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En política es tan frecuente pegarse un tiro en el pie que cabe preguntarse si no consiste precisamente en ello. La Restauración alfonsina fue un ... pacto para estabilizar la convivencia en España después de las agitaciones del Sexenio Revolucionario. Sin embargo, su propio éxito en el fomento del crecimiento industrial y de una cierta mejora de las condiciones de vida propició una ola demográfica que, en el reflujo crítico de la Primera Guerra Mundial, y con el posterior episodio recesivo de la Gran Depresión de 1929, se decantó hacia soluciones radicales del problema de la organización social y finalmente hacia exterminios de tipo bélico. Es decir, en cierto modo en el éxito de la Restauración iba implícita su destrucción, pues ponía en marcha procesos de largo alcance que después no podría parar. En ello fue España semejante a otros estados de la Europa de entonces, con la excepción de Francia, el primer país importante que moderó su tasa de natalidad ya desde muy temprano en el siglo XIX.
La reorganización se hizo, como casi siempre, por las bravas. A los eliminados físicamente en la Guerra Civil y la represión acompañante se unieron los muchos exiliados. Y entre los que quedaron, la mayoría, comenzó la gran redistribución de población campesina hacia las ciudades. Así se ha llegado a un punto en que puede no haber ni trabajo para la gente (en la ciudad) ni gente para el trabajo (en el campo). Algunas zonas urbanas, además, debido al cambio cultural emprendieron estrategias familiares reproductivas más bien restrictivas. Hoy son zonas industriales de población menguante y de elevado promedio de edad. En su día vaciaron un campo donde las madres sufrían partos que pasaban de la decena de hijos; ahora las ciudades se vacían ellas mismas en el predominio de los 'singles' o en las políticas domésticas de 'un solo hijo', como en la China de Deng Xiaoping.
El campo es así un poco más propicio a la supervivencia, pero pagando el precio del vaciado humano. Y la ciudad ha hecho a la gente demográficamente tan razonable que ahora las urbes rebosan de vanos. Soluciones históricas han creado problemas nuevos. En este contexto, si la inmigración resulta demasiado restringida para proteger la demanda al estado de bienestar, se reducirá la base humana con que dicho estado se deberá sostener. De algún modo todos los países funcionan con el 'más madera' de Groucho, y se ven en apuros cuando la población retrocede, y con ella consumidores y contribuyentes.
Cantabria tiene los dos tipos de paisaje social: la zona rural que fue drenada en la posguerra, a menudo siguiendo viejas rutas de escape que ya estaban en boga desde el siglo XIX; y la zona industrial que, tras sostener el mayor 'baby boom' de la historia regional, es en estos momentos un espacio con hegemonía de jubilados y parejas con mínima descendencia. Así que, de algún modo, las políticas de desarrollo, como consecuencia de su éxito, han creado dos cuellos de botella en nuestro desarrollo, de los que dan testimonio los muchos cántabros que han emigrado en busca de un futuro que aquí no se les ofrecía. Nuestro campo ya suele estar bastante limitado por sí mismo a causa de su alta especialización en ganadería de vacuno y de la omnipresencia de la opción forestal. Y las ciudades solo pueden recuperarse si logran visitantes que compensen la mengua de vecinos, al menos en las horas o días que permanecen en ellas.
El viejo punto de equilibrio se consiguió trasvasando campesinos a las ciudades y dándole la vuelta a las proporciones relativas de lo urbano y lo rural (el 80/20 de Pareto). Ahora el nuevo punto de equilibrio viene de los ritmos de entrada de foráneos: la zona oriental como gran dormitorio vizcaíno, cotidiano o de fin de semana; y los flujos turísticos como pleamares y bajamares de personal en las zonas más concurridas, con el verano como tiempo más intenso. En cuanto a la llegada de inmigrantes, no es fácil que se produzcan repuntes significativos en ausencia de mayores oportunidades, aunque indudablemente si se consolida la recuperación volverá a existir un magnetismo cántabro para estos colectivos (ellos mismos fruto de transiciones demográficas de otros países).
Pero si nos conformamos con la oscilación 'guiri» podría ser una política que nos alojaría una bala en nuestro propio pie. A medida que avance el 'Nuevo Estatus' vasco que impulsan PNV y Bildu, la relación con los 'dormidores' de Cantabria oriental se puede hacer más liosa y menos fluida. Y cuando termine el ciclo económico español, la resaca del turista perdido sería demoledora en campos y ciudades. A medida que la autonomía ha ido avanzando, nos hemos tornado más dependientes de todo y de todos. Hoy solo puede ser reinterpretada como un mecanismo de coordinación. Cada vez que fallamos en ello, nos hemos disparado en el pie.
La causa de estos procesos sociales de largo plazo es el doble filo de las innovaciones. Un aeropuerto con muchas rutas no solo es un excelente reclamo de turistas, sino también una nueva posibilidad de emigración. Cuál sea el balance entre idas y venidas, dependerá de las oportunidades. Frente a las inercias oscilatorias forasteras, el valor de la autonomía parece resumirse en el trabajo de creación de oportunidad. Es un momento óptimo para examinar si ese trabajo está siendo suficiente.
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Ana del Castillo
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