosis pigmentaria. Era enfermera y trabajaba.
-¿Había notado que algo iba mal?
-Sí, conduciendo. Pensé que necesitaba gafas. Pero después de cinco meses de pruebas me dijeron que tenía esta enfermedad genética degenerativa que no tiene cura. Me dijeron que me iba a quedar ciega.
-¿Y qué hace uno cuando le comunican algo así?
-No te lo quieres creer. En mi caso fue un rechazo total. Decidí seguir haciendo mi vida normal, aunque dejé de conducir. Me incorporé a mi trabajo. Pero un día me pinché accidentalmente con una aguja de un afectado de VIH. No me infecté, pero me di de baja y ya no volví. Me dijeron que con la poca visión que me quedaba no podía seguir. Me recomendaron que acudiera a la ONCE.
-¿Es que no había ido aún?
-No, porque no quería saber nada. Caí en una depresión profunda. Ese periodo duró desde los 30 hasta los 42 años, que es cuando ya dejé de ver del todo. Lo primero que hice fue entrar en la Asociación de Retinosis Pigmentaria de Andalucía. Y por fin hice caso y fui a la ONCE.
-Era una lectora compulsiva, pero ya no podía leer. ¿Qué hizo?
-¡Aprender a leer de nuevo! Mientras tuve un resto de visión, la ONCE me dio los medios para potenciarla con la tiflotecnología.
-¿La qué?
-Tiflotecnología. Son los aparatos que nos ayudan a las personas que no vemos a facilitarnos la vida. Hay un aparato, la telelupa, que me devolvió la ilusión de leer en papel. Pero hubo un momento en que ya ni con esto podía hacerlo. Nunca olvidaré el último libro que leí así con mis ojos. 'Pedro Páramo', de Juan Rulfo. Cuando lo cerré dije '¡se acabó!'. No merecía la pena el esfuerzo y el dolor de cabeza.
«Hay un efecto terapéutico en estas lecturas que he comprobado en estas personas y en mí misma»
-¿Se pasó al sistema braille?
-Sí, pero me di cuenta de que aprender braille con 40 años iba a ser muy complicado. Los que lo hacen desde niños no tienen ese problema, es como un segundo idioma. Pero para mí era difícil alcanzar la fluidez y comprensión lectora que yo me exigía. Yo sé braille para manejarme con las medicinas, el ascensor...
-Y entonces, ¿cómo lee ahora?
-Con el oído. Con un aparato tiflotécnico. Este en concreto se llama Víctor Reader. Tiene una tarjeta de memoria que puedo conectar al ordenador o al móvil. La ONCE tiene una biblioteca digital grabada, con más de 50.000 títulos. Los descargas. ¡Antes eran cintas de cuatro pistas! Las nuevas tecnologías han facilitado mucho las cosas.
«La chica que llevaba el grupo me animó a leer con mi dispositivo. La primera vez fue tan... mágico»
-¿Cómo decidió leer para otras personas?
-Mi librero me dijo que había una asociación que se dedicaba a leer en voz alta a enfermos. Lo primero que dije fue 'yo no necesito eso'. Pero me acabó llamando la atención por mi vocación de enfermera. Me apunté solo para acompañar. El primer día que acudí a un geriátrico la chica que llevaba al grupo me animó a leer con mi dispositivo. La primera vez que lo hice fue tan... mágico.
-¿Recuerda lo que leyó?
-'El verdadero final de la bella durmiente', de Ana María Matute. Me habían dicho que a los ancianos les gustan mucho los cuentos cortos y la poesía. Esto fue en enero de 2015. Me salió fatal, pero me puse a practicar como una loca en casa. Y así me hice voluntaria.
-¿Y ahora para quién lee?
-Leo en dos geriátricos. También lo hago para enfermos psiquiátricos y a veces también para discapacitados intelectuales. Luego están los niños enfermos de leucemia, cuando pasan mucho tiempo en los hospitales, durante las revisiones.
-¿Estas lecturas son más que un entretenimiento?
-Sin duda. Hay un efecto terapéutico que no sé si está comprobado científicamente, pero que yo sí he comprobado en mí misma y en estos colectivos. Yo les llevo las palabras que han escrito otros y que llegan al corazón y ellos me devuelven el efecto benéfico que les provocan.
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