El ocio nocturno no levanta cabeza: «Las pérdidas de este año llegan ya al 90%»
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Las salas y discotecas de Cantabria acusan los doce meses de «pesadilla» con un 30% de quiebras en el sector y a la espera de un horario más flexibleÁngel Marina, propietario del pub Dr. Jekyll de Santander, ha pasado de abrir a las once de la noche a cerrar a esa misma hora, doce meses y una pandemia después, a esa misma hora. Que locales como el suyo, que sobrevive «a duras ... penas», sean los que 'mejor' están capeando el temporal del covid da una idea de la «pesadilla» que vive el resto de negocios que componen el ocio nocturno de Cantabria. Un 30% de los locales del sector está en quiebra; y las discotecas, que suponen cerca de un 10%, llevan un año cerradas a cal y canto, por ley, «muertas en vida», como lamenta Tomás Sánchez, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Salas de Fiesta, Baile y Discotecas: «Un año horrible». Todos comparten, además del diagnóstico, un deseo: que la vacunación dé resultados, los horarios se relajen y «podamos trabajar en condiciones».
Porque no discuten tanto los aforos como los horarios, ahora un poco más laxos con el aplazamiento del toque de queda a las once de la noche. Esa hora ganada a la pandemia «sirve», sí, aunque no a todos. «Hay muchos pubs que, aún pudiendo abrir, no lo están haciendo porque adaptarse a trabajar por la tarde es muy complejo. Ampliar el toque de queda puede servir a los negocios que estaban más estabilizados, pero para otros la situación sigue siendo muy complicada», sintetiza Ángel Suárez, presidente de la Asociación de Empresas de Ocio Nocturno de Cantabria, antes de definir la situación como «insoportable» y calcular «pérdidas de hasta el 90%» en algunos negocios. «Son la minoría los que se están adaptando. Los locales que consigan salir de esta situación saldrán, sí, pero endeudados por años», vaticina.
La solución a este año de «catástrofe» para él y sus colegas del ocio nocturno pasa por «un horario acorde con nuestro local», una medida que, además de escalonar la actividad hostelera y «permitirnos trabajar», conseguiría «evitar también las fiestas ilegales en domicilios». Ángel Marina, al frente de un negocio de día como la Rana Verde y también del pub Dr. Jekyll, acompaña este razonamiento opinando que «parece mejor idea tener un 30% de aforo mantenido en el tiempo, en el que la gente pueda venir a vernos poco a poco, que un 50% en el que solo haya dos horas para todo».
Ese rato en el que la gente se iba de copas después de trabajar ahora no existe. Y si existe, dura muy poco. Las salas quieren ganarle horas a la noche y aplazar en la medida de lo posible un toque de queda al que no terminan de verle mucho sentido: «Los aforos los entiendo, pero no el toque de queda. A mí me daría igual estar con un 30% pero con nuestro horario habitual», incide.
Hay otros que directamente no pueden ni abrir su local. Gregorio del Amo, propietario de tres salas santanderinas -Queen, Sümmum y Rocambole-, encarna la «incertidumbre» que vive el segmento del ocio más afectado por las restricciones: las discotecas, cerradas desde marzo de 2020. «Y sin visos de una apertura», agrega el empresario, antes de abrir una puerta a la esperanza y pensar que «quizá en verano podamos empezar a funcionar». Pero no lo tiene claro. «Estamos cerrados y no sabemos cuándo nos van a dejar abrir y funcionar», repite, antes de lamentar que las discotecas se quedaran fuera de las negociaciones para cambiar las licencias. «No sé si sería viable, pero se podría intentar. Como sigamos así, esto acabará con nosotros».
El clima de «pesadilla» que traslada el ocio nocturno de la capital no es distinto al que se vive en Torrelavega. Como presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería 39300 y propietario del local New Times, Ramón Gómez Ruiz no es ajeno a ese 90% de caída que ha registrado la facturación de algunos locales. «Hay meses que son ruinosos. Las pocas horas que puedes trabajar apenas puedes meter gente», lamenta, antes de resignarse ante la falta de «avances significativos» y los anuncios que abogan por sacrificar la Semana Santa en favor del verano. Sólo les queda una cosa: «Incertidumbre».
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