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Octogenarios sin vacuna
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La protesta de tres cántabros con más de 80 años que pertenecen a ese 46% que aún no ha sido inmunizado contra el covid: «Nuestra vida puede depender de un pinchazo»Ana María Chaparro | 81 años
La santanderina Ana María Chaparro, que con 81 años aguarda con cierta resignación la llamada que le anuncie su fecha de vacunación, dispara a discreción contra la clase política: «A ellos les importan otras cosas antes que las vacunas. En Madrid están preocupados de las mociones de censura, y en Cantabria de los molinos de viento o los espigones. Siempre hay algo por lo que discutir, y así están distraídos con lo que menos importa», critica. «Sinceramente, es una vergüenza que todavía haya tanta gente mayor sin vacunar. ¿Un 46%? Muchísimos. Nuestra vida puede depender de un pinchazo y aquí nadie parece mover un dedo».
A ella tampoco le han llamado, por ahora, para el proceso de vacunado masivo que la Consejería de Sanidad ha organizado para la semana próxima en el Palacio de Exposiciones. «Yo lo voy a tener un poco más difícil incluso porque soy alérgica a múltiples medicamentos», advierte, y muestra la chapa que lleva colgada al cuello, que informa de todas las reacciones que presenta a múltiples medicinas, desde corticoides a antibióticos. «Me ha dicho mi hijo, que es médico, que lo mejor sería esperar a la vacuna de Janssen, porque es la que mejor le va a la gente que es alérgica, como yo, pero que en todo caso cuando me pinchen deberé estar en observación un buen tiempo, por lo que pueda pasar».
Entre tanto, lleva una vida casi monacal. «Lo único que hago todos los días es bajar a desayunar al centro, con todas las medidas de seguridad, porque si no salgo algo de casa, me muero igual. Y luego vuelvo a casa y me enclaustro hasta el día siguiente». Echa de menos los besos, los abrazos y los cariños a sus hijos y nietos. «A uno lo tengo aquí, en Cantabria, bien cerca, pero a otro lo tengo muy lejos. Cuando me vacunen y lo vuelva a ver, nadie va a evitar que lo abrace bien fuerte».
Rufino Angulo | 85 años
Desde hace semanas, cada vez que le toca bajar al centro de salud de Tetuán, hace la misma pregunta: «¿Cuando me toca a mí?». Con 85 años, Rufino Angulo piensa que debería haber estado a la cabeza de la rueda de vacunación. «No sé muy bien, pero me parece poco lógico que se vacune primero a gente mucho más joven, por mucho que sean profesionales esenciales, y no haya vacunas para nosotros, que somos los más ancianos y se supone que podemos pasarlo mucho peor si lo cogemos».
No quiere eso decir que prefiera ser inmunizado con AstraZeneca, la profilaxis elegida para todos esos trabajadores. «Deja, deja, espero y que me pongan la buena», ironiza. Desde hace un tiempo decidió alejarse de la ciudad –tiene su casa en el barrio de Tetuán, en el centro de Santander– para vivir junto a la familia de su hija, en Heras. «Estoy en un chalet muy grande y me gusta. Estoy muy bien con los míos, pero sí que echo en falta el centro. Soy de ciudad, de salir a tomar un vino a media mañana, de jugar la partida con los amigos por la tarde;aunque eso se nos ha acabado, por ahora, porque el centro de mayores de Cañadío está cerrado para ese tipo de actividades».
Para él, verse de nuevo en su casa de Santander, pudiendo dejar la mascarilla y encontrándose con los de siempre en torno a las cartas, es casi un relato de ciencia ficción. «Ya casi no me creo que pueda volver a pasar. No sé, esto de tardar tanto en las vacunas... ¿No será que nos quieren quitar del medio para ahorrarse las pensiones?», cuenta de forma irónica, pero dejando cierto margen a la duda;porque aunque la busca, no encuentra razón a que personas como él aún no hayan sido vacunadas. «Tendré fe en que me llamen pronto», zanja.
José Miguel Pelayo | 80 años
Cada día, al acostarse, José Miguel Pelayo (80 años) piensa en la paradoja que le ha tocado vivir: «Lo hablo con mi mujer, que está vacunada desde hace días con las dos dosis de Pfizer y especulamos con que quizá, algún día, me toque a mí», ironiza. Ella tiene sólo un año más que él. «¿Por qué le han llamado a ella y no a mí? Nunca lo sabremos. Lo que parece es que no está muy claro el criterio que siguen para organizarlo», opina.
Es uno de tantos cántabros octogenarios que aún no han sido inmunizados. Entre todos alcanzan ese 46% que aguarda su turno. Han depositado la esperanza en que aún estén a tiempo de ser llamados para la convocatoria masiva que Sanidad está organizando para la semana próxima en el Palacio de Exposiciones. «Ojalá me llamen, pero no parece, por ahora», expresa.
A la hora de buscar culpables, es prudente. No descarga su ira contra la Unión Europea o el Ministerio de Sanidad, responsables de la llegada de viales a la región, ni tampoco contra la Consejería. «La culpa podríamos empezar a contar de abajo arriba o de arriba abajo, qué más da». Lo que sí reprocha al Gobierno cántabro es la especulación: «No deben avanzar fechas posibles sino llamar cuando tengan una cita definitiva. Porque lo demás sólo genera enfado y ansiedad», resuelve.
En su día a día ha restringido a la mínima expresión las relaciones sociales. Evita las aglomeraciones, elude los centros comerciales o las calles más concurridas y no viaja. «Esto último es lo que más echo en falta. Soy de ir con mi mujer, coger el coche y hacer kilómetros hasta donde nos lleve el cuerpo. Y ahora, en esta situación, no podemos». Por lo demás, aplica todas las medidas posibles de seguridad, pero continúa con su vida.
«No podemos quedarnos en casa enclaustrados. Es una forma de morir lentamente. Necesitamos pasear, tomar un café en una terraza o un vino. Soy de los que piensa que la vida y la economía tienen que seguir porque si no hay economía, no hay dinero; y sin dinero, no podemos pagar la sanidad, que es la que nos está salvando de esta pandemia», razona.
Es mucho más optimista de cara al verano, a medida de que más farmacéuticas pongan en circulación sus fórmulas. «En poco tiempo llegará la de Janssen, y alguna otra, y esto ayudará a que se pueda agilizar mucho más la vacunación en toda Europa, en España y también en Cantabria». Porque su confianza en los profesionales sanitarios de la región es plena. «Conozco bien todo ese mundo porque tuve la suerte de estar metido cuando trabajaba y sé que hay mucha, pero mucha gente, que se ha ofrecido voluntaria para trabajar a destajo tan pronto como haya dosis». «Si mañana hubiera viales para todos los cántabros, estoy seguro de que tardarían pocos días en ponérnoslas a todos».
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
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