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El 29 de julio, el Ocearch partió desde Vigo. Un buque con científicos a bordo de distintas nacionalidades y disciplinas. Comenzaba la 'Expedición Safe the Med' (Salvar el Mediterráneo). El objetivo era encontrar al gran tiburón en las aguas del Golfo de Vizcaya. El día ... 9 terminó la travesía en Santander, un día antes de lo planificado. En estos doce días no han podido ni capturar ni avistar al mayor depredador de la tierra. Esto no significa que la expedición no haya sido un éxito, porque el equipo formado por el Ocearch y la Fundación Oceanográfic tenía más objetivos.Pablo García-Salinas, investigador de la Fundación Oceanográfic explica cuáles son las opciones por las que no han encontrado al gran escualo. «Una posibilidad puede ser que ya no queden tiburones blancos en estas aguas porque hay mucha presión pesquera o por las alteraciones del medio», se lamenta el investigador. Pero también plantea otras posibilidades menos pesimistas. Puede ser que la expedición no haya durado los días suficientes para abarcar la suficiente superficie y que simplemente no se hayan cruzado con ningún ejemplar, ya que de haberlos, la población es muy escasa. También puede ser que el Golfo de Bizkaia solo sea un lugar de paso para esta especie que viene del Atlántico y que los avistamientos que se han producido en los últimos años solo sean animales que están siguiendo a las presas de las que se alimentan, como puede ser el atún. «En esto es lo que tenemos que trabajar los próximos años, en despejar esta incógnita».
Una de las hipótesis de trabajo que tienen es que los tiburones que se encuentran en estas aguas del Atlántico Norte-Oriental realmente son los mismos del Mediterráneo, solo que usan la zona mediterránea como un área de guardería. Porque aunque no lo parezca, los tiburones cuando tienen crías suelen tenerlas en zonas donde los pequeños van a encontrar alimento y donde van a estar protegidas, porque «al tiburón blanco se le ve como el gran depredador, pero lo cierto es que sobre todo cuando son pequeños se los come todo el mundo». Y es entonces cuando buscan zonas más resguardadas. Tal vez lo que estamos viendo en esta zona del Atlántico son tiburones que han entrado en el Mediterráneo, han salido y ya está.Pero el Ocearch tenía otros objetivos que sí que han podido cumplir. «Nuestros objetivos eran el tiburón blanco, pero también todos los grandes tiburones que viven en la columna de agua, lo que llamamos animales pelágicos», apuntó Pablo. Estos animales son los que habitan en aguas medias o cercanas a la superficie. Sabían que en el Cantábrico hay una población abundante de tiburones azules como la tintorera, el majarro, el tiburón zorro o la cañabota que se encuentra en aguas más profundas. En esta ocasión han podido capturar y analizar varios ejemplares. El más pequeño es un tiburón macho tintorero de un metro con sesenta centímetros y el más grande otro macho de la misma especie, pero cuyo tamaño casi alcanza los cuatro metros.
De todas las capturas, hay una en particular que se puede seguir a través de 'Ocearch Global Shark Tracker. A este tiburón azul le han bautizado como 'Urdintxu', un macho tintorera de 3,2 metros de longitud y 112 kilos de peso. El escualo fue marcado por personal investigador español en el Cañón de Lastres, Golfo de Vizcaya, lugar del que se está alejando, según indica su posición. A 'Urdintxu', al igual que al resto de las capturas, se le ha realizado análisis genéticos para saber el parentesco que tienen con otras poblaciones; también pruebas ecotoxicológicas para averiguar las concentraciones de derivados de plástico y las acumulaciones de metales pesados que puedan tener en su organismo; le han recogido muestras de los parásitos que viven en su piel, porque estos funcionan como marcas naturales de los lugares en los que ha estado. Además de la fisiología básica. «Todavía queda mucho por saber de estos animales, cómo son por dentro, cómo es la relación del sistema reproductor con el tamaño», ponía como ejemplo el investigador.
El momento de la captura es, evidentemente, el más intenso para toda la tripulación. Ya que intentan que el proceso solo dure 15 minutos como máximo para que el animal sufra lo mínimo posible. «Es un momento de tensión muy controlada, sabes que el tiempo pasa y que hay que soltarlo lo antes posible». Según Pablo, ese momento es como una 'coreografía', en la que cada uno de los investigadores sabe en todo momento cuál es su función, por dónde se tiene que mover y que en cuanto acabe de tomar su muestra o hacer el procedimiento que le corresponda tiene que dar un paso atrás para dejar espacio al siguiente porque la plataforma es muy pequeña, sobre todo, cuando el escualo es muy grande. La manipulación tiene que ser muy precisa porque «son animales muy vulnerables y en peligro crítico de extinción», explica García-Salinas. El personal que se encargan de la captura del tiburón son parte de la tripulación estadounidense del Ocearch que están muy acostumbrados a realizar esta operación. Muchas personas pueden pensar que en esos momentos el escualo se puede revolver y atacar a la tripulación, pero Pablo explica que en ese momento entra en juego una cosa que sucede con los tiburones. «Después de acercarse al tiburón que ha mordido el anzuelo, se le da la vuelta y se le pone panza arriba. En ese momento entra en un estado de inmovilidad tónica en el que el animal se queda como hipnotizado».
Para la tripulación, la expedición ha sido un éxito y como dice Pablo: «Esta ha sido la parte divertida, ahora toca ir al laboratorio a estudiar todas las muestras». Para este investigador la experiencia ha sido muy enriquecedora, porque se han podido sentar a hablar con calma con otros investigadores, algo que en el día a día es complicado. Han podido poner en común ideas de lo que se puede hacer, de cómo trabajar en conjunto, haciendo sugerencias y también críticas a lo que ya se está haciendo para poder mejorar.
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