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Quién se iba a imaginar que la ciencia, la banca o las gestiones administrativas podrían desarrollarse desde la mesa de la cocina y lejos de las grandes sedes referencia para los ciudadanos, caso del IH Cantabria en el Pctcan, Liberbank en la Plaza Porticada o ... el edificio de la calle Vargas que alberga decenas de departamentos oficiales. Ocurre desde que se inició la crisis sanitaria y hoy también habrá quien controle un préstamo en pantalón corto, quien revise una solicitud de beca desde una casa de pueblo (a 100 kilómetros de la Consejería de Educación) o quien compruebe la calidad del agua de un río mientras arma un puzzle con su párvulo.
Porque en numerosos sectores se han vaciado las oficinas y el quehacer profesional se lleva encima. Lo que importa es dónde está el portátil y no el despacho ni su horario y todo gracias a las tecnologías de la comunicación. Ejemplo paradigmático es el Instituto de Hidráulica Cantabria (IHC), un centro de investigación junto a la S-20 habitualmente transitado por 150 personas en la anterior normalidad. Hoy, el 99% de ellas sigue adelante pendiente de una pantalla y conjugando en todas sus formas palabras como «flexibilidad y conciliación», Lo cuenta Álvaro Álvarez, responsable del tanque de ingeniería marítima, que dice que, en aquel inmenso edificio«ahora, lo difícil es encontrarse»: sólo hay movimiento diario en las dos áreas de laboratorios.
Al suyo acuden 10 personas divididas en dos turnos e «hilando muy fino» para que unos y otros ni siquiera se crucen en el cambio de horario. Un grupo llega a las 8.00 y se marcha a las 14.55 horas. Los que dan el relevo deben acceder a las 15,05 y no antes, para no encontrarse con los que se van.
Los investigadores de este centro han pasado de una jornada partido a otra continua y hacen «un gran esfuerzo de coordinación para las reuniones». De momento, el balance es positivo. «Nuestro caso quizá sea particular porque la plantilla tiene una edad media de 35 años y eso quiere decir que en muchas casas hay hijos pequeños. Con los colegios y las guarderías cerradas, se ha puesto mucho acento en las medidas de conciliación: cada uno se organiza el día de trabajo como le conviene. Aquí la idea siempre es que la gente contenta trabaja mejor y, ahora, todavía más», recalca Álvarez, que agrega que, el primer periodo de inactividad provocó retrasos en algunos proyectos. Pero ahora la dispersión prácticamente no se nota. «Estamos a pleno rendimiento. En realidad, la ciencia son unos registros, así que no nos paramos».
También en los Servicios Centrales de Liberbank siguen sin incidencias pese a su gran instalación de la Plaza Porticada los edificios Velarde 1 y Velarde 3 están en cuadro. Los 40 trabajadores que la poblaban están en modo teletrabajo, por lo que el análisis financiero, los estudios de riesgo y cualquier otra función de apoyo al negocio se hacen desde otros escenarios. No ha habido ni media incidencia para adaptarse a la situación porque el bancario es un sector «ya muy informatizado desde hace años» y en Liberbank (integración de cuatro cajas de ahorro) ya había cultura telemática para hacer reuniones por videoconferencia. «Lo diferente es que ya no sales a tomar el café con los compañeros o que no comentas la jugada del Racing. El ambiente».
Y si hay un lugar en Santander donde ha cambiado radicalmente el ambiente es en el edificio de 'los ministerios' de la calle Vargas, que siempre «fue hormiguero de gente subiendo y bajando» a hacer gestiones porque allí se concentran numerosos departamentos oficiales. Ahora -por poner el ejemplo de una sola consejería-, en las plantas de Educación y Turismo solo se encuentra a 70 de las 244 personas que forman el organigrama. En la secretaría general, de 56 personas, acuden solo 15 a su puesto. El resto trabaja a distancia. Y no solo porque hay muchos menos funcionarios, también porque las visitas se han restringido al máximo, una empleada califica 'el clima' como «irreconocible».
Ahora el acceso al inmueble solo está permitido con cita previa y no puede uno presentarse con mucha antelación sobre la hora que le han dado. Se ha establecido todo un manual de uso para circular por la instalación: se recomienda usar la escalera (señalizada en dos direcciones) y se han colocado mamparas separadoras. «Ha habido momentos en que estaba todo tan vacío que parecía que no había actividad. Pero no. Todo sigue».
Pero hay otros lugares donde el teletrabajo no tiene cabida, caso de las fábricas tradicionales que, o han estado completamente cerradas con el estado de alarma o han tenido que incrementar turnos y producción porque se las etiquetó de servicio esencial. Edscha, con sede en Guarnizo, es de las que tuvo que poner el candado y está volviendo «poco a poco», con una actividad a día de hoy «algo por debajo de la mitad de lo que sería normal», una normalidad que se cifra en unos 500 empleados.
Pero no queda otra, porque lo suyo son los componentes para la automoción y hay que ir al ritmo de los fabricantes de automóviles que forman su cartera de clientes. En Edscha la parada fue progresiva («no se cierra de la noche a la mañana», dice un portavoz) y la 'reentré' también es «escalonada» y se espera «de arranque largo, porque hay que acompasarse» a los pedidos. «Los que trabajamos en automoción casi siempre formamos parte de una cadena más grande», lo que supone dependencia.
En el terreno, los empleados de mantenimiento nunca se fueron porque una planta industrial de estas características «nunca se queda vacía» y, a la hora de la vuelta, los primeros en llegar han sido los integrantes del equipo de prevención de riesgos laborales, se completó el grupo de mantenimiento encargado de poner a funcionar la maquinaria, luego los operarios de producción, (con sus elementos de protección individual (epi) y, finalmente, se han incorporado los empleados que llenan los departamentos financieros, de recursos humanos, logística y calidad. Ahora, todos pendientes de lo que en argot se denomina el 'ramp up', el momento en que la producción aumenta y, con ella, toda la empresa.
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