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Abel Verano
Santander
Martes, 11 de mayo 2021, 14:30
Los testigos que han declarado hoy en la segunda sesión del juicio con jurado por el atropello de un joven de 19 años en la zona del Sardinero, en 2016, por el que quedó en «coma profundo» han coincidido en que el acusado «excedía ... la velocidad permitida» en el momento en el que se produjo el accidente. «Oímos el rugido de un coche acelerando y al segundo atropelló a mi amigo. El impacto fue enorme», ha afirmado el amigo del herido, que, según ha contado, tuvo tiempo de salir de la calzada, «él no». «Oí un impacto enorme. Me quedé en shock y poco después vi en el suelo un charco de sangre enorme. El coche ya no estaba, poco después apareció un hombre y una mujer que fueron los que llamaron a la ambulancia», declaró este testigo, al tiempo que dijo que el impacto, «a más de 60 km/h fue en nuestro carril». «Desde que oímos el rugido del motor al impacto apenas pasó un segundo. El golpe fue bastante fuerte», añadió, para después descartar que la calle estuviera mal iluminada.
A preguntas de la defensa, este joven ha afirmado que el acusado «intentó acelerar para cambiar de carril. Dio un volantazo, aceleró al estar detrás de nosotros. Desde el momento en que aceleró hasta el atropello no pudo hacer ninguna maniobra para evitar el accidente».
Sobre el hecho de que fueran por la calzada, el amigo de la víctima ha justificado que la acera estaba «intransitable», pues no había «espacio suficiente» ya que estaba «invadido» por obras o coches aparcados en batería.
Después ha declarado otro testigos que se encontraba en la zona entonces y ha recordado que oyó un «acelerón muy fuerte» y vio al herido «salir volando dos metros por encima del coche». «El herido subió muy vertical, me impresionó. El coche iba a mucha velocidad, más de 60km/h. Tras el impacto disminuyó un poco la velocidad y enseguida se marchó. El amigo estaba muy nervioso y asustado».
«Me pareció mucha velocidad», ha apostillado, a la par que ha reflexionado que para levantar a una persona «tan alto tenía que ir deprisa».
Y cuando ya estaba unos metros más adelante del lugar del choque, le pareció que «disminuyó un poquito» la marcha, pero cree que sin llegar a parar el coche. Y en cualquier caso, ha aseverado que en ningún momento «frenó bruscamente» y, además, «enseguida salió corriendo», «acelerando» de nuevo.
Este testigo, que entiende que había «luz suficiente» en la vía, intentó quedarse con la matrícula, marca y color del turismo -en el que le pareció que al menos iba ocupado el asiento del copiloto también- al tiempo que fue corriendo hasta el herido, que sangraba por la cabeza mientras su amigo estaba «muy nervioso y asustado».
También apreció en «shock» a este joven la otra mujer que se personó en el lugar, que igualmente iba a recoger su coche aparcado en la zona cuando en el «silencio de la noche» oyó el ruido de un coche «a gran velocidad» -a unos 90 km/h calcula-. «¡Cómo baja ese!», pensó, al mismo tiempo que también vio a los dos chicos caminando hacia abajo por la calzada de los Infantes. Uno de ellos, ha recordado, «pegó un gran salto», como algo «instintivo», mientras el otro fue arrollado.
En su opinión, no hubo ninguna maniobra evasiva, algo que ha considerado «sorprendente» pues la calzada es «muy amplia» y no había más vehículos circulando. Además, los jóvenes iban «totalmente pegados» a los estacionados en batería, es decir, «lo más cerca» posible al sitio de seguridad de la calzada, no «por el medio de la misma». «Fue muy extraño» y «no tenía que haberles atropellado», ha razonado.
Tras memorizar la matrícula del vehículo, esta testigo -que es psiquiatra- corrió hasta el chaval herido para atenderle, colocándole en 'posición de seguridad' y mirando las pulsaciones. Comprobó que tenía un traumatismo craneo encefálico y que estaba «totalmente inconsciente», y avisó a la Policía y la ambulancia, que tardó más en llegar. «Se me hizo eterno», ha expresado. «Veía que se me quedaba», ha apostillado.
Los agentes que al día siguiente se personaron en el domicilio del procesado comprobaron que el turismo estaba aparcado en una esquina del garaje de la comunidad, con un golpe «grande» en el lateral del piloto, en concreto un «abollón», y un impacto «muy fuerte» en la luna, cuyo cristal estaba «partido», más concretamente «astillado y hundido», también por el mismo lado.
Al salir, se encontraron con el acusado, que les explicó que en el momento del accidente se puso «muy nervioso» porque no sabía si tenía los puntos del carné, ya que había dado positivo en dos alcoholemias. También les dijo que tras el impacto vio por el espejo retrovisor al herido «removiéndose» en el suelo.
En el momento de la identificación se mostró «tranquilo» y «colaborador», además de «un poco abatido». También le incautaron una bolsa con restos de hachís.
Otros dos efectivos que se encargaron del atestado han indicado que no apreciaron huella de frenada del turismo en la vía, limitada a 50 kilómetros por hora. Y han considerado que por el lugar de la calzada donde se produjo el atropello, podría haberse «evitado» de haber seguido «su línea» el peatón, pero «cada uno de los muchachos se fue a un lado» de la carretera.
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