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Alo largo de los tres domingos anteriores he presentado un diagnóstico de situación de la economía cántabra basado en un estudio (’El desarrollo económico de ... Cantabria: análisis e instrumentos’) realizado en colaboración con los profesores Agudo y Maza. En este último artículo sobre la materia quiero cambiar el registro y referirme al objetivo estratégico que creemos que Cantabria debería perseguir y a los instrumentos a los que podría/debería acudir para intentar conseguirlo.
En relación con el objetivo estratégico, pensamos que éste tiene que consistir en lograr un nivel de desarrollo elevado, sostenible e inclusivo. Por elevado entendemos, naturalmente, que se logre un potente crecimiento del PIB y PIB per cápita, que nos permita converger no sólo con la media española sino, sobre todo, con las regiones españolas y europeas más desarrolladas. En cuanto a que el desarrollo sea sostenible, lo entendemos desde tres perspectivas complementarias: económica, financiera y medioambiental. En relación con la primera, el objetivo es que el crecimiento sea duradero y estable en el tiempo, que no sea excesivamente volátil; en cuanto a la segunda, que sea capaz de sortear, sin demasiadas tensiones financieras, las diversas fases del ciclo económico; y en lo que atañe a la tercera, el crecimiento debería preservar y, en la medida de lo posible mejorar, la situación del medio ambiente. Por último, creemos que el desarrollo debería ser inclusivo, en el sentido de que, además de crear riqueza, debería repartirla justamente entre todos los ciudadanos, de forma tal que se reduzca sustancialmente el riesgo de pobreza y exclusión y, en consecuencia, las desigualdades socio-económicas.
Conseguir este objetivo multidimensional no es, en absoluto, tarea fácil. Dado que en otras ocasiones nos hemos referido a las políticas favorecedoras del crecimiento, no insistiré en ellas en esta ocasión y me referiré, exclusivamente, a algunos de los instrumentos públicos que, creemos, podrían contribuir al logro del mencionado objetivo.
Como es lógico, el primero que viene a la mente es el presupuesto, pues es el que, de forma más directa, trata de plasmar la política económica que el gobierno quiere desarrollar. Lamentablemente, y sobre todo como consecuencia de los procesos de consolidación (ajuste) fiscal puestos en marcha como respuesta europea a la crisis, procesos a los que todavía estaremos sujetos durante un cierto tiempo, no es posible pensar que el presupuesto (y, más en particular, la parte del mismo dedicada a inversión) se convierta en un auténtico revulsivo para la economía cántabra y su futuro.
Por lo tanto, y sin renunciar a lo que el presupuesto pueda dar de sí, habrá que recurrir a otros instrumentos financieros con capacidad potencial para tirar del carro. En el estudio arriba mencionado nos referimos, sobre todo, al ICAF y Sodercán y, secundariamente, a Sogarca. Para que las dos primeras entidades cumplan su función creemos que, además de coordinar muy estrechamente sus actuaciones, deberían actuar bajo una serie de principios inspiradores que, expresados en forma de ley, permitieran garantizar su autonomía de gestión, para así cumplir mejor los objetivos estratégicos que emanen del Gobierno regional. En este sentido, el ICAF debería constituirse en un auténtico banco de desarrollo regional, capaz de captar fondos (que no deberían contabilizar como deuda pública) en los mercados financieros nacionales e internacionales, y proporcionárselos a Sodercán para que, junto con un presupuesto propio menos raquítico que el actual, pudiera abordar con garantías su tarea de agencia de desarrollo.
Aparte de potenciar estos instrumentos financieros, consideramos que para lograr el objetivo arriba aludido sería conveniente reordenar nuestro entramado científico-tecnológico, creando la Agencia Cántabra de Ciencia e Investigación, por aquello de que, sin un desarrollo bien estructurado y armonizado de la I+D+i, será imposible avanzar con firmeza. Aparte de esto, creemos que hay otros dos ámbitos que, aunque parezcan de menor entidad, habría que explotar convenientemente: nos referimos, por un lado, a una mejor vinculación entre talento y fondos para la inversión mediante el desarrollo de un ecosistema de capital riesgo y, por otro, a sacar partido de lo que, para entendernos, se podría denominar como el ‘lobby’ cántabro en el mundo.
Aunque es evidente que otros muchos instrumentos tienen que movilizarse para conseguir el objetivo estratégico de un desarrollo elevado, sostenible e inclusivo, pensamos que los aquí mencionados son fundamentales y que, por lo tanto, hay que intentar explotarlos todo lo posible.
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Ana del Castillo
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