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El obispo Manuel Sánchez Monge (Fuentes de Nava, Palencia, 1947) no sintió miedo durante la primera ola de la pandemia. Sintió dolor: «Lo que me hizo sufrir fue ver cómo moría la gente y las circunstancias de soledad», confiesa el prelado. Por eso, dice, quiere ... colaborar en lo que esté en su mano «para que la gente se lo tome en serio y cumpla las normas de Sanidad, como algo positivo que salva vidas, no solo como una orden». Al frente de la Diócesis de Santander desde hace cinco años, hace balance mientras inclina la balanza hacia la prudencia y la solidaridad, «sobre todo con los mayores», mientras admite que lo de salir mejores de esta es un mantra que «aún estamos a tiempo de cumplir».
-Todos los Santos llega marcado por el confinamiento de la región, ¿qué mensaje lanza a los fieles?
-Quiero que se recupere la dimensión esperanzada de la festividad, pero también tenemos que respetar y cumplir a la perfección las normas sanitarias que nos han dado las autoridades competentes, porque el nivel de contagio es muy grande y tenemos que poner todo de nuestra parte para no contagiarnos y para no contagiar a los demás. Que no cumplamos estas órdenes como algo obligatorio sino ver el lado positivo que es evitar contagios y muertes.
-El covid ha limitado el aforo de iglesias y parroquias, ¿ha notado un cambio en la afluencia?
-La restricción en las celebraciones litúrgicas ha producido que muchos mayores no se acerquen a la celebración de los sacramentos y la eucaristía porque tienen miedo o porque sus familiares se lo prohíben. Y tenemos que ser respetuosos con eso. Pero también es algo positivo, que ya se veía antes de la pandemia, y es que las celebraciones y la fe las vive libremente el que quiere y no por presiones sociales. Esto ha quedado más claro con la situación que vivimos.
política y covid
-¿Cómo conviven la ciencia y Dios estos días en los que andamos más desesperados que nunca buscando respuestas?
-Antes de la pandemia se estaba ya hablando de 'trashumanismo', 'posthumanismo', se quería llegar a crear un ser que llegara a ser mitad persona y mitad máquina, se estaba hablando de superar las enfermedades y la vejez, como si la vida pudiera estirarse. La pandemia nos ha hecho reconocer que no somos tan omnipotentes si una cosa invisible resulta que nos cambia la vida. Eso nos ha hecho más humildes y reconocer que nosotros no debemos ocupar el lugar de Dios, tenemos que saber cuál es nuestro lugar, que no es pequeño.
-¿Ha pasado miedo en la pandemia? ¿Qué le asusta de esta segunda ola que estamos viviendo?
-Al principio, la primera ola no me asustó demasiado porque pensaba que iban a ser solo quince días y que podría aprovecharlo para leer y hacer oración. Entonces empezó a agravarse, se alargó, se me hizo pesado, pero lo que me hizo sufrir fue ver cómo moría la gente y las circunstancias en que morían, sin la compañía de los familiares, sin compañía de la comunidad cristiana con un funeral: eso me llegó muy adentro y me hizo sufrir. Y esta segunda ola tampoco pensé que iba a ser tan fuerte, pero ya estamos como a niveles de marzo y de alguna manera estoy preocupado y quiero colaborar con lo que esté de mi parte para que la gente se lo tome en serio, cumpla las normas. Hasta que no haya remedios contundentes como la vacuna o un medicamento, tenemos que ser prudentes y cumplirlas escrupulosamente.
-Cumple cinco años en la Diócesis, ¿es suficiente para empezar a hablar de cambios bajo su mandato?
-Después de un primer tiempo para hacerme idea de cómo era la Diócesis, al año de estar aquí potencié dos aspectos. En primer lugar, la reestructuración de parroquias: hay muchas que son muy pequeñas y otras quizá muy grandes y conviene reestructurarlo constituyendo lo que llamamos unidades pastorales. Es decir, unir unas a otras y que sean atendidas por los mismos sacerdotes en vez de atender cada uno la suya formando un equipo pastoral también con los seglares y algunos religiosos. En segundo lugar, empezamos a tomarnos en serio las diócesis y parroquias en salida misionera. No podemos conformarnos con estar en lo que estamos y celebrar lo que celebramos, la liturgia o sacramentos, sino ir al encuentro de aquellos que viven alejados de la fe y la práctica religiosa y ofrecerles lo que tenemos. Más que entrar en discusiones teóricas y testimoniar lo que a nosotros nos ha traído la fe, si nos ha traído paz en el corazón o encontrar un sentido a los acontecimientos de la vida, lo que debemos hacer es ponerlo al alcance de los demás.
UNIÓN DE HOMOSEXUALES
-¿Y las vocaciones sacerdotales? ¿Hay reemplazo?
-He ordenado dos nuevos sacerdotes a principio de curso, y ahora hay tres en el último curso y también los ordenaré. Hay vocaciones y siguen saliendo, pero no las hay para dar un reemplazo de curas. Hay muchos sacerdotes mayores, algunos con más de 80 años que siguen en activo y que gracias a ellos podemos atender decentemente. Pero hay muchas parroquias y pocos curas, y debemos trabajar más el tema de las vocaciones. Nosotros tenemos un mandato del señor: 'La mies es mucha y los obreros, pocos; orad'. Tenemos que pedir al señor que nos regale vocaciones. Pero las vocaciones sacerdotales, como la vida consagrada al matrimonio cristiano, no son méritos o dones de Dios. Tenemos que sentir la llamada de Dios como un regalo, y hay que ayudar a los jóvenes y a los no tan jóvenes a que escuchen esa llamada. Necesitan un apoyo y un refuerzo, y por eso están los años de seminario, para discernir si es una llamada auténtica o una ilusión.
-¿Teme los cambios?
-Los cambios precipitados, sí, hay que temerlos. Pero los cambios que se hacen después de pensarlos, no, sobre todo cuando hay un discernimiento comunitario que se hace en conjunto, con los sacerdotes y religiosos en mi caso; consejos donde se tienen en cuenta la opinión de todos.
-El papa Francisco publicó a principios de octubre su tercera encíclica, 'Fratelli Tutti', no sin revuelo, en la que indicaba que la única vía para un mundo mejor estaba en la fraternidad tanto en la vida social, como en la política y las instituciones.
-Es un texto que hay que leer un par de veces para sacar todo el jugo, pero la propuesta me parece muy interesante. En un mundo donde hay tanta rivalidad y enfrentamiento, como hemos visto en Estados Unidos, con el racismo y el desprecio a los negros por ser negros; o aquí con la brecha digital, donde hay gente con medios que puede seguir las clases y formarse por medios telemáticos, pero hay otros niños que no tienen nada; en este mundo dividido, el Papa propone un mundo donde se viva como hermanos sabiendo que todos somos hijos de Dios, criaturas que tenemos una dignidad y la fraternidad debe ir acompañada por el amor social, que debe abarcar a los demás, a la economía, a los ámbitos de la convivencia humana, la cultura, la educación.
-¿Qué le parecen las uniones civiles de homosexuales de las que habló el Papa?
-El Papa no ha bendecido las uniones, lo que ha dicho es que dado que hay homosexuales que viven en común y adoptan hijos, debe haber una legislación que los ampare y los ayude. A eso se refiere el Papa con la ley civil de protección de estas personas que tienen toda la dignidad y todo el respeto, y nunca jamás debe estar consentido menospreciarlos ni tratarlos de una manera despectiva o inferior.
-La encíclica no ha estado exenta de polémica, y donde unos ven la defensa de un orden mundial que antepone la dignidad humana al neocolonialismo, y otros le achacan planteamientos comunistas contra la sociedad de mercado, ¿cree que la polarización política que vivimos está llegando también a la fe?
-El que está ideologizado, todo lo mira desde su ideología y tiene como unas orejeras que no le permiten ver la realidad en toda su extensión. El Papa no ha escrito una encíclica teológica. Él dice que es una encíclica de carácter social porque la Iglesia también tiene una doctrina social, y en ese contexto es donde él ha planteado la encíclica, no en otros, y algunos lo han sacado de contexto. Otros, debido a sus planteamientos de liberalismo o medio comunismo, quieren ver reflejos de todo eso donde el Papa no lo plantea, porque lo hace desde otros puntos de vista. Cuando critica una economía de mercado exagerada, en la que las cosas no se pagan por lo que valen sino por el precio que tienen en el mercado, lo hace teniendo en cuenta que la gente tiene carencia de recursos y pasa hambre, y no puede ser que las cosas fundamentales sean caras y no estén al alcance de todos.
FALTAN SACERDOTES
-Hoy en día, los gobiernos parecen no encontrar un entendimiento por el bien común, ¿qué les pediría?
-Ha sido muy llamativo que ahora que estamos todos preocupados por los enfermos, los hospitales y todo el personal sanitario, en el Congreso se discutiese una moción de censura que estaba totalmente alejada de la realidad. La realidad está en otras perspectivas que allí no aparecían reflejadas.
-Como en la mayoría del país, esta semana se ha anunciado el cierre perimetral en la región, ¿qué medidas tiene previstas para seguir cerca de sus fieles?
-Hemos preparado la programación para todo el año, pero si hay que interrumpir las actividades, se hará. Desde la primera ola, lo que también hemos aprendido es que hay otros medios de comunicación telemático. Entonces no habíamos hecho misas retransmitidas, un comentario del evangelio desde la Catedral por televisión, y ahora hemos aprendido cómo comunicarnos con nuestros fieles aun en tiempos de un confinamiento más duro.
-El mantra de que esto nos hará mejores, ¿se lo cree? ¿Qué humanidad ha visto durante estos meses de pandemia?
-Esta situación es una oportunidad para que nos paremos a pensar y lleguemos a ser mejores, pero la pandemia no trae como consecuencias necesarias que vayamos a ser mejores. Si nos descuidamos, volveremos a las costumbres anteriores superficiales, de cada uno vivir su vida y no preocuparse por los demás, esas conquistas que nos desbordan y que nos quieren convertir en dioses en vez de seres humanos. Pero ya lo creo que podía ser un gran bien para la humanidad aprender las consecuencias de lo que estamos viviendo.
–¿Le preocupa la situación de los mayores, cree que hemos aprendido algo con respecto a lo que sucedió en marzo?
–Creo que sí. Los sanitarios tienen ahora unos recursos un poco mejores, porque al principio no tenían ni la vestimenta adecuada para tratar a los enfermos y ahora tienen más recursos para luchar contra la enfermedad. Pero nosotros tenemos que darnos cuenta de que los mayores no pueden ser los que paguen estas circunstancias. Todos recordamos que al principio, en algún lugar, se daba preferencia a los jóvenes para acceder a los respiradores y a los mayores se les rechazaba solo por el hecho de ser mayores, y los mayores son personas, son seres humanos, tienen su dignidad y no se les puede marginar ni mucho menos. Me he pronunciado públicamente a favor de ellos, defendiéndolos y también a quienes los cuidan tanto en sus casas como en las residencias, son gente que merece nuestro aplauso porque sabiendo que corren un peligro especial están ahí con los mayores. Para ellos es mucho más duro estar confinados, aislados en una habitación o en un comedor donde no se pueden hablar por la distancia.
–Y para los que viven en pueblos donde apenas queda población, ¿siguen abiertas las parroquias en la 'Cantabria vacía'? ¿Cuántas iglesias han cerrado?
–Las parroquias no las cerramos precipitadamente porque la gente tiene su apego a su iglesia y no conviene no respetarlo. Aunque hay muy poca gente en algunas zonas, porque apenas vive gente en el pueblo, el sacerdote se desplaza, hace kilómetros para poder celebrar con ellos. Pero también es verdad que la gente cada vez está yendo a vivir más a los pueblos.
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